Aquí no ha pasado nada (2016), de Alejandro Fernández, es protagonizada por Vicente (Agustín Silva), un joven que vive sin mayores preocupaciones, amparado por el bienestar económico que le da su familia. El joven Vicente gasta sus días en la playa, hasta que un día asiste a una fiesta que termina con él involucrado en un atropello y muerte de un hombre, y extrañamente implicado como causante del mismo. La borrachera le impide recordar con nitidez escenas de esa noche, aunque tiene claro que el conductor no era él, y sí el hijo de un político con gran poder económico, redes y abogados.
La crisis detonada en torno a los personajes me lleva a pensar en “Aquí no ha pasado nada”, un cuento que Claudio Giaconi publica el año 1966, que forma parte del libro La difícil juventud. Desconozco si se trata de un guiño directo de Alejandro Fernández o si este leyó o no el cuento. No es relevante. No obstante, en la lectura, hace sentido el puente tendido entre la película y el cuento, sobre todo en lo referido a la juventud, al escepticismo que rodea al libro, a los problemas existenciales que marcan la iniciación de sus personajes. En Aquí no ha pasado nada, la película, la sosegada vida del protagonista, de ocio, alcohol, fiestas y playa, es remecida y fracturada de forma abrupta.
Aquí no ha pasado nada juega con el morbo del espectador: “Hay un 5% de lo chilenos que haga lo que haga, nunca irá a la cárcel”, versa la bajada de la película. Ese morbo se ha transformado socialmente en lugar común, en rigor, la idea de hacer caer a los “poderosos”. Acá, Alejandro Fernández tampoco pasa por alto ese gesto, aunque tampoco se queda solo en la mera denuncia, de hecho, suma y articula elementos estéticos que entraman la “crónica”, apegada al relato original —sin que esto sea lo relevante—, con ciertos énfasis en la crítica hacia el poder económico omnipotente de la familia Larrea. Metonimia de las familias que ostentan ese lugar en Chile, y que es trabajada desde el fuera de campo (ausencia paradojal muy bien lograda), ya que su brazo articulador es presentado desde la figura de los abogados. Así, Fernández arma una puesta en escena en apariencia sencilla, pero que suma acertados elementos de fotografía, iluminación, banda sonora y guión.
Esto último desemboca en una eficiente representación del mundo ABC1, la cual, creo, es una de las mejores que he visto en el cine chileno. Ni Nicolás López (y su trilogía Qué pena… 2010, 2011 y 2012), ni Jorge Olguín (Ángel negro 2000), ni Pablo Illanes (Baby Shower, 2010), ni Coca Gómez (Normal con alas, 2007), ni Alberto Fuguet (Se arrienda 2005). En todo caso, sí destaco El verano de los peces voladores (Marcela Said, 2013). Sin embargo, tal representación no radica solamente en el verosímil del mundo erigido, sino en la dinámica de los diálogos y tensión dramática entre los personajes. Estos últimos están avalados por buenas actuaciones de los actores jóvenes, quienes en ningún momento son opacados por los ya consagrados Paulina García, Alejandro Goic y Luis Gneco. Un guion, sin duda, bien entramado y más que amable con los personajes y su “difícil juventud”.
De este modo, Alejandro Fernández articula un cine desde una retórica realista, la que oscila entre el relato neorrealista familiar de Huacho, la violencia oscura y marginal de Matar a un hombre, y el drama burgués, del Chile ABC1, en Aquí no ha pasado nada (2016). Ese tránsito, se me ocurre, lo percibo, por ejemplo, en Pier Paolo Pasolini, cuyo cine podía pasar de relatos y problemas sociales como la prostitución en Accattone (1961) y Mamma Roma (1962), y el cuerpo femenino como mercancía de trabajo; al vacío existencial de una familia millonaria en Teorema (1968).
El realismo cotidiano y familiar de Huacho, y el realismo oscuro de Matar a un hombre, alcanzan una madurez y un dinamismo contundente en Aquí no ha pasado nada. El valor de la apuesta de Fernández, por cierto, está en erigir el lugar de víctima del joven ocioso, Vicente. Pareciera que todo se remece, pero todo sigue igual. Desde ahí, consolida una figura de héroe, Vicente, cuya tragedia consiste en ver remecida su cómoda vida y, de pronto, verse destinado a la derrota, aunque no tan dolorosa, al parecer. Aquí no ha pasado nada termina asumiendo el status quo como hipótesis de la sociedad actual. Desde ahí, entonces, la película logra poner en escena y erigir una cruda crítica a temas como la justicia y la verdad, en torno a las problemáticas ya señaladas, y desde la constatación del simulacro y la apariencia, desde el montaje y el acuerdo.
Valenzuela, L. (2017). Aquí no ha pasado nada, laFuga, 19. [Fecha de consulta: 2024-12-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/aqui-no-ha-pasado-nada/808