El hombre de siempre

Shakespeare en el cine de Woody Allen

Por Jaime Grijalba

 
 

En los diversos periodos formativos de la persona, sobre todo de aquellas que se deciden por el lado humanista del conocimiento, esta se ve obligada a conocer la estructura y manera de escribir un texto ensayístico. El error más común que yo cometí mientras aprendía era al llegar a la conclusión, donde se debe resumir lo anteriormente dicho, repetir la tesis y finalmente confirmar si ha sido o no demostrada, generalmente yo escribía: “he aprendido mucho con este ensayo”, como si esa fuera la conclusión que yo sacara después de escribirlo.

Y es que es necesario tener claros los puntos que conforman un ensayo, no para ceñirse a ellos con títulos y subtítulos de manera rígida, sino que para saber cuándo romperlos y poder formar así un tipo de texto que mantenga en sí mismo todos los elementos pero sin necesidad de ser anunciados. Rocío Casas Bulnes trata de hacer un texto ensayístico que trata de realizar un diálogo/puente entre las obras de Woody Allen y William Shakespeare, pero fracturando el estilo clásico, creando un texto donde incluso la inclusión y división de capítulos resulta algo antojadizo.

Se trata de un ensayo de más de 120 páginas en formato compacto, que cabe literalmente en un bolsillo, que transita entre los cuatro temas en común que la autora ha decidido que forman parte de los puntos de cruce entre las obras de ambos retratistas de la humanidad: Dios, Muerte, Sexo y Sueños. Sin embargo, tal división se realiza sin dar lugar a una introducción, sin poner en evidencia el método de selección, es decir, hace falta una introducción. Es necesario en este particular caso, sobre todo en cuanto a la selección de estos temas por sobre otros, ya que resultan ser bastante debatibles.

Por ejemplo, en el caso de “Muerte”, la autora repite varias veces, y citando la obra del filósofo Vittorio Hösle, que Woody Allen aparece inoperante a la hora de poder ingresar humor en la muerte, algo que sí le resulta sencillo a Shakespeare en sus tragedias. Es entonces que la mayor parte del capítulo forma una gran teoría acerca de cómo funciona el acto de morir en las obras de Shakespeare, cómo es que estas forman parte de una necesidad y a la vez de un retrato de la realidad, mientras que en Woody Allen la muerte apenas hace aparición real, salvo como tópico de conversación. ¿Cuál es la conexión real entre Shakespeare y Allen salvo en el sentido de que ambos tratan la muerte, a veces, pero de manera completamente distinta?

Lo mismo sucede con “Sueños”, que se encuentran en abundancia en las cintas de Allen, pero de manera apenas mencionada en los escritos de Shakespeare. Este último capítulo es el que quizás deja más claro cuáles son los valores y a la vez intereses más profundos de la obra de Woody Allen, forma una teoría precisa sobre la realidad y la fantasía y como la trata dentro de sus cintas, pero a costa de dejar a Shakespeare como un apéndice indeseable, donde la relación viene no directamente sino a través de la denominación de el bardo como el primer pensador del inconsciente, y por ende, de los sueños (a través de Freud).

Muchos de los pasajes del libro adolecen de eso mismo, de no tener un diálogo, una conexión de ideas, ser incapaz de encontrar una “teoría unificada” que resuma la relación (que de todas maneras existe) entre la obra de estos dos artistas. Muchas veces son una expansión, una proyección de temas, de situaciones de uno en el otro, que se puede resumir en una gran teoría sobre las obras de Woody Allen, para luego terminar diciendo “y Shakespeare también lo hace”, o viceversa. Comparaciones directas, sin lugar a la reflexión más allá, una evidencia de la influencia y el pastiche, pero poco más Es aquí donde se vuelve necesario una introducción, una declaración de intenciones, algo que haya guiado al texto a algo más que comparaciones.

Sobre todo porque algunas de las comparaciones y conexiones entre las obras se debe simplemente al hecho de que William Shakespeare es el mayor referente universal occidental de la ficción. No hay nadie que haya influenciado más en la historia de la humanidad, y es difícil decir cuándo es que al hablar de sexo o de muerte se está hablando de Shakespeare o de todos los demás que le siguieron. Obviamente es querer ir al origen, pero el origen es tan rico y universal, que las comparaciones no se vuelven profundas sino que obvias.

Pese a todo esto, creo que se trata de un texto últimamente positivo. Es simple, claro y fácil de leer, muchas veces se torna en una reflexión narrativa sobre el estado del hombre occidental moderno, mayormente influenciada por Nietzsche, pero que resulta mínimo comparado con la riqueza del conocimiento que la autora demuestra en la obra, temas y teorías relacionadas con Allen y Shakespeare. También siempre logra dar un espacio para el contrapunto, para las teorías que vienen a desmitificar lo que ella plantea, pero son puestas para dar lugar a la conversación y el debate en la cabeza del lector.

Pese a los pasajes y capítulos discutibles, así como la ausencia de otros temas en donde si hay cabida a la comparación y teorización más profunda (como el uso de Woody Allen de el teatro o la “puesta en escena”, comparada con las representaciones de “obra dentro de la obra” en William Shakespeare), además de una arbitrariedad metodológica y desorden ensayístico, logra el cometido de tener una lectura rápida sobre las teorías y conceptos más importantes de ambos autores en pocas páginas, una hazaña editorial en cuanto a la necesidad de estudios de este tipo en Chile, que debido a su longitud no tienen espacio ni en grandes editoriales ni en revistas académicas. Con autores que quieren salir de los estudios latinoamericanos y buscar hablar sobre otras experiencias cinematográficas que también tienen lugar.

 

 
Como citar:
Grijalba, J. (2014). El hombre de siempre, laFuga, 16. [Fecha de consulta: 2024-12-24] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/el-hombre-de-siempre/698