Fuga

¿Qué hay detrás del espectáculo?

Por Maite Alberdi

 
 

Ricardo Coppa (Gastón Pauls) ha robado la melodía fatal compuesta por Eliseo Montalbán (Benjamin Vicuña), pero no es capaz de recuperarla completa y, cada vez que intenta recomponer las partes extraviadas, la melodía resultante queda fuera de lugar, sobrándole así una pieza al concierto. Lo mismo sucede con “Fuga”, que termina siendo una película fuera de contexto, un acorde excesivo y grandilocuente en el marco de los jóvenes realizadores chilenos en este momento. Éstos han sido capaces de crear obras a partir de pies forzados (“En la cama”: un solo lugar y dos personajes, “La Sagrada Familia”: rodar en sólo tres días), los cuales en vez de obstruir la narración la enriquecen, evidenciándose en ella una mirada particular sobre los acontecimientos específicos y finalmente sobre el mundo. De esta manera, en el último tiempo nos hemos sorprendido con historias que potencian al máximo los recursos cinematográficos sin disfraces espectaculares. La ópera prima de Pablo Larraín dista de las que hemos visto anteriormente -“Play”, “Se arrienda”, “La Sagrada Famila”, “Sábado”- precisamente porque se viste de los mejores recursos: fotografía de Miguel Littin, infinitas locaciones, actores del jet set nacional y, por si fuera poco, una coproducción argentina que trae a Gastón Pauls. Pero, ¿vale la pena tantos elementos, si con ellos el vestido se convierte en disfraz?

Al parecer “Fuga” debería tratar sobre los procesos artísticos, pero jamás se habla de creatividad, todo viene dado, las teorías estéticas quedan a un lado para presentarnos a dos músicos que sólo se preocupan de llevar la trama. Y lo intrincada que ésta podría resultar - dado su tema aparente- se desvanece, pues nunca conocemos la verdadera naturaleza de estos artistas: cómo componen, por qué, y cuál es la relación particular de ellos con el arte. Eso no lo sabemos y no importa, ese finalmente no era el tema. De hecho, no hay tema de fondo y eso nos lleva a omitir cualquier debate sobre el punto de vista argumental.

La música y el montaje históricamente han estado relacionados: una melodía se construye de manera similar a una película. La música de la mente del protagonista atesta “Fuga”; sin embargo, siendo una película musical, el montaje no es efectivo. La construcción temporal, altera lo vivido por estos dos músicos mediante un relato de acciones paralelas que mezcla el pasado -Eliseo Montalbán- y el presente -Ricardo Coppa-. Pero estas temporalidades no encuentran un ensamble, pues en su totalidad la película carece de construcción dramática. El momento en que las historias se cruzan pasa desapercibido, no nos sorprende averiguar el destino de Montalbán, este podría estar vivo o muerto y la emoción sería similar. El distanciamiento podría ser una opción direccional, pero claramente no se quería apelar al desapego (que resulta inevitable) sino precisamente a la identificación de los espectadores.

La intertextualidad inconsciente abunda en “Fuga”, en la observación nuestros sentidos intuyen haber visto imágenes y personajes similares anteriormente. Los planos son cuadros plásticos construidos perfectamente en los cuales abundan las metáforas: chorros de sangre se desprenden de un piano, idea que nos remite a Kubrick. Larraín consigue reflejar los temores de Montalbán a través de estas construcciones, sin embargo, resultan anecdóticas y se convierten en un recurso sensiblero y pretencioso, dada la carencia de matices que posee el personaje: un músico que se vuelve loco por las muertes que presencia cada vez que toca su concierto, pero desde el inicio está atormentado, nunca se da una evolución. Cuántas veces hemos visto en las pantallas a distintos genios locos, aquí nunca notamos qué diferencia verdaderamente a Montalbán del resto de estos personajes que han repletado el cine, aparte de su historia- la cual no es muy novedosa-. Vuelve a existir en este punto carencia de puntos de vista, Vicuña interpreta a un loco desde dónde se lo mire, al parecer existen pautas universales para interpretar dichos personajes de las cuales se valieron muy bien. Además, el músico está rodeado de personajes prototípicos sobre todo durante su estadía en el psiquiátrico. ¿Por qué no arriesgarse a buscar una nueva mirada de lugares tantas veces retratados en el cine y en la literatura? Por lo tanto, no se puede hablar de intertextualidad sino más bien de un cúmulo de imágenes que inconscientemente el director toma prestadas de otras películas, acción similar a la de Coppa con el concierto de Montalbán.

De esta manera, aunque los actores hacen lo imposible por dar un carácter particular a personajes añejos, como lo consigue Alfredo Castro con la loca- “inspirada” en Lemebel- y los profesionales como Miguel Littin ensayan y mejoran su oficio, “La película más esperada del año”, como dice su slogan, nos deja esperando por cintas menos pretenciosas; simplemente historias que no pretendan engañar con apariencias de grandeza (el espectáculo es apropiado en la medida que exista algo detrás), ya que los espectadores nacionales están aprendiendo a valorar todos los recursos expresivos, por mínimos que éstos sean.

Título:  Fuga

Director: Pablo Larraín

País: Chile - Argentina

Año:  2006

 

 
Como citar:
Alberdi, M. (2005). Fuga, laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-04-18] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/fuga/145