En 2009 Perro Muerto, del realizador chileno Camilo Becerra, recibió su primer premio: Work in Progress, que otorga SANFIC a los trabajos que se encuentran en etapa de post-producción. Es curioso, pero a la dirección pareciera haberle bastado este reconocimiento para constituirse o estructurarse como un proyecto inacabado, en proceso. A ratos, Perro muerto da la sensación de ser una película que no se terminó.
Las imágenes de un Santiago en construcción sirven como telón de fondo (paradójico, indiferente y desmedido) para contar la historia de Alejandra (Rocío Monasterio) y Nicolás (Rafael Ávila), personajes marginales, personajes que no figuran dentro de los proyectos inmobiliarios de una ciudad que se vuelve hostil. Los protagonistas de la cinta, una madre joven (en algunos momentos casi una adolescente) y su hijo, inician entonces un deambular constante por los bordes de comunas y barrios de la clase media chilena: Renca, Quilicura y Quinta Normal, el norponiente de la capital, parecen ser los escenarios que edifican la historia. En este vagabundeo se fortalecerá el espíritu en crisis, abúlico y silente de una muchacha desencantada, a ratos desocupada, y servirá de proceso formativo (en contra de toda norma educativa tradicional) para un silencioso y tímido Nicolás, una suerte de víctima del abandono, de la orfandad.
En este derrotero, la casa como símbolo (explotado hasta la saciedad en el filme) se resignificará una y otra vez: en la secuencia inicial, cuando Alejandra endereza una casa de juguete; en las múltiples imágenes de un Santiago en proceso de malformación urbana; en la uniformidad de los detestables condominios que albergan, al menos en apariencia, familias bien constituidas; en el chaleco que lleva tejido a la altura del vientre una casa y que Alejandra no puede vender en la feria; y se resignifica, por último, en esa casa antigua, de los años treinta, último refugio de Alejandra y Nicolás, donde ella aprendió un oficio y él creó un lazo afectivo, y que será demolida para construir, probablemente, cuatro casas en el terreno de una.
El film parece el relato de una pandilla, de un submundo, al estilo del realismo social, una pandilla que vive del desencanto y la no-acción. La Jose, pequeño burguesa, cansada de la arquitectura, escéptica de los proyectos inmobiliarios 1, quiere estudiar ecoturismo, quiere un auto, quiere viajar; El “Pájaro” parece no tener ocupaciones y ser un experto en consolas, su única preocupación es el cariño y afecto de Alejandra y Nicolás. De esta forma, y a partir de odiosas comparaciones entre blancos y negros, entre dominantes y dominados, entre los con casa y los sin casa, se construye el retrato de una generación (y esto parece una broma, pero no lo es) perdida, que arrastra las culpas del mundo adulto, de quienes planifican y toman las decisiones.
Por otra parte, la doble significación de la expresión “perro muerto” 2 adquiere un valor importante para el desarrollo del film, pues pretende fijar un código lingüístico a través del cual se comunicará con el espectador. Existe una suerte de violencia o agresividad verbal en la película, donde abundan los coloquialismos y las peleas injustificadas. Los personajes padecen cierto cansancio o desánimo que es expulsado a través del lenguaje 3. En el otro sentido, “perro muerto” hace referencia a la ausencia del padre, que se echó al pollo no sabemos por qué, una temática más que explorada en la producción cinematográfica, literaria, antropológica, sociológica y por otras disciplinas en Chile.
Perro muerto es la mirada agria de una ciudad en construcción, que se desarrolla y crece sin considerar a los que no pueden integrarse a su proyecto, no solo urbano, sino también social y formador 4. Se acerca al panfleto político, pero se distancia cuando se vuelve intimista y silenciosa 5; cuando rompe su estructura narrativa y vuelve a poblar de silencio, ahora la historia, el relato 6. Son estos quiebres los que le dan una forma inacabada al film. Los que hacen del montaje una forma frágil, un trabajo en progreso. El problema es que, al igual que la ciudad de Santiago, el progreso no es tal, no es beneficioso para las personas que se encuentran en los márgenes. Existe ahí una relación entre la ciudad retratada y el desarrollo amorfo del personaje, quien, justamente, no puede progresar: no tiene las herramientas (la máquina de coser) ni la disposición (su abulia y su actitud silente no lo permiten). Perro muerto es un ejercicio que a ratos pareciera sacado del cine chileno de los noventa, donde prima el descampado, por un lado y las construcciones habitacionales, por otro; donde se explora el lenguaje coloquial y se desata la violencia; donde los jóvenes no encuentran su lugar en una ciudad que no está diseñada para ellos. Veinte años después, sin embargo, este film busca un lenguaje formal, preocupado de la imagen, del encuadre y de los objetos y cuerpos que habitan esos encuadres.
Notas
1 Ignorancia de la José o error del film (pensemos que se trata de la ignorancia de la joven), se refiere a “la Paz Froimovich”, como individuo, no como empresa inmobiliaria.
2 Que en su uso coloquial quiere decir: fugarse, evadir, mandarse cambiar, virarse, echarse al pollo, mandar todo a la chucha. Todo esto acompañado por el hecho de no pagar la cuenta: desentenderse del costo económico que implica. Nicolás, padre de Nicolás, hace perro muerto hasta que envía un dinero desde alguna parte del norte por medio de don Braulio. Su ubicación y ocupación es inexacta.
3 Una de las peleas más absurdas ocurre cuando Alejandra visita la casa de ‘Pájaro’. Mientras toman té, el hermano del Pájaro le hace un comentario a Alejandra y su aspecto algo oriental. Pájaro, furioso, empieza a insultar desmedidamente a su hermano, quien solo se defiende. La situación desata una violencia verbal inusitada. Probablemente la referencia al aspecto ‘achinado’ de Alejandra tenga un sentido oculto, una referencia machista o sexual que Pájaro percibe: Alejandra es transformada en ‘china’, una mujer dispuesta a realizar ciertos tipos de trabajo; esto se refuerza cuando el hermano de Pájaro quiere explotar la imagen de Alejandra al ofrecerle que la fotografíen para una agencia publicitaria, porque ella “es como flaca y bonita”, señala el modelo.
4 Recordemos que Nicolás empieza a faltar al colegio.
5 La cámara refuerza la actitud silenciosa de Alejandra, al enfocar su rostro silencioso, dejando fuera de campo el resto de la escena, por lo general bulliciosa, ruidosa. Asimismo, existe un contraste permanente entre la actitud de la protagonista y el ruido exterior, también fuera de campo: las construcciones inmobiliarias y los ruidos de ciudad saturan las secuencias.
6 Hay acciones que se anuncian pero no se enuncian, ocurren fuera de cámara: una especie de elipsis narrativa.
Álvarez, P. (2012). Perro muerto, laFuga, 13. [Fecha de consulta: 2024-12-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/perro-muerto/519