Parte de los atractivos de este documental surgen de su apreciación tardía, varios meses después de la última elección presidencial, cuando el gobierno de Michelle Bachelet se encuentra en la tensionada vorágine de su primer año en el poder. Propaganda funciona como una actualización del pecado original de la política chilena, una desviación producida en el ADN del proceso político y que persiste como las costuras visibles de un costoso traje nuevo. El ámbito de operación del filme es por tanto el universo de la ética pública y en ese sentido la estrategia de su puesta en escena es en parte satirizar la obsesión por la objetividad de la televisión en tanto extrema sus mecanismos para reproducir la realidad.
Propaganda se construye a partir de una treintena de segmentos autónomos que siguen una tenue línea temporal que va desde el inicio de la campaña oficial hasta el atardecer de la primera ronda electoral, agrupados en líneas temática más tenues todavía.
La progresión funciona gracias a las sutilezas con que el montaje hilvana empalmes visuales, pequeñas frases de diálogo o puntos de contacto sonoros con los que genera continuidad con los planos siguientes y que, de manera muy rústica, da pie a algo parecido a unidades narrativas mayores: la factoría de los afiches, las marchas, el off de los programas de televisión, los ritos callejeros, la franja televisiva, el fin de campaña, día de votación, etc. Hay un montaje que funciona a la perfección casi exclusivamente por un mecanismo de asociaciones libres a partir del cual se analiza el centro y la periferia de los cinco principales candidatos.
El primer plano del Propaganda -el auto de campaña de Bachelet que vocifera inútilmente su jingle en medio del desierto- ya define esas intenciones y resume en gran medida las implicancias políticas del filme: el registro de una estrategia de campaña que ha desatendido a tal punto a su pueblo que ya no es capaz de discriminar entre una explanada repleta de gente un peladero arenoso.
Hay un cierto impulso retro en la idea de retornar a los parámetros de la cámara fija y el plano secuencia. Si es pertinente establecer un paralelo entre las vistas tomadas por los técnicos de Lumiére a lo largo de todo el mundo, durante la primera década del cine, y este primer largometraje documental del colectivo MAFI este se encuentra en la vocación del hallazgo, de lo no premeditado y aparentemente casual, y es interesante que esa operación se realice no por el ajuste de formato a lo que se filma sino por la vía inversa, adecuar la realidad a la estructura episódica y de plano fijo de esta película.
Pero, lo más original no es que este sea un proyecto que retroceda a los orígenes de la expresión documental, sino que se trata de una empresa colectiva donde el principio de anonimato -no hay forma de identificar la autoría de cada uno de los fragmentos- está descartado. Ese estrecho margen de acción que MAFI se ha autoimpuesto tiene menos que ver con la búsqueda de objetividad que con la idea de coexistencia contradictoria. En el mejor de los sentidos, la tensión del filme se sustenta en la relación entre figura y fondo o entre centro y periferia. En ello radica la puesta en escena a veces oblicua que asume cada uno de estos segmentos y donde la observación de las conductas de campaña ee cada competidor se desplazan hacia los márgenes o a veces hacia el fuera de campo.
Es llamativo el alto grado de contraste entre la simpleza objetivista de la puesta en cámara y el nivel de connotaciones y suspicacias que cada una de estas imágenes suscita. En esa textura de ideas, de discursos vacíos, de abuso hacia el votante, de oportunismos premeditados y espontáneos, el filme no da muchas expectativas hacia la clase política chilena. Probablemente Roxana Miranda, el personaje más desamparado de la campaña, recibe un tratamiento diferente y en su figura la película establece notorias empatías.
Esta identificación con el ala progresista, sin embargo, no redime totalmente al filme de cierta comodidad ideológica originada precisamente en su interés por confirmar una idea preconcebida sobre las miserias transversales de la clase dirigente. El propósito ilustrativo alude a un lugar de observación que se asume fuera de la contingencia ideológica. Con todo, su propia distancia no impide que Propaganda restituya la dimensión política del plano y resitúe el valor del ciudadano anónimo y del valor social de las masas. Los mejores momentos del filme surgen precisamente de esa convicción.
Blanco, F. (2014). Propaganda, laFuga, 16. [Fecha de consulta: 2024-12-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/propaganda/706