Valeria Sarmiento y Marilú Mallet

Dos cineastas, dos mujeres

Por José Miguel Palacios

Biografía + Observaciones +

José Miguel Palacios es doctor en Estudios de Cine por la Universidad de Nueva York (NYU) y docente del Magíster en Estudios de la Imagen de la Universidad Alberto Hurtado. Su trabajo ha aparecido en revistas como Jump Cut, Iberoamericana: América Latina-España-Portugal, y Comunicación y medios, y en volúmenes colectivos como Cinematic Homecomings: Exile and Return in Transnational Cinema (2015) y New Documentaries in Latin America (2014).


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La producción cinematográfica de Marilú Mallet y Valeria Sarmiento –cineastas chilenas, mujeres cineastas– sigue siendo un terreno desconocido e inexplorado, tanto por el público como por críticos y especialistas chilenos. Sin duda, el desconocimiento aquí responde principalmente a un problema de acceso. Por diversas razones, es muy difícil que el espectador y/o investigador residente en Chile tenga la oportunidad de ver sus películas. Simplemente, no están al alcance de la mano ni tampoco de canales más institucionales como nuestras cinetecas y archivos fílmicos1Copias en DVD de algunas películas de Marilú Mallet se pueden encontrar en la Cineteca de la Universidad de Chile. En base a este material se armó la retrospectiva dedicada a Mallet en el FEMCINE 2012. Las entrevistas que La Fuga presenta en este número dejan entrever esta problemática en cada pregunta, incluso en algunas respuestas de las realizadoras, cuya imprecisión y olvido de títulos o fechas, natural por cierto (¿por qué habrían de recordarlo todo?), sólo acentúan el desamparo del interesado, que quiere saber más, y por sobre todo, quiere ver esas películas de las que aquí se habla y que quizás nunca verá.

Esto constituye, en todo caso, una de las preguntas centrales de la historia del cine. ¿Cómo escribir sobre lo que no se ha visto, sobre lo que está perdido? ¿Cómo reconstruir la historia de un objeto que no está? Los estudios sobre el cine silente, y también aquellos referidos a la producción realizadas por mujeres en distintos periodos y países, han sabido sortear con éxito estas preguntas. Se puede afirmar incluso, como lo ha hecho Paolo Cherchi Usai, que la historia del cine existe gracias a ellas, en virtud de que su objeto de estudio principal, las películas, están perdidas. El lector/espectador interesado no debe desalentarse, entonces, si los títulos que aquí se mencionan parecen demasiado lejanos e inalcanzables. Puede que algunas de sus películas sigan siendo catalogadas como “perdidas”, pero esto será así hasta que alguien las descubra o aparezcan en uno de los tantos azares que han posibilitado centenares de redescubrimientos en la historia del cine mundial. O tal vez no. Y si ese es el caso, ya vendrán los ciclos, las retrospectivas y los estudios críticos que ubiquen a las obras de Mallet y Sarmiento en el lugar que se merecen.

No es éste el espacio para uno de aquellos estudios, pero sí para un acercamiento a la relevancia de la obra de estas dos mujeres cineastas. Junto a Gaby von Bussenius Vega, Rosario Rodríguez de la Serna y Alicia Armstrong de Vicuña, todas pioneras del cine en Chile y también invisibilizadas por la historia, Marilú Mallet y Valeria Sarmiento (además de Angelina Vásquez, contemporánea cuyo nombre se repite en estas entrevistas) tendrían que ubicarse en un lugar fundamental, de avanzada, en nuestra historia. Las razones son varias. Sus carreras, por lo demás, se entrecruzan de manera especial.

Ambas comenzaron a hacer cine durante el gobierno de Allende; ambas son cineastas del exilio, una desde Canadá y la otra desde Francia; ambas se quedaron en dichos países y no regresaron a Chile tras el retorno a la democracia. Tanto Marilú como Valeria han emprendido retornos parciales, fundamentalmente por proyectos cinematográficos que tienen que ver con el país. Las dos, más o menos explícitamente, se han preguntado qué significa ser una cineasta mujer, y han formulado en parte su proyecto cinematográfico para dar con una respuesta. El cruce de sus carreras, como lo cuenta Mallet, tiene su momento cúlmine en los años de exilio, cuando ambas conciben un proyecto conjunto de cartas filmadas. Una filmaría una carta y la enviaría a la otra, quien respondería con otra carta filmada, y así. Lo epistolar, género y medio de comunicación por excelencia del exilio, se funde aquí con la primera persona que se expresa como en un diario de vida, cuestionando esa triple condición de mujer, exiliada, y cineasta. Este proyecto nunca se concluyó en los términos planteados, aunque Sarmiento sí filmó una primera carta (que está perdida). Mallet, en tanto, reformula la idea y realiza Journal Inachevé (Diario inconcluso, 1982), obra maestra del documental. Con toques de ficción y en primera persona, Mallet se expone a sí misma en tanto personaje y autora, develando los propios recursos de representación documental, criticando esos modos retóricos que encarna su pareja (Michael Rubbo, por esos años célebre realizador de la National Film Board de Canadá), para superarlos y llegar a una estética y modo de producción propia, de Marilú, mujer, cineasta, y exiliada.

El exilio, sin duda, marca las trayectorias de las dos. Sus primeras películas en Canadá y Francia se dedican a explorar la condición del exilio. Mallet realiza Je ne sais pas (cortometraje en video, 1974) y luego Lentement, un cortometraje que se incluye en el largo Il n’y a pas d’oubli (No hay olvido, 1975), película que completan los cortos de Jorge Fajardo y Rodrigo González. No hay olvido, cuenta la investigadora Zuzana Pick, se produjo gracias a la solidaridad del sindicato de técnicos de la NFB, que presionaron por su realización. Mallet encontraría en la televisión pública canadiense un lugar donde desarrollarse profesionalmente, desde el cual produciría documentales sobre la inmigración –Los Borges (1978); Cara América (1990)–, sobre América Latina y en particular sobre la mujer en América Latina –La música de América Latina y Les femmes d’Amérique Latine, ambas de 1980; y Andahuaylillas Memorias de una niña de los Andes (1985)–, además de ficciones para la televisión, como Pedro y el capitán (adaptación de la obra homónima de Mario Benedetti) y la Série Planète, ambas de 1980.

Sarmiento, por su lado, además de encargarse del montaje de casi la totalidad de las películas de Raúl Ruiz, realiza como directora tres películas directamente ligadas a la temática exílica: La dueña de casa (1975), La nostalgia (1979) y Gente de todas partes… gente de ninguna parte (1980). Más tarde, estudiaría los cruces entre el machismo y el romanticismo latinoamericano en El hombre cuando es hombre (1982), otro verdadero clásico del documental, y luego se abocaría a la ficción, explorando las ricas fuentes del melodrama, en películas como Mi boda contigo (1984), Amelia Lopes O’Neil (1990), sin dejar de lado el documental cruzado por la política y el exilio, como en Habanera (1985) y El planeta de los niños (1992).

Las producciones más recientes de ambas realizadoras dan cuenta de una constante búsqueda estética y narrativa. Mallet ha persistido en explorar nuevos modos de aproximación documental, siempre en cruces con la ficción, con la primera persona, con el diario, y con la doble condición de mujer y artista. Ejemplos de aquello son Doble retrato (2001), Le journal de Francine (2007) y Sur les traces de Marguerite Yourcenar (2011), película que pudo verse en Fidocs el 2012. Además, tuvo su propio acercamiento al Chile de la postdictadura en La cueca sola (2002). Del mismo modo, Sarmiento explora el doble estándar nacional en Secretos (2008), realiza su propio homenaje a Raúl Ruiz al dirigir ella su último proyecto, la superproducción Linhas de Wellington (2012, recién estrenada en Sanfic), y la serie de TV Diario de mi residencia en Chile: Maria Graham (2012), aún sin exhibirse2La serie se exhibió con posterioridad a este escrito, durante el año 2013.

El corpus cinematográfico de estas dos realizadoras es inmensamente rico y variado, tanto temática como estéticamente, y da cuenta de dos personalidades artísticas comprometidas con su tiempo y su arte, siempre del lado de la profundización política y de la innovación narrativa. Ambas han corrido el cerco de lo posible y nos han dado películas verdaderamente revolucionarias.

Hasta aquí llegamos con respecto a lo que hemos podido ver. Sobre el resto, por suerte, hay noticias que dan aliento. Un grupo de académicos e investigadores –Laura Senio Blair, Elizabeth Ramírez, Catalina Donoso, Constanza Vergara, Luis Horta, y quien escribe, José Miguel Palacios– preparan una pequeña retrospectiva para el Festival de Cine de Valdivia 2013. El programa se centra en la producción exílica y contará con la filmografía completa de Angelina Vásquez, además de algunas de las pocas joyas de Sarmiento y Mallet que se pudieron rastrear y subtitular. No es lo suficientemente extensa como hubiésemos deseado, pero es un comienzo. Se verán obras que no se han exhibido nunca públicamente en Chile, lo que esperamos dé inicio a una reflexión fecunda sobre el corpus de estas tres cineastas. Las entrevistas a Marilú Mallet y Valeria Sarmiento de laFuga son parte de un esfuerzo idéntico. Si hay películas que permanecerán perdidas, e historias que no podremos desentrañar, al menos quedan las voces, el recuerdo y el análisis de sus protagonistas. Aquí están, para iniciar el diálogo.

 

 
Como citar:
Palacios, J. (2013). Valeria Sarmiento y Marilú Mallet, laFuga, 15. [Fecha de consulta: 2024-04-16] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/valeria-sarmiento-y-marilu-mallet/632