Improvisación. Pareciera que muchas de las películas que me gustaron de esta segunda edición del Sanfic partieran desde esa perspectiva; dejar que los diálogos, los gestos, los silencios, las emociones tengan como punto de partida un cierto naturalismo, espontaneidad, pureza. La dirección de Bujalski consiste en pedirle a sus actores que se pongan en el universo de la película. Nobuhiro Suwa realiza una operación similar; da instrucciones previas, precisas con respecto a la actuación, pero prescinde de un guión a priori y pone énfasis en indicarle a sus actores que no tengan miedo a quedarse en silencio. El guión, en ese contexto, se convierte en un borrador de ideas, en un índice, una columna vertebral, un juego de puntos y números que uno tiene que ir completando para descubrir y armar una cierta figura.
Y es el silencio, aquello que no se dice, la manilla de la puerta cerrada de la habitación del hotel que separa a la pareja a punto de divorciarse lo que probablemente más nos gusta de “A Perfect Couple”. La contención de los personajes que desemboca en un estallido mudo, en una implosión que no encuentra respuestas. Suwa trabaja a partir de la omisión, del cansancio que sienten los personajes tras 15 años de matrimonio y que queda establecido a partir de acciones que no ocurren, frases que no se dicen. Lo único que se repite incesantemente es un ‘estoy cansado’ (¿por el viaje?, ¿por la decisión que deben tomar?,). Una y otra vez, en boca de Marie y Nicolas indistintamente. Están cansados.
En ese escenario la mirada pasa a ser protagónica, las reflexiones surgen a partir del régimen de lo visual, las deducciones que podemos sacar –Suwa escoge no explicarnos nada- se perciben desde una atención hacia los objetos, una curiosidad forzada a partir de la insistencia de una cámara que persiste sobre ciertos elementos que en sí mismos no denotan a otras cosas, no son símbolos o metáforas que busquen realizar un aporte específico al relato. Esa insistencia se transforma en un punto de atención del paso del tiempo, el tiempo cotidiano, que adquiere la presencia del segundero de un reloj transforma la ficción en una situación familiar, el paso del tiempo fija la duración real de ese estatuto de cansancio y de rendimiento en que se encuentra la pareja tras 15 años de matrimonio.
Suwa trabaja a partir de cámaras fijas que registran, desde de un punto de vista que se percibe objetivo y neutro, el viaje a París de esta pareja decidida a divorciarse. A excepción de un par de secuencias en que se sigue a los personajes y se realizan acercamientos a los rostros, la cámara permanece inmóvil encuadrando la esquina de una cama, una cadera, una lámpara, un velador y por sobre todo, el aire denso de la habitación del hotel parisino. Dentro de ese encuadre fijo, también hay poco movimiento, uno de ellos queda generalmente fuera del cuadro, sólo se oye la respiración, una tos seca -pocas veces los personajes tosen en el cine, pero acá lo hacen constantemente, una tos incómoda que busca llenar un vacío, romper el silencio-: es el audio el que nos trae la presencia del segundo personaje. Las locaciones son escasas: la habitación del hotel, el museo Rodin, un café, el living de la casa donde se celebra el matrimonio. Espacios que no pertenecen a ninguno de los dos, espacios que no nos dicen nada de ellos. Todo lo que sabemos queda, desde ahí, explicitado a partir de los diálogos - pocas veces discuten; la mayoría de las veces son monólogos recriminatorios – y de los gestos, que surgen, como la cámara fija y los cuerpos pasivos, desde el cansancio.
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Título: Un couple parfait
Director: Nobuhiro Suwa
País: Japón, Francia
Año: 2005
Urrutia, C. (2005). A Perfect Couple , laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/a-perfect-couple/176