Christopher Nolan vuelve, e inserta en su ya zigzagueante filmografía una segunda versión de Batman bajo su firma. La disparidad de la que hablamos tiene que ver en primer lugar con que el nombre de Nolan aparece en la escena independiente norteamericana con Following , un experimento de sobriedad notable para un recién egresado. Pero rápidamente se produce la primera discordancia, y un Nolan con bastantes mas privilegios pretende revolucionar la narrativa con el bluff que significó Memento , que sin embargo terminó de posicionarlo como un director de industria, pero con “estilo”. Le siguió la correctísima Insomnia (como Memento para adelante y con estrellas), para luego ganarse la disputada responsabilidad de retomar Batman desde su episodio cero ( Batman Begins ) que diera utilidades suficientes para encarar de la misma forma su secuela, The Dark Knight . La ecuación cierra, pero es mirando en detalle y mas allá de los números y el marketing que la distancia entre ambas películas parece abismal; se trata de la mayor contradicción en la filmografía de Nolan, y la mas afortunada, porque The Dark Knight es fundamentalmente moral y no pirotécnica.
Para entender el cambio y con el afán de probar algunas de estas contradicciones es que nos referiremos a Batman Begins .
En ella, vemos una vez mas el trauma capital donde el pequeño Bruce Wayne presencia el asesinato de sus padres; la causa psicológica elemental que todo superhéroe que se precia de tal DEBE tener. Los villanos del género por lo general carecen de razones en su actuar, simplemente “son casos perdidos de un manicomio” y por ello no obtienen exculpación alguna, incluso si sobresalen en carisma y simpatía por sobre el superhéroe; están destinados a representar el lado oscuro de la causa.
Esta secuencia -perlas incluidas- no presenta ninguna innovación con respecto de las múltiples versiones que lo han relatado antes. En cambio, el episodio que sí llama la atención de B.B es la inclusión de un segmento de entrenamiento físico-espiritual (como corresponde a todo héroe) en los Himalayas con un maestro desafiante (como corresponde a todo héroe) en donde, creo, se aglomera todo el espíritu que llamaremos modernista (pero que también podríamos llamar futurista) que penetra el sentido de esta versión, muy lejos del lúdico Tim Burton, y muchísimo mas lejos que de The Dark Knight. Acá, la Liga de las Sombras: equipo extremista de “limpieza” de criminales que reúne todas las cualidades de un campo de entrenamiento militar nazi, pero con túnicas. Estos son los valores que engendraron a nuestro héroe, valores de hace 100 años que hoy son puestos a prueba.
Si bien no tanto por problemas raciales sino criminales (aunque todos los criminales pertenezcan siempre a culturas inmigrantes como italianos o afroamericanos), La Liga es una organización de asesinos de masas de la cual Bruce Wayne aprenderá y se revelará en combate por aparentes motivos éticos, los que contradecirá brutalmente al enfrentarse en su regreso a la decaída Ciudad Gótica, donde todo discurso queda opacado por el gozo cinematográfico de la exterminación civil con armas de última tecnología. Todo este entramado científico-místico (no es eso el nazismo?) conduce a la película a consolidar la figura -ya de Batman- en posteriores secuencias de “fierro”, es decir, toda aquella diversión fetichista derivada de los choques, explosiones, carreras motorizadas y juego armado. Incluso el ingenuo Jefe de la Policía con el insulso nombre de Gordon, el único defensor de la seguridad civil a través de la burocracia, debe en una secuencia hacerse cargo del Batimovil, y no puede evitar liberar su furia asesina en uno de los “gag cómicos” de la película. Finalmente “el bien se impone”, la limpieza reluce en Ciudad Gótica, salvo por la amenaza incipiente del Guasón que adelanta la secuela, The Dark Knight .
Tres años después, Christopher Nolan sorprende. Ahora la trama política es tratada con bastante mas empatía y complejidad que en la anterior, con un personaje fuerte representando los ideales de democracia americana más nobles. Harvey Dent, un político modelo que se consolida en los primeros minutos, funciona perfectamente como un antagonista ético para Bruce Wayne y Batman. Pero el personaje clave no es este, sino el cada vez mas críptico Guasón, el verdadero responsable en el modelo cultural de The Dark Knight . Ahora el problema deja de ser identificable, científico. Como el Guasón sobre-explica, su misión es casual y de esa manera es imposible enfrentarlo. El paradigma modernista (ya anticuado en B.B) se consolida en esta nueva versión con una serie de operaciones formales (como los montaje de atracción a cada tanto, que no se resuelven, sino que provocan un giro hacia otra interrogante que derivará a su vez en otra secuencia de paralelismos…) y que se anclarán (o difuminarán) fundamentalmente en la decadencia de los valores progresistas de Batman hacia el terreno de la ambigüedad, la hibridación y la falta de sentido.
Y Bruce Wayne es empático, está enamorado, quiere justicia, y votaríamos tan convencidos por Harvey Dent así como compraríamos una pasta de dientes si él la promocionara; y el policía Gordon esta mas estratégico que nunca, y queremos creer en todo aquello que nos dicen tanto dentro como fuera de la sala de cine, y sin embargo el payasesco nuevo mito de Hollywood representa tan complejamente una sensibilidad común, contingente, que sólo queremos verlo manejando en círculo con la cabeza asomada por la ventana, gozando con las luces de la ciudad.
Allí reside la innovación de The Dark Knight ; Batman combate a su peor enemigo: un modelo cultural desconocido para él, e incluso desconocido para los mafiosos usuales de Ciudad Gótica, un personaje capaz de hacer perder las estructuras de los hombres mas virtuosos. El Guasón de Jack Nicholson lo hacía al modo Disney, tirando pintura sobre la Mona Lisa, éste lo hace como una bomba de racimo sobre el sistema de la razón, con el comentario esperanzador de “lo que no te mata, te hace mas extraño”, sentenciando con esto a la convencional cartelera de películas de superhéroes.
Christopher Nolan es probablemente el niño mimado de Holywood por estos días. Lo había sido ya desde el indie , pero perdió su discurso en la carrera por los recursos. Desde Following , Nolan no tenía acceso a escribir la historia de sus proyectos, su aporte en esta área se restringía a guionizar el relato y los personajes que otros ya habían trazado. Es recién en The Dark Knight que junto a su hermano, Jonathan, recuperan el poder del relato, y lo usan para contrabandear un discurso insospechado para un cine que se autodenonima de “entretenimiento”, pero que parece apuntar más allá.
Eliash, E. (2008). Batman: The Dark Knight , laFuga, 8. [Fecha de consulta: 2024-12-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/batman-the-dark-knight/105