Casa Roshell, de Camila José Donoso, se adentra nuevamente 1recordemos el ejercicio previo realizado junto a Nicolás Videla en 2013 con Naomi Campbel en el imaginario de las subjetividades trans, ahora en la Ciudad de México, en el conocido espacio para la diversidad sexual, fundando en 2004, Casa Roshell. Allí quizás, el primer anuncio de verosimilitud, el filme de Donoso retrata un escenario de existencia concreta, de activismo e intimidad, de secreto y habitar de las identidades sexuales. La Casa Roshell es el habitáculo de la reconocida, aguerrida y a la vez suave Roshell Terranova. Una mujer trans que es una artista, una performer, una activista. Una guerrillera que en uno de los innumerables planos medios y primeros planos del filme, aparece enfundada en un cinturón de balas del que destraba una como un lapiz labial que se frota seductoramente sobre la boca. No hay carmín, es el dedo de la artista simulando, tocándose los labios.
Casa Roshell es la aventura de un nombre propio y también la de una casa. Una exploración micropolítica, según ha comentado su directora 2https://www.youtube.com/watch?v=ztEX4eDfkwo, dirigida hacia lo biográfico, en un movimiento que intenta pensar lo político y el feminismo en el cine y fuera de él. Con todas las distancias, no pude no hacer la relación entre esta casa trans de Ciudad de México y las casas de baile y competición de Paris is burning de Jennie Livingston. Tanto por la temática del travestismo y la transexualidad, como por la reflexión que el vocablo “casa” puede traer en torno a lo familiar. Las hebras en torno a la casa son disímiles en ambos filmes, mientras que en el que acontecía en Nueva York la palabra madre y la desolación de la marginalidad y la exclusión se conectan de manera paradójica entre el desamparo y la recuperación de significantes hegemónicos, Casa Roshell ensaya un escenario que con los años y contingencias políticas de distancia, podríamos llamar de sororidad. Paradójica también, por cierto, entre estas mujeres de otro modo.
La película procura construir intimidad. Comienza con el relato quieto y detallado de la transformación nocturna a la que se someten los personajes cuando llegan a Casa Roshell. Nos enseña cuerpos masculinos que se trasvisten, pero también procesos de tránsito que en la ropa, el maquillaje y el desplante corporal construyen sus propias ficciones cotidianas, sus relatos. No se trata, necesariamente, de que lo oculto ocurra de noche y la vida normal de día, ambas son posiciones que reclaman lo no coincidente, lo inexacto de las identidades sexuales. La diferencia aquí, tal vez, es que el cuerpo trans hiperboliza un cuerpo a cuerpo con el género, que interpela, por ejemplo, a los varones heterosexuales que acuden al encuentro sexo-afectivo en Casa Roshell. “Ustedes también están en tránsito”, los interpela Terranova. No han dejado de ser heterosexuales, pero gustan de este “otro tipo” de mujeres. Ni la película ni sus personajes encajonan o preguntan, no buscan definiciones, saben que el género, la orientación sexual y el deseo no son encapsulables.
Muchos de los planos de la película incluyen espejos. Escenas aparentemente divididas que no son otra cosa que juegos de espejos en los cuales es posible ver a los personajes de frente y de espaldas, con encuadres cerrados y recortados sobre el rostro, mientras los diálogos fluyen desorientando a veces su procedencia. Roshell Terranova es objeto de esta técnica en variadas ocasiones, y es posible verla y escucharla en una charla, en un consejo, en una toma de posición; con la vista sobre sí y con la posibilidad de dar a otras la ocasión de observarla y reflejarse. Si bien el espejo podría ser una imagen para lo familiar, es también un lugar para situar la propia mirada, y para hacerse la pregunta en un filme que evoca y practica el feminismo, por la mirada sobre los cuerpos femeninos y la mirada de las directoras feministas. Desordenar los encuadres y planos ha sido una forma en que el cine y la teoría feminista sobre el cine, han apostado una forma de tensionar lo masculino y lo femenino. De la mujer objeto, a la sujeta que se posiciona y desordena la forma en que se sitúa frente a la cámara.
La película transcurre sobre la cotidianidad de la Casa Roshell. Se suceden encuentros y desencuentros amorosos y sexuales, invitaciones fallidas o concretadas al “cuarto obscuro”, pruebas de ropa y maquillaje, ensayos sobre la feminidad, consejos para moldear cuerpos, conversaciones. Se beben tragos, se reflexiona sobre el tequila, las luces iluminan tenues o coloridas, el fondo rojo se ilumina u oscurece a momentos con cierta intención de clandestinidad. Los varones asistentes observan, besan, flirtean, intentan conseguir un encuentro sexual, mientras también hacen de ese lugar una pregunta sobre la sexualidad: “aquí son mujeres, no importa lo que sean fuera”, conversan, intercambian. Mientras tanto, también las mujeres trans, las mujeres otras, piensan sobre la genitalidad, las intervenciones quirúrgicas, el placer que puede arrebatar la transformación o intervención definitiva. Subjetividades trans decididas rompen con sus familias, disputan su propia feminidad frente a una esposa con la cual se ha roto el vínculo de pareja.
El filme de Donoso transita como en una intensa noche en un bar por variados encuentros, preguntas, conversaciones, espectáculos. Probablemente allí está su potencia. Arranca con atención en una larga primera escena la preparación para “convertirse” en mujer, haciendo un primer guiño hacia el ornamento que luego, en cuerpos ya personificados en sus identidades trans, se movilizan de manera bastante más rápida sobre las preguntas y acciones que a diario vive un cuerpo que ama, desea, se encuentra, sale de copas. La dimensión de lo oculto de la Casa Roshell, de lo disimulado para quienes llevan una doble vida, se dispersa en el abordaje del filme, en la soltura con la que los personajes no complican sus elecciones; circulan, habitan sus cuerpos. Lo biográfico o las conversaciones segmentadas en mesas de bar no olvidan el colectivo. El espejo esta vez muestra que hay otras. Otras que escuchan, que activan y se activan, que acompañan. Los diez mandamientos que se entrecruzan entre escenas en formato stand up, en un primer plano que enfoca y desenfoca el rostro, cuelan dimensiones éticas y políticas. Cuelan una sororidad particular en la que “no codiciarás la peluca de tu prójima”. Una sororidad de mujeres de otro modo, de otro tipo de mujeres, en donde el esencialismo se pone en vilo, la correspondencia biológica que mandaría y haría más pura cierta política de mujeres es interpelada en la comunidad de unos cuerpos que saben de resistencias, aunque el filme no ahonde ni aborde sus desventuras: “Si cada trans pusiera una demanda cada vez que la discriminan, pasaría toda una vida. Y mañana te mueres”, declara Roshell Terranova de frente a la cámara. Más que confesiones, más que una guerrilla, Casa Roshell narra un activismo de la seducción, el compañerismo y el deseo; mientras cierra el film en un playback que maneja con pulcritud y sin desafinaciones la performance de la diva trans que baila ante todas, y las hace aparecer en escena mientras canta el bolero “Soy lo prohibido”.
Glavic, K. (2019). Casa Roshell, laFuga, 22. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/casa-roshell/937