“Siento que viene más de mis recuerdos como yo miraba cuando chica, de estas fotos familiares, toda la visualidad de la película viene más de una cosa bien orgánica mía”1“La mirada de Dominga”, por Mariana y punto, en http://www.zancada.com/la-mirada-de-dominga-sotomayor-directora-de-de-jueves-a-domingo.
Entrevista a Dominga Sotomayor
En su ópera prima, que recién se estrenará en Chile en el mes de octubre, pero que ya ha sido presentada en el 14° Bafici, en el festival de Rotterdam y en el IndieLisboa de Portugal, Dominga Sotomayor logra capturar una sensibilidad tan cotidiana como olvidada a partir de la observación minuciosa de la infancia, adentrándose en el corazón y en la mente de una niña de diez años: Lucía.
La película comienza con una cámara fija que está asentada en una habitación a oscuras donde, en penumbras, se divisa una cama en la que alguien duerme, y que enfoca hacia un ventanal desde donde se ve un afuera, no menos confuso, en el que el día comienza a clarear. Hay plantas, la puerta de la casa y un auto con el baúl abierto. Un hombre levanta a quien duerme y luego, en el mismo plano, se lo ve salir de la casa con dos niños dormidos en brazos, y meterlos dentro del auto. La mujer pregunta algo ya conversado, acerca de si es conveniente que ella también vaya, y salen. De ahí en más la película fluye como una road movie, pero donde se le da prioridad a la mirada de Lucía desde el asiento de atrás.
No importa por qué van hacia donde van; qué conflicto hay entre el hombre y la mujer; si ella está enamorada o no del amigo que se cruzan en la estación de servicio, y con el que después comparten unos días de camping; ni si llegan a destino o no. Explicar algo más sería ponerse en otro punto de vista, adulto, abandonando esa abstracción infantil que, vista desde cerca, no resulta para nada ingenua.
El film plantea la distancia que hay entre los niños y los adultos, distancia que al crecer se olvida, subestimando esa etapa como de pura dependencia. El recurso del estilo indirecto libre es el que permite al espectador ver qué y cómo observa Lucía, tiñendo nuestra mirada de su subjetividad. Lucía capta los pequeños gestos de los adultos a los que observa, y estos funcionan como la punta de iceberg de un mundo que se mantiene subterráneo, pero en constante movimiento. El gesto deja de tener importancia en sí mismo (como cuando la madre –Ana– llora y es mirada por la cámara –por Lucía– desde el asiento de atrás), nos importa más por lo que provoca o puede provocar en la niña que por la madre, porque la cámara toma partido, y el espectador se pliega a ella.
Bárbara Álvarez, la directora de fotografía de esta película, quien también dirigió la fotografía de La mujer sin cabeza (Lucrecia Martel, 2008) y de El custodio (Rodrigo Moreno, 2005), propone una imagen cinematográfica limpia y decidida, a través de una cámara que constantemente elige qué mirar y que se sitúa con toda parcialidad del lado del personaje de Lucía, haciendo que su punto de vista sea tan comprensible como si se tratara de nuestra propia mirada, aunque sea fragmentada. Y no sólo los personajes (sobre todo los de los padres) están fragmentados; también el afuera (el paisaje) casi siempre se ve desde el auto o reflejado en los vidrios; y hasta el mismo auto, quinto personaje de esta familia, también se vislumbra al principio fragmentadamente, por ejemplo en el reflejo de su sombra en el paisaje exterior.
La película, a diferencia de cualquier otra road movie, termina en algún lugar cualquiera de algún final posible, dejando todos los caminos abiertos, sin embargo no queda la sensación de algo inconcluso; De Jueves a Domingo es una postal de ese instante de sus vidas, ese fin de semana, sin un antes ni un después: un presente completamente embebido de cada uno de los personajes desde la mirada de Lucía.
Van, A. (2012). De jueves a domingo , laFuga, 14. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/de-jueves-a-domingo/551