“Mis películas son notas a pie de página de los libros que leo durante la filmación.”
Raúl Ruiz, Diario (vol. I, pág. 29)
“He leído algunas páginas de este diario tratando de ubicar el punto en que empiezo a volverme personaje. No hay tal punto: el personaje aparece y desaparece. ¿Quién es? De lo que leemos nos enteramos que lee mucho (no es cierto), que tiene una enorme curiosidad (trata de tenerla),
que padece de inclinaciones a la pose (exacto, pero ¿qué pose?).”
Raúl Ruiz, Diario (vol. I, pág. 111)
“Desde cierto punto de vista, vivo en el lujo. Desde otro, soy el más pobre de los cineastas. Pobre rico. Gastándome todo lo que tengo en libros, música y restaurantes.”
Raúl Ruiz, Diario (vol. I, pág. 192)
La publicación del libro Diario. Nota, recuerdos y secuencias de cosas vistas (vol. I y II) de Raúl Ruiz ha contribuido a conocer una dimensión distinta y más íntima de este cineasta nacional. En el Diario encontramos sus reflexiones cotidianas, en las que ensayaba ideas de todo tipo, formas de abordar las lecturas de los innumerables libros leídos por él, temas de películas por hacer, formas de resolver cinematográficamente las que se encontraba filmando, comentarios acerca de la vida cotidiana, anotaciones sobre las conversaciones sostenidas generalmente con amigos y amigas y dichos a propósito de las diferentes actividades que desarrollaba (rodaje de películas, caminatas, compra y colección de libros, música y objetos, reuniones de trabajo, vuelos en avión, comidas, etc.). De ahí que en este libro nos adentremos en el desarrollo de un pensamiento de gran profundidad metafísica.
El Diario fue editado por Bruno Cuneo, quien hizo una labor similar en el proceso de publicación de Ruiz. Entrevistas escogidas-filmografía comentada del año 2013. Los textos con los que trabajó en esta ocasión corresponden a una parte de los cuadernos escritos por Ruiz entre los años 1993 y 2011. El número total de cuadernos es indeterminado, porque perdió varios de ellos. De los que extravió, sólo algunos retornaron, gracias a amigos y conocidos que los guardaron y devolvieron. Tuve el privilegio de ver a Bruno en plena tarea de transcripción, durante varias de sus fases, lo cual me permitió conocer fotocopias de los cuadernos. El trabajo de transcripción, edición y corrección resultó ser una labor muy notable y rigurosa, dado el compromiso y la dedicación. Este esfuerzo se reflejaba, entre otras cosas, en el esmero puesto por aprender la forma o grafía de la escritura de Ruiz que a veces, a pesar de tal aprendizaje, obligaba a poner un empeño extra, para descifrar ciertos pasajes ilegibles de sus cuadernos.
La sinuosidad de su escritura probablemente se debía a la rapidez y espontaneidad con que iban surgiendo sus reflexiones; pero sobre todo a la misma forma de pensar que parecía tener Ruiz, caracterizada por un devenir digresivo. No es el momento de extendernos en este punto, pero la digresión es una de las particularidades que más interesaban a Ruiz del habla chilena, durante los primeros años de la década del 70 1Enrique Lihn y Federico Schopf, Diálogo con Raúl Ruiz en Revista Atenea, nº 500, II sem. 2009, págs. 265-279 (Originalmente, publicada en Revista Nueva Atenea, nº 423, julio/septiembre, 1970). Consistía en la manera de irse por las ramas cuando un chileno trataba de decir algo. A partir de este modo digresivo, por ese mismo periodo, elaboró formas y operaciones fílmicas destinadas a registrar los comportamientos de los chilenos en sus películas. Es decir, hizo del habla y del resto de los estilemas de la cultura popular chilena recursos y operaciones cinematográficas que modificaban el lenguaje del cine, poniendo en cuestión el método industrial de producción, junto con abordar críticamente los estereotipos de lo popular, propios de la cultura dominante u oficial.
El Diario de Ruiz plantea, al menos tres grandes desafíos, a la hora de querer realizar una síntesis de su contenido bajo la forma de una reseña. En primer lugar, la gran variedad temática que suponen las diversas anotaciones y registros hechos por Ruiz a lo largo de los años. En segundo lugar, la extensión del libro, pues son dos volúmenes que suman en total casi 1200 páginas. El volumen I abarca desde el año 1993 hasta el año 2001; en tanto, el volumen II va de 2002 a 2011. Ahora bien, a pesar de la cantidad de páginas su lectura es muy ágil y nunca deja ser interesante. En tercer lugar, hay un desafío, creemos, mayor a los anteriores: explicar la índole de las reflexiones y opiniones vertidas por Ruiz. Si bien no pretendemos entregar una versión definitiva de esto último, nos parece que en el Diario no nos encontramos con el desarrollo de un único pensamiento -digamos monolítico-, sino ante varios ejes de pensamiento en despliegue que pasan por distintos nudos problemáticos. Ruiz construye esos nudos al establecer relaciones que otorgan una gran riqueza al contenido de sus elucubraciones, haciendo aparecer sentidos inéditos, como resultado de una extraordinaria capacidad creativa. Podría incluso llegar a decirse que el director chileno piensa con la imaginación, toda vez que la profusión de vínculos rompen constantemente con la cadena de un razonamiento lógico tradicional. Los principios de identidad y de no contradicción aquí no rigen como principios que norman y limitan al pensamiento. Como diría el filósofo Alfred Whitehead (a quien Ruiz leyó gran parte de su vida) de lo que se trata es de una suerte de construcción imaginativa 2Alfred Whitehead, Proceso y Realidad, Editorial Losada, Buenos Aires, 1956, pág. 20. Para Whitehead esta expresión apuntaba a la función auxiliar de la imaginación respecto del pensamiento, lo cual permitía representar nociones que el lenguaje filosófico más formal no lograba por sus propias deficiencias y limitaciones.
Las reflexiones de Ruiz no tienen como medio auxiliar el juego representacional de la imaginación, sino que está en su centro. Un ejemplo fundamental es el ejercicio especulativo que recorre todo su Diario. Este ejercicio supone un impulso inverso al modo tradicional de desplegar la reflexión a través de un razonamiento; Ruiz mueve los límites del pensamiento gracias a la construcción imaginativa de la que hablamos más arriba. Con ella buscaría la expansión de sus fronteras, justo por favorecer la figura de la paradoja. Por esta razón, su quehacer reflexivo consiste en pensamientos que se hallan a la deriva, sin que eso signifique no saber lo que piensa o hace. Todo lo contrario, Ruiz era un gran conocedor de los autores, los textos y los contenidos sobre los que piensa y comenta. Asimismo, sabía muy bien lo que hacía, pues trabajaba mucho en la preparación de sus películas, de manera muy intensa y rigurosa. Durante este trabajo, y a lo largo de los días de rodaje, solía incorporar las más disímiles lecturas o referencias que, muchas veces, parecían desconectadas del cine. Sin embargo, su excepcional capacidad imaginativa le permitía dar sentido a ciertos aspectos, luego de pensarlos a partir de las ideas ligadas a sus films.
Por lo tanto, en el Diario de Ruiz podemos reconocer los entretelones de la manera en que pensaba sus películas antes, durante y después de filmarlas: asistimos a la lucha entre las ideas del cineasta, las exigencias de los productores y lo que la película misma iba demandando. No obstante, el de Ruiz no es un diario de filmación. Es mucho más que eso, afortunadamente. Como dijimos, es el registro por escrito de la reflexión de un artista y un intelectual de primer nivel; por lo mismo, a través de su lectura podemos aprender mucho y ser estimulados a pensar acerca de los temas tratados. Es un aprendizaje basado, como también ya afirmamos, en el desarrollo de las distintas formas de pensar y especular de Ruiz, gracias a sus diversas maneras de elaborar conjeturas sobre muchas cuestiones. Por ejemplo, su espléndido gusto por la música (era un melómano consumado) y sus lecturas, nos aproximan a autores y libros fuera de la órbita más común. Como buen lector voraz, había salido de las lecturas más convencionales; exploraba campos como la poesía china, medieval, teorías científicas, novelas de la más diversa índole, ensayos, diarios de otros artistas, tratados de antigua data y obras de autores “marginales”.
Decíamos que el contenido del Diario nos muestra incesantes apuntes acerca de sus lecturas, las ideas despertadas por ellas y sus potenciales relaciones. Una de las cuestiones más interesantes de lo anterior es conocer cómo Ruiz llevaba adelante sus lecturas, arribando a conclusiones siempre provisorias, a la manera de intentos de comprensión. Son provisorias ya que las pone a prueba, cuestionándolas hasta refutarlas, para cambiar sus propias ideas. Y sin embargo, no hay un único método definido; sólo una búsqueda motivada por imágenes que llaman ideas y conceptos. Ruiz solía utilizar las teorías para repensarlas y volverlas cinematográficas. Por lo mismo, no era un exégeta de los textos sino un adivinador de libros, de sus historias, ideas y teorías, como se llamó a sí mismo (Diario, vol II, pág. 85).
A pesar de la variedad de temas, nos gustaría destacar tres que nos parecen significativos, por medio de citas a ciertos pasajes del Diario. Los temas son los siguientes: “El Diario”, “Las películas y su poética del cine” y “Lo chileno”.
El Diario
La redacción del Diario llevó a Ruiz a reflexionar sobre la escritura del mismo, sus motivos y las exigencias del estilo:
“Me gustaría saber qué es lo que me empuja a seguir escribiendo este diario. Saber si hay lo que los lectores llaman una ‘motivación profunda’ y, en ese caso, por qué no más. Por lo menos, me ha servido para eliminar mi ligero temblor entre el pulgar y el índice de la mano derecha.” (Diario, vol. I, pág. 184)
“Hace algunas semanas leí una buena parte del Diario Íntimo de Luis Oyarzún. Raro leer diarios mientras se escribe un diario. Y esta costumbre tediosa me va ganando día a día. Hay tanto tiempo libre en los aeropuertos y en los restaurantes. Al mismo tiempo, tengo la convicción de que hay que preservar un tono ‘sin cualidades’. Algo que hermana a todos los diarios que he leído es ‘el gusto a poco’. No hay tiempo para explayarse y está el deber de realidad. Habría que ver lo que produce mentirse en un diario. Mentirse habiéndose prometido antes no dar leer el diario a nadie. Pero, ¿qué es nadie?. Neruda, en Estravagario, lo nombra: es uno de los fragmentos del hombre.” (Diario, vol. I pág. 91-92)
“Le doy más y más vueltas a los presupuestos que subyacen a un diario como éste. Hay que decirse que alguien lo va a leer. Hay que afirmar que no será lo suficientemente importante como para justificar la curiosidad de ese alguien. Pero hay otra cosa: está la magia de los hechos que tuvieron lugar, magia en el hecho de que la huella que dejaron en un diario es uniforme. Fascinación de esa casi inexistencia hecha trizas por la omnipresencia de la cronología. Otra cosa es volver sobre el diario, releerlo y resistir la tentación de corregirlo, de eliminar hechos, dichos, cosas y el vicioso placer de saberse capaz de asesinar avatares desdibujados. Estas burbujas nomádicas. Hace algunos días releí el día anterior después de haber escrito el día presente y me encontré con que había usado casi las mismas palabras para los mismos hechos, sólo que en un caso decía ‘haré’ y en el otro ‘hice’.”(Diario, vol. I, pág. 223)
“Como siempre, sigo con la manía de anotar en diferentes cuadernos los hechos mayúsculos y minúsculos de cada día.” (Diario Paralelo, vol. II, pág. 12)
Un dato curioso tiene que ver con que Ruiz escribió además un diario paralelo al oficial, lo cual demuestra que la construcción imaginativa mencionada antes era permanente en su escritura y sus reflexiones:
“Es raro escribir varios diarios al mismo tiempo (por el momento son tres, pero pronto serán cuatro o cinco). Me crea una ilusión de un complot entre mis diferentes identidades. Me siento como una trasnacional en competencia consigo misma. Ayer vi en la Rue Jean-Pierre Timbaud tres bares contiguos que pertenecían al mismo dueño y que están en competencia entre ellos.” (Diario, vol. II, pág. 70)
Las películas y su poética del cine
Respecto de sus películas, Ruiz usualmente en el Diario piensa sobre las ideas trabajadas en ellas y la producción de los films. Con los años, dichas reflexiones fueron configurando una poética del cine:
“Poco a poco empiezo a armarme de una teoría general del cine (no hay muchas), que dé cuenta del cine en general, de mi trabajo, pero sobre todo del cine por venir. Siempre según el principio: es la imagen que determina la narración y no lo contrario.” (Diario, vol. I, pág. 123)
“Escuchando sonata para cello y violín de Kodály. Buscando climas musicales que susciten imágenes y viceversa. Una de las cosas más inquietantes del cine es la mainmise de la música sobre la imagen. Su efecto predador. Su capacidad de unificar direcciones de secuencias en movimiento que divergen dentro de la imagen. Otro problema es el efecto forzosamente paródico de citación. Su capacidad de crear vasos comunicantes con otros films. Viejos problemas: todos los films están contados (principio retórico gracianiano) como los espejos. Sueño hacer un film visto por un vendedor de zapatos que sólo ve zapatos, de los que eventualmente caen historias como peras maduras.” (Diario, vol. I, pág. 46)
“El problema es el mismo: cómo poder proveer con un poco de tiempo, por dónde van a asomarse las ideas nuevas. Todos estos problemas son insuperables en los nuevos sistemas de producción, en los que cualquier cambio queda fuera de la cadena de ensamblaje y genera estupor y rabietas. Finalmente, se trata de dejar espacios abiertos a todos, actores, decorados, luz, etc., y ligarlos a último momento en situaciones que sean realmente nuevas.” (Diario, vol. I, pág. 50)
“Esta tarde me pondré a trabajar en mi participación en Chile con una ponencia: funciones del plano. Algunas ideas para el trabajo con actores y modelos narrativos. Un modelo narrativo no puede apartarse del film. Si bien durante el film se ve completado de diversas maneras: como un puzle, como un crucigrama. Al completarse debiera tener una especie de poder recapitulativo que funciona de dos maneras: por un lado, ‘moviliza’ la totalidad de las imágenes del film: congela el tiempo; por otro lado, insidiosamente acentúa el aspecto fragmentario: cada pedazo tiene apetición de un cuerpo diferente, de un organismo diferente. Respecto al juego, no es muy distinto de un juego de la vida al que se le hubiese aplicado el Método Montecarlo.” (Diario, vol. II, pág. 53)
“En el cine, ¿qué quiere decir usar una trampa? Imaginemos un campo-contracampo en el que nos hemos instalado cómodamente y en el que de repente hace irrupción un personaje, que no conocemos, que responde por uno de los dos interlocutores del campo-contracampo, y antes de que tengamos tiempo de darnos cuenta el interlocutor al que nos habíamos habituado reaparece. Alguien dirá al verlo: ‘Es una imagen útil’ (pero ¿de quién de los dos?). Otro: ‘Es un flashback’ (¿pero de qué?). Otro: ‘Es un fantasma.’ Muy pocos dirán: ‘Es una trampa’, pero de seguro que la perturbación provocará mayor intensidad en la atención del espectador.” (Diario, vol. II, pág. 95)
Lo chileno
Lo chileno fue abordado por Ruiz desde el comienzo de su filmografía, a finales de los años 60. Hasta antes del golpe de estado cívico militar de 1973 en Chile, y un poco después, siguió preocupado del tema, particularmente, respecto de la cultura popular chilena. Sin embargo, luego de realizar Diálogo de exiliados (1974) no volvió a él en sus films, hasta 1983 y de ahí hasta mediados de los años 90. La mirada de Ruiz respecto de Chile siempre fue ambivalente: ahondaba ciertas cuestiones bajo un halo cada vez más melancólico; pero también solía mostrar juicios críticos en sus películas y por medio de sus propios dichos. Indirectamente, gracias a la alegoría y un lenguaje simbólico, sus críticas se dirigían a la transformación de las condiciones del país, como consecuencia de la imposición del modelo neoliberal durante la dictadura y su posterior desarrollo y consolidación a lo largo de los gobiernos postdictatoriales:
“Pero los chilenos creen en pocas cosas o, más bien, no han inventado la función entitativa ‘creer’: la suspensión de la incredulidad no existe. Quizás por eso la única actividad intelectual del chileno sea acumular muchos conocimientos, a condición de que no sirven para nada. Apenas comienzan a servir, dejan de ser creíbles.” (Diario, vol. I, pág. 25-26)
“La soirée termina a eso de la 1 am. Una buena parte de los notables de la cultura estaban ahí, discutiendo de todo. Una mezcla de entusiasmo e indiferencia difícil de explicar. La mayoría han estado en Chile y se han sentido en el deber de hablarme del país. Llegado el momento me irrité y comencé a decir horrores del país. A un adorador de todo lo chileno le expliqué que, si en este mundo nos portábamos mal, en el otro, como castigo, seríamos chilenos. Luego me extendí explicando por qué creía que Chile era un infierno moral. El interlocutor, funcionario de comunicaciones y asesor de TV chilena, me escuchaba entre divertido e inquieto.” (Diario, vol. I, pág. 57)
“Ayer recibí el premio Nacional de Artes de la Representación. Lo entregó el presidente y leí un discurso inspirado en algunas paradojas a la Chesterton. Estoy en Chez Henry tomando el aperitivo que me ayudará a enfrentar la horda de amigos con que almorzaré en El Arrayán. De aquí iré a abrir una cuenta en el Banco Santander. Ayer almorcé con mis familias. Cené con María Teresa 3Rodas, Javier y Berta 4Labra. Valeria me acompañó en todo. Mi discurso salió publicado en El Mercurio. Tres errores. No es mucho para Chile.” (Diario, vol. I, pág. 228)
“Un inglés (como un chileno) es alguien que pierde la mitad de su vida buscando la falla en su prójimo.” (Diario, vol. II, pág. 92)
El Diario, como se deja ver en las citas hechas del texto, se conforma de comentarios, ideas y opiniones todavía en tránsito. Se perfilan, pero sin terminar de definirse. Lo anterior, no obstante, no es un defecto de este tipo de género, pues como indica el mismo Ruiz le es inherente el hecho de dejar “gusto a poco” luego de leerlo, producto de la condición muchas veces sucinta de cada observación. Pero pese a su brevedad, es posible reconocer en las distintas notas la emergencia de una profundidad de sentido que invita a ser explorada. Es la invitación a seguir el camino de sus referencias y derivaciones. Y en eso parece consistir el Diario, es decir, en embarcarse en la especulación de ciertas ideas y experiencias, con tal de ensayar con ellas. De ahí que su lectura ofrezca la posibilidad de conocer y disfrutar la complejidad creativa de los pensamientos de Ruiz, junto con hacernos participar de ellos. Como lectores y lectoras, podríamos realizar el ejercicio de elaborar nuestras propias conjeturas gracias a las reflexiones sugeridas por el director chileno.
Miranda, C. (2018). Diario de Raúl Ruiz, laFuga, 21. [Fecha de consulta: 2024-12-02] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/diario-de-raul-ruiz/889