La pandemia global y la consecuente transición de gran parte de las tareas productivas y de las escenas sociales hacia la esfera “virtual” ha enfatizado la necesidad de repensar la relación entre la pantalla, lo digital y nuestra existencia corporal. Esto se sobrepone, además, a un contexto de crisis política y social que se vive no sólo en Chile sino en distintos lugares del planeta, y en los cuales se hace evidente una demanda por nuevos conceptos desde donde pensar el vínculo entre la imagen, el cuerpo, la técnica y lo social.
En el caso de la pandemia, la reducción de la vida a la pantalla parece acelerar una tendencia propia de las últimas décadas caracterizada por la tensión entre nuestra corporalidad orgánica y los flujos digitales de información. Franco Berardi, entre otros, ha enfatizado los límites del cuerpo y de la subjetividad humana expuestos a la aceleración de las tecnologías de la información y comunicación (que a su vez responden a un proceso de aceleración que es inherente al modo de producción capitalista). Desde esta perspectiva, los efectos tecnológicos y sociales causados por la pandemia constituyen el capítulo más reciente de una historia de conflicto entre el trabajo y el capital, entre lo humano y la máquina, entre el carbono y el silicio. Que la “fatiga” propia del teletrabajo pareciese ser la nueva norma no es un accidente, es la consecuencia de una historia de subsunción de la vida a las diferentes formas del capitalismo informacional y cognitivo.
En el caso de las distintas movilizaciones sociales vividas en los últimos años tanto en Chile como en otras partes del mundo, lo central pareciese ser el carácter eminentemente performativo de imágenes que buscan resistir precisamente a la precarización producida por esta historia de subsunción de la vida al capital. No se trata ya de registrar lo real en vistas a su mera reproducción y conservación, sino de utilizar la imagen para actuar sobre lo real, cuestionando el orden de lo dado. Mientras las grandes corporaciones de las TIC, los medios de comunicación y los canales oficiales utilizan la imagen para incitar la reproducción de un determinado orden, los individuos que se manifiestan apelan a las imágenes (tanto físicas como digitales) como mecanismos de acción política. Así como los cuerpos orgánicos buscarán la ocupación y saturación de la calle, los cuerpos de las imágenes ocupan los muros de la ciudad y los muros de las redes sociales, propagándose viralmente y resistiendo a los canales tradicionales de información.
Ahora bien, todos estos fenómenos se dan en un contexto de automatización en el cual gran parte de las imágenes son producidas e incluso consumidas por algoritmos. De forma un tanto profética, Paul Virilio llamó a estas tecnologías “máquinas de visión”. Trevor Paglen, por su parte, nos habla de “imágenes invisibles” para definir el flujo de imágenes producidas “por máquinas y para máquinas”. Tanto nuestro ojos como los objetos que componen nuestra “cultura visual”, nos dice, son “objetos corpóreos”. Pero en el nuevo contexto de visión maquínica, estos objetos corpóreos (incluidos nuestros ojos) se comienzan a tornar prescindibles. Esto, sostienen autores como Trevor Paglen e Hito Steyerl, pareciese exigir una reformulación de las categorías desde donde pensar la relación entre imágenes y poder. Se abre así un nuevo territorio para los estudios visuales que requiere ser desarrollado con urgencia y sin el cual el análisis de los fenómenos contemporáneos descritos más arriba corre el riesgo de quedar incompleto.
El presente dossier responde a este llamado a pensar la relación entre imagen y poder desde nuevas perspectivas y a la luz de nuevos fenómenos técnicos. Para ello, explora desde una perspectiva transdisciplinar los cruces, conflictos, solapamientos y tensiones entre imágenes, cuerpos y algoritmos. Cabe destacar, ante esto, el carácter heterogéneo del dossier. Esta heterogeneidad atañe no solo los temas aquí tratados, sino también las metodologías, las perspectivas teóricas, los campos disciplinares en juego, y sus baterías bibliográficas. Parece ser que la complejidad del asunto requiere una combinación no menos compleja de metodologías y disciplinas. Más aún, este carácter heterogéneo también se presenta en la diversidad de formatos de las 13 piezas que componen el dossier: ensayos originales, traducciones, entrevistas, conversatorios e incluso una pieza audiovisual. Cada uno con su propio tono y estilo.
Iniciamos el recorrido con el artículo de Agustín Berti, quien explora la crisis del carácter “indicial” de la imagen (como sustento estético y epistemológico) en la era de la visión artificial: ¿qué sucede con las categorías tradicionales para pensar la representación cuando el humano pierde su lugar privilegiado como productor y consumidor de imágenes? Berti explora así un relato de los fenómenos que han marcado esta historia de liberación de la imagen de la mano, del ojo y de la agencia humanos. Diego Gómez-Venegas, por su parte, realiza un vínculo entre artes mediales y nuevos aparatos conceptuales para pensar la noción de “redes vivas”. Su objetivo es relevar un pensamiento del conjunto, de la red y del sistema para explorar con ello los modos contemporáneos de la producción, acumulación y circulación de información. Francisca Alarcón y Camilo Ríos desarrollan una reflexión sobre la idea de lo post-viviente como el encuentro entre lo orgánico y lo no-orgánico, entre el carbono y el silicio, a partir de la obra en soporte GIF Ínsula, del artista chileno Jon Jacobsen. En cuarto lugar, Miguel Gutiérrez despliega un extenso repertorio de las imágenes generadas por drones en la visualidad contemporánea, destacando tanto su carácter como aparato de vigilancia como su potencial crítico y creativo. A partir de esta tensión, Gutiérrez reflexiona sobre cómo esta tecnología ha comenzado gradualmente a normalizar nuevas representaciones contemporáneas tanto de los espacios públicos como los privados. Claudio Celis y Francesco Sticchi indagan sobre la cuestión del trabajo vivo en la era del “capitalismo algorítmico”. Utilizando como caso de estudio el capítulo “San Junipero” de Black Mirror, Celis y Sticchi se preguntan si es posible imaginar un capitalismo que continúe explotando a los sujetos humanos aún después de su muerte orgánica, problematizando con ello el límite de la subsunción de la vida al capital. En el siguiente artículo, Pablo Weber examina la posibilidad de un “Cine Flarf”. Tomando la noción de la poesía Flarf y desplazándola hacia el campo audiovisual, se pregunta en qué medida las tecnologías algorítmicas pueden ser reapropiadas para darles nuevos usos críticos y creativos. Por último, Valeria Radrigán combina su reciente investigación sobre sexualidad digital con el marco conceptual de Bernard Stiegler. De este modo, desarrolla una propuesta de cómo la “organología” puede ofrecer nuevas luces sobre el cruce entre cuerpos y algoritmos. Estos siete textos constituyen la primera parte del dossier, la cual corresponde a los ensayos originales.
La segunda parte del dossier es aún más heterogénea y está compuesta de tres traducciones, una entrevista, un conversatorio y una pieza audiovisual. La primera traducción, a cargo de Javier Blanco, Agustín Berti y Andrés Ilcic, corresponde al texto “El nooscopio de manifiesto” publicado por Matteo Pasquinelli y Vladan Joler en 2020. Este importante texto examina en qué medida las nuevas tecnologías de aprendizaje maquínico tienen como modelo el reconocimiento de imágenes. De este modo la nueva episteme que surge de esta tecnología tendría un fundamento esencialmente visual. El dossier luego incluye una traducción de dos capítulos del libro AI Art de Joanna Zylinska. En el primero de estos capítulos, Zylinska explora la idea de una “historia del arte posthumana” que pensaría la producción artística a partir de una noción no-antropocéntrica de creatividad. En el segundo capítulo traducido, Zylinska desarrolla una lectura crítica de las obras de arte algorítmico producidas por grandes corporaciones, obras que responden más a una operación publicitaria que a una intención crítica y reflexiva. Ambos capítulos van acompañados por una entrevista realizada a Joanna Zylinska por Claudio Celis y Pablo Ortúzar Kunstmann que expande y profundiza en algunos de los puntos mencionados en dichos capítulos. La tercera traducción aquí incluida corresponde al texto “El bosque bio-cibernético” de W.J.T. Mitchell. En este texto, que surge a partir de una interpretación de la obra del artista catalán Max de Esteban, Mitchell realiza una reflexión sobre qué significa “pensar” en el nuevo contexto de “inteligencia artificial”. A partir de una relectura de algunos pasajes de Heidegger, Mitchell se pregunta en qué medida es posible seguir sosteniendo una diferencia ontológica entre humanos y máquinas en el nuevo contexto de tecnologías algorítmicas, y cuáles serían las consecuencias de ello. El ensayo de Mitchell va acompañado con una pieza audiovisual del propio Max de Esteban, estableciendo un fuerte diálogo transmedial entre texto e imagen. Por último, incorporamos un diálogo colectivo coordinado por Iván Pinto en el cual participaron Carolina Gainza, Flavia Costa, Andrés Maximiliano Tello y Pablo “Manolo” Rodríguez. En este conversatorio se reflexiona sobre muchos de los puntos presentes en este dossier. A su vez, el conversatorio permite consolidar un importante trabajo de colaboración que se ha desarrollado entre académicos chilenos y argentinos durante los últimos años y que tiene como objetivo reflexionar sobre los nuevos vínculos entre imágenes, tecnología y política. De este modo, creemos que el conversatorio ofrece un buen cierre al dossier, que a su vez funciona como punto de apertura a una serie de temas y problemas que recién iniciamos a pensar.
Quisiéramos aprovechar, por último, de agradecer la buena voluntad y generosidad de todas y todos quienes han participado de este dossier; en particular mencionar a quienes han facilitado sus trabajos previos para formar parte de este número: Joanna Zylinska, Matteo Pasquinelli, Vladan Joler, W.J.T. Mitchell y Max de Esteban. Creemos que su trabajo es fundamental para comprender los fenómenos visuales en la era de las tecnologías algorítmicas y nos entusiasma poder ofrecer aquí algunos fragmentos traducidos.
Claudio Celis y Wolfgang Bongers