Desde la presentación, incluyendo sus prólogos escritos por figuras relevantes del audiovisual nacional como son Carlos Flores y Pedro Chaskel llegando a su último capítulo queda claro que estamos ante un libro que es una rareza a nivel nacional: un contundente tratado sobre el montaje de cine documental. Pero no sólo eso, pues queda de manifiesto que Donoso no pretende establecer una fórmula o método específico a la hora de determinar la métrica, el sentido y/o alguna idea detrás del montaje. Se distancia, así, del “manual” o la “teoría” pura del montaje, vinculando esto al diálogo, al pensamiento y al quehacer.
Luego de presentar su enfoque en la primera parte, la autora se remite a proponer ejemplos específicos, relacionados exclusivamente al documental de autor, por medio de entrevistas a realizadores, montajistas y realizadores-montajistas nacionales, además de una serie de capítulos sobre ámbitos técnicos del montaje. Estructurando su discurso a través de citas a múltiples autores (desde Sergei Eisenstein hasta Peleshyán), Coti Donoso ahoga su propia voz entremedio de una cacofonía de voces selectas, lo cual da cuenta de la ausencia de una única visión frente al “deber ser” del montaje documental, priorizando, en vez, la idea de que no hay un método universal para el montaje documental.
Resulta curiosa esta posición de la autora a la hora de establecer dogmas o normas tal como lo haría un Eisenstein o incluso un Rafael Sánchez (frecuentemente referido como el autor del “otro” libro sobre montaje escrito en Chile, o al menos como el más importante), debido a que la obra exuda demostraciones sobre el profesionalismo y vasta experiencia en el montaje documental de la autora, quien no solo ha pasado más de una década trabajando exclusivamente en ese “género”, sino que también como docente de la materia.
Uno de los ámbitos fundamentales a la hora de dirigir y montar un documental, es la claridad y determinación de un punto de vista, que, plasmado en el trabajo de montaje, resulta finalmente en una proyección perfecta de la visión del realizador. En este libro sucede lo contrario: sus argumentos parecen diluirse entre largas citas a nombres reconocibles, las que a veces son contrapuestas en la misma página con alusiones a otros autores que plantean lo contrario. Esto forma una dialéctica que deviene en algo más pedagógico que doctrinario.
Queda esclarecida entonces, la intención final de la obra como tal: ser bibliografía de cursos tanto de realización como de montaje documental. Entendido de esa manera, resulta una buena herramienta para los estudiantes, gracias a que propone una serie de exponentes y textos que pueden complementar y ampliar la percepción sobre las posibilidades del documental. Las entrevistas incluidas, son parte del material más valioso, aunque editadas de forma singular. Montajistas y realizadores presentan sus ideas reiteradamente, pero expresan una visión interna y bastante exclusiva al proceso de montaje de obras recientes como Surire (2015, Perut, Osnovikoff), así como clásicos del cine documental nacional como El Charles Bronson Chileno (o idénticamente igual) (1984, Flores).
El punto álgido del libro se encuentra en la entrevista hecha a Pedro Chaskel, la que confirma no sólo su posición como el primer cineasta nacional en concebir el montaje como un lugar para la creación artística, sino que también su origen autodidacta. Este realizador establece marcados límites tanto políticos como morales sobre lo que se debe hacer o no a la hora de ejecutar el montaje documental. Esto contrasta curiosamente con la entrevista hecha a Bettina Perut e Iván Osnovikoff, la cual vislumbra claras diferencias a nivel formal, ético y moral con Chaskel y el del resto de los entrevistados, poniendo en cuestión también la responsabilidad sociopolítica del documental, enalteciendo más bien su valor estético. Lamentablemente, Coti Donoso no profundiza en esta discusión y rompe la atmósfera de la entrevista, preguntando cómo es que la dupla de directores organiza el material que han grabado a la hora de empezar el montaje.
Pese a no decretar un dogma, ética o política del documental, Coti Donoso sí sugiere un método para comenzar a montar: revisar todo el material filmado, crear un primer corte en orden cronológico, coordinar discusiones con el director (o con otras personas en caso de ser director y montajista), formular nuevas alternativas de cortes, realizar visionados para recabar opiniones y por supuesto, evitar el guión a toda costa. Esto lo realiza a través de segmentos escritos por la montajista entre las entrevistas, lo cual viene a reforzar algunas de las preguntas ya realizadas, así como las respuestas de realizadores que indican cuál es el método que usan desde que se enfrentan por primera vez al material del proyecto documental.
A nivel pedagógico, este método se vuelve fundamental para quienes se enfrentan por primera vez a la labor de montaje, pero en términos discursivos su contenido parece no querer competir con la contextura del resto de la obra, particularmente cuando en las secciones teóricas Donoso necesitase justificar cada uno de sus enunciados teóricos con la cita de un nombre, sin necesariamente plantear una crítica o un punto de vista propio al respecto. Finalmente, el desorden y reiteraciones del libro podrían responder a un afán relacionado con lo educativo, mientras que la falta de una poética personal responde a la libertad que quiere instituir dentro del ámbito del montaje como para quienes leen el libro con afán de insertarse en el medio.
Grijalba, J. (2018). El otro montaje, laFuga, 21. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/el-otro-montaje/892