El rastreador de estatuas (2015) es el primer film ensayo de Jerónimo Rodríguez, que luego de pasar por diversos festivales se estrenó en Chile. El narrador del film es Jorge quien cuenta una experiencia de búsqueda en primera persona, en voz y cámara, pero que nunca se hará visible en el film.
A partir de un documental que está viendo en la tele a Jorge le viene súbitamente un recuerdo: la estatua de un médico portugués que su padre le mostró en algún parque de Santiago. Este recuerdo difuso, no lo dejará tranquilo, sus neuronas se inquietan, creen detectar allí una intriga que le atrae, una búsqueda sintomática de algo personal e histórico. Chileno, radicado en Nueva York, Jorge aprovechará sus visitas al país de origen para comenzar la pesquisa. En un inicio la intriga es saber ¿donde está la estatua?, ¿quién es ese médico?, ¿porqué se lo quiso inmortalizar en un parque de Santiago? Pero a medida que avanza la película la intriga no adoptará el procedimiento del desocultamiento de un secreto, sino por el contrario el de la multiplicación de los referentes. Así las imágenes de su juego detectivesco, se mezclan con las imágenes de la historia política y cultural y las del cine mismo; las que contrastan con la ausencia de la imagen de aquel busto que se escurre de los ojos de Jorge y su cámara.
Jorge, el yo ficcional del director del film Jerónimo Rodríguez, recorre la ciudad de Santiago en búsqueda de pistas, principalmente en los parques y plazas, pero también en la calle San Diego y en la Biblioteca Nacional. A medida que avanza el film las cartografías se sublevan, los mapas se confunden: Nueva York, Lisboa, Buenos Aires, con sus plazas y pistas se entrelazan en su búsqueda. Afloran así imágenes por asociación libre, imágenes de la historia, la cultura y su vida familiar: los videos de operaciones de su papá cirujano, la Unidad Popular, la URSS y el fútbol. Las neuronas de Jorge se dispersan, arman y desarman vínculos entre imágenes. La ciudad imaginaria no se construye con placas, bustos o carteles indicadores, sino con imágenes vinculantes que corren en paralelo. Se conforma así una exploración dominada por la ausencia –el busto que no aparece- y los reversos -los personajes con doble nacionalidad, la condición de ser dos al mismo tiempo: Juan y Jerónimo-.
El rastreador de estatuas es un film que despliega una memoria personal, histórica y de las imágenes en un espacio. Decimos una porque ya a esta altura sabemos que los documentales ensayos juegan con las bisagras de la ficción de la memoria y la ficción cinematográfica conjuntamente, partiendo de la premisa que toda memoria es siempre un punto de vista, la construcción de un mecanismo sensible y antropológico desde y con las imágenes. En este caso, más que una memoria que se despliega en el tiempo discontinuo, se trata de una búsqueda de anclajes espaciales, una cartografía de la memoria que ensaya una continua georeferenciación: la incesante búsqueda en plazas de Santiago que tendrá desenlaces pero no hallazgos.
Así El rastreador de estatuas a través de una intriga casi policíaca nos ofrece una documental ensayo sobre la memoria que se aleja de los retratos de la intimidad, o quizás al igual que los films de Ignacio Agüero viene a reformular esa relación. Y tampoco la memoria viene aquí a declarar su imposibilidad o a revisar las narrativas históricas, sino que se convierte en el mismo procedimiento del film: la memoria como el devenir de una encadenación de imágenes, la memoria como montaje de una imagen ausente.
Lattanzi, L. (2017). El rastreador de estatuas, laFuga, 19. [Fecha de consulta: 2024-12-02] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/el-rastreador-de-estatuas/810