Enigma

Mirar y mirarse en la TV chilena

Por Manuela Jorquera Juacida

Biografía +

Manuela Jorquera Juacida (25) es titulada en Dirección Audiovisual de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Escribe críticas para la revista El Agente Cine, y ha colaborado en distintas actividades académicas. Actualmente cursa un posgrado MFA de Screenwriting en la UCLA, Estados Unidos. 


 
 

El 25 de junio del año 2016, el cuerpo de Nicole Saavedra Bahamondes (23) fue encontrado  en el Embalse Los Aromos de Limache, en la región de Valparaíso.

Nicole estaba con las manos atadas y con evidentes señales de tortura en un sitio eriazo. Hasta la fecha, no hay responsables y la familia de Nicole denuncia inoperancia tras cuatro fiscales y dos brigadas investigadoras de la PDI. La familia en conjunto con organizaciones feministas y lesbofeministas han hecho protestas, han hablado con la prensa e incluso se tomaron la fiscalía de Quillota.

Señalado como un crimen lesbofóbico, la familia de Nicole cuenta que su hija había recibido amenazas en varias ocasiones debido a su orientación sexual.  

El caso sin resolver de Nicole Saavedra recuerda a otros casos mediáticos como Nabila Riffo, Fernanda Maciel y Ámbar Cornejo. La inoperancia policial y la rabia de vecinos  son debatidos en televisión y saturan las redes sociales.

Los matinales basan sus programas en invitar a familiares de víctimas, a expertos forenses e incluso a personalidades de la televisión para opinar y hacer preguntas. El morbo de la última hipótesis, de los últimos minutos de la víctima han llegado al punto donde se han expuesto informes médicos. ¿Hasta dónde se puede llegar? Dramatizaciones y reportajes sensacionalistas que realizan matinales como “La mañana” (Chilevisión) tienen su origen en los programas policiales de los años 90. “Enigma” y otros programas como: “Me Culpa” o “El día menos pensado” se dedicaron a ficcionar crónica roja y gozaron de mucha sintonía. 

Desde esa época, en Chile, las recreaciones/dramatizaciones se hicieron populares. Hablar en televisión sobre violadores, asesinos en serie, psicópatas y crímenes violentos ya no era raro. Tampoco era raro que apareciera humo durante las entrevistas o que hubiera música de terror de fondo. 

Enigma tiene como protagonista a Nancy (Roxana Campos), una peluquera y dueña de casa, que es contactada por el programa policial “Enigma” para hablar sobre el asesinato sin resolver de su hija Sandra (18). Al programa le interesa realizar un capítulo sobre el caso de Sandra quien fue asesinada bajo extrañas circunstancias, aún sin sospechosos ni culpables. Nancy deberá tomar una decisión que no pasará inadvertida en su familia. El pasado no quiere ser removido por todos.

Con similitudes al caso de Nicole Saaverdra, Enigma gira en torno al crimen lesbofóbico de Sandra, la hija mayor de Nancy, que tras 8 años sigue sin resolver. Desde la primera escena, Jurisic marca un distanciamiento entre el productor de TV y Nancy. El productor siempre está de espaldas y fuera de foco. Nunca se ve su rostro y en primera instancia, confunde a Nancy con otra mujer. Este distanciamiento formal contrasta con el diálogo: el productor le insiste a Nancy que es buena idea exponer el caso de Sandra en TV. Motivado,  le repite una y otra vez: “le vamos a dedicar 90 minutos, un capítulo entero, la queremos ayudar”. Para la familia no es fácil hablar de Sandra. Su lesbianismo es un tema tabú: que tenía el pelo corto, que se vestía con ropa de hombre, que tenía una “amiga”. Todos tienen algo que decir. Las hermanas de Nancy discrepan: que no vaya, que no los expongan, que pueden perder el trabajo. Las hijas menores de Sandra fuman a escondidas y perciben como su mamá está nerviosa y pensativa. El fantasma de Sandra volvió a aparecer por la casa.   

La puesta en escena se plantea en torno Nancy quien se debate entre ir o no al programa. Nancy fuma y se mira al espejo en repetidas ocasiones. Ver su rostro doblado en la pantalla evoca lo confundida que está: ¿Valdrá la pena salir en TV?

Como otro recurso, parece inscribirse una estética del pelo y el cambio. Nancy, de profesión peluquera,  se tiñe y destiñe el pelo muchas veces en el film: de negro a castaño, de castaño a negro y siempre está peinando su cabeza o la de otras mujeres. Teñirse el pelo parece ser una señal de cambio, de decisión, sin embargo, tanto teñido simboliza más bien un estado de confusión o de disimulo. Algo está metido en la cabeza de Nancy y pese a todos los colores y peinados que pueda tener, algo está estancado en su cabeza. 

Desde otra perspectiva, se puede decir que Nancy se siente en control con su pelo. No necesita ayuda para teñirlo, lavarlo o peinarlo. Es su trabajo pero también refleja su estado emocional. Tanto peinado y color de pelo puede significar un método, una herramienta que la ayuda a pensar o a tomar una decisión. Cambiarse el color de pelo es un cambio de escenario que altera su apariencia: como ella se ve y cómo la ven los otros. Quizás teñirse el pelo representa el cambiante escenario que enfrenta Nancy y la televisión: a ratos vista como una importante solución, en otros, vista para entretenerse, para ver la teleserie cebollenta. ¿Se puede tomar en serio la TV?

 La ansiedad que remueve el pasado también se manifiesta en todo lo que fuma. Durante toda la película Nancy, su hermana y sus hijas prenden y apagan cigarros en interiores. Hay una sensación de encierro/frustración en Nancy quien con el pelo goteando, fuma y se mira al espejo. Parece a ratos como si fumar la ayudara a respirar, a contener lo que sufre.

Es interesante plantear cómo la puesta en escena contrasta el humo de los cigarros con el humo de hielo seco que ponen en el set de TV. El primero es una característica de los personajes, fruto de ansiedades, de hábitos marcados por el paso del tiempo y el dolor que no se resuelve. El segundo, es un humo artificial, un juego televisivo, un espectáculo que crea una atmósfera de película de misterio. Cuando Nancy fuma ansiosa, lo hace encerrada en el baño, en su pieza y se retrata desde lo cotidiano, desde la intimidad y las ganas de esconderse. De forma contraria, cuando el humo aparece en el set de TV, Nancy se distrae, el humo interrumpe su testimonio para aportar show. De esta manera, el humo crea un distanciamiento entre lo que siente Nancy, ansiedad, y lo que la TV quiere de ella: un show, un espectáculo.     

Desde la puesta en escena de los espacios, Enigma se desarrolla en su mayoría en la casa de Roxana y en su peluquería. La película respira lo cotidiano con plantas de interior, televisores encendidos y mujeres tiñéndose el pelo. Todas viven juntas y revueltas, siempre haciendo algo: se están depilando, peinando, haciendo la invertida o contando secretos, confidencias. Los hombres por otro lado, nunca hablan y apenas interactúan. No responden cuando les hablan y están pegados en la televisión. Son fantasmas. 

Dónde dejar a las niñas es una constante que se repite a lo largo de la película. Nancy pasa el tiempo entre la peluquería y la casa de sus hermanas donde deja a sus hijas. Hay una constante preocupación por las jóvenes, de no dejarlas solas, de siempre estar vigilándolas, quizás como un residuo de lo sucedido con Sandra. Así, las niñas en uniforme escolar rotan de casa, de tías y de espacios escuchando las distintas versiones de Sandra y su pasado.    Las jóvenes perciben la tensión pero no forman parte del debate. Se la pasan en pijama, fumando a escondidas y conversando como cómplices. También les afecta lo de Sandra o mejor dicho, el imaginario de su hermana. La progresión del conflicto se evidencia con ellas, ya que son testigos de discusiones, cahuines y  peleas. Son ellas las que perciben el enorme elefante blanco en el living: SANDRA

Desde otro extremo, las hermanas de Nancy funcionan como opuestos que profundizan las dudas de la protagonista. Esperanza (Claudia Cabezas), por un lado, le recuerda a su hermana que Sandra “andaba en cosas raras” y se opone a que Nancy salga en televisión. Por otro lado, Marta (Paula Zuñiga) resulta un apoyo para Nancy pero también la saca de quicio. Marta, muy cercana a Sandra, aún mantiene contacto con sus amigas, en particular con Laura Gómez, la novia de Sandra en esos tiempos. Nancy se desespera con tanta información y cahuín.

Finalmente está su marido, Jaime (Rodrigo Pérez) quien apenas habla en la película. Hombre distante, parece a ratos una presencia más que una persona. En una escena central, ambos se enfrentan. Nancy encara a Jaime por saber que Sandra tenía una novia. Él le dice que eran cosas de mujeres, que él no se tenía que meter. Consternada, Nancy le dice que está decidida en ir a la televisión. Jaime más que oponerse, se calla. La muerte de Sandra le hizo perder el habla por mucho tiempo. Que la TV vuelva a pasado le produce el mismo efecto.

Desde la puesta en escena, la confrontación entre Nancy y Jaime ocurre de noche, con una pantalla de TV encendida (de fondo) que ilumina la cocina. Este recurso que “ilumina”, puede simbolizar la esperanza que siente Nancy por esclarecer los hechos y obtener justicia frente al oscuro enigma de Sandra. La luz de la TV puede iluminar una pieza, pero no es una lámpara. Nancy sabe lo que la TV quiere de ella: rating.  

En las últimas escenas de la película se profundiza en torno al mundo al interior de la televisión:  Nancy acompañada por Marta llega al set de grabación. Sin ningún tipo de consideración son recibidas por la productora. Como si fueran un estorbo son relegadas a maquillaje mientras escuchan los gritos y la sobre dramatización de los actores que interpretan a su hija Sandra y a su novia. Los actores se ríen, actúan mal y no tienen ningún respeto por Nancy que está al lado suyo. Nancy, abrumada por todo, es llamada para hacer la entrevista final. Con máquinas de humo y  luces de interrogatorio, es entrevistada por una periodista que acaba de aparecer. “No se te ve la cara”, le dice Marta a Nancy en medio de la entrevista. La periodista vuelve a entrevistar a Nancy fingiendo un interés absurdo y plástico que choca al espectador. Sobre un monitor de pantalla, aparece el rostro de Nancy quien, pese a todo, aún mantiene la esperanza de que en la exposición tendrá una recompensa. Lo patético del set, los malos actores y el hielo seco cierran la película.

De esta manera Enigma, se posiciona desde las familias que están detrás de crímenes mediáticos y de cómo muchas veces no tienen a quién recurrir para obtener respuestas. La injusticia y la impunidad son pan de cada día para millones de personas que siguen sufriendo por la muerte/desaparición de seres queridos. La película de Ignacio Jurisic da cuenta de cómo en los años 90 hablar de lesbianismo era mal visto y cómo la televisión se aprovecha de ese morbo.

Acusando interés por un crimen lesbofóbico, Enigma ilustra cómo el espectáculo televisivo, lejos de querer ayudar a una familia, busca entretener con el dolor ajeno y el morbo. Una realidad que se mantiene hasta el día de hoy.  ¿Cuándo la televisión ha evitado un asesinato? 

Tras el crimen de Ámbar, salió a la luz un capítulo de Mea Culpa donde se dramatiza la vida del padrastro y asesino de Ámbar Cornejo. Carlos Pinto lo entrevista y el programa termina con Hugo Bustamante en prisión. Sin embargo, el capítulo no impidió que Bustamante saliera libre y volviera a asesinar.

¿Qué hay detrás de estos populares programas de TV? ¿A quienes eligen para protagonizar sus historias?

Es evidente cómo en estas circunstancias se cruzan el clasismo, el morbo y la injusticia. Quizás la mayor pregunta que aborda Jurisic en su película es: ¿Qué pasa cuando el espectáculo se vuelve la única oportunidad para ser escuchado? ¿Se puede ayudar y entretener al mismo tiempo? ¿Es la TV desinteresada?

 

 
Como citar:
Jorquera, M. (2021). Enigma, laFuga, 25. [Fecha de consulta: 2024-12-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/enigma/1043