De entre todas las tensas e irresolutas relaciones que hemos establecido con el vecindario latinoamericano, tal vez únicamente con México –nuestro antípoda geográfico– es con quien nunca hemos dejado de estar gustosamente dispuestos a engullir los múltiples contenidos que se han asomado, y enquistado lánguidamente, desde que las comunicaciones y la flexibilidad del idioma lo permiten. Es fascinante que nunca ha escandalizado la presencia cultural de México, presencia hace décadas ya prácticamente diluida, impregnada y aceptada a través de todo el imaginario nacional; cinematográfico, televisivo, musical, deportivo, lingüístico, indigenista incluso…
Pareciera ser que la cultura mexicana es por lejos la más entrañable, la más adorable y la más respetable, incluso para nuestro siempre quisquilloso juicio polar, para el inquebrantable resquemor y miramiento desconfiado para con otras manifestaciones del habla hispana con las que siempre se renueva el encontrón hostil. Podría ésta distancia física, saludable en toda relación, con el glorioso Tenochtitlán (plagado de mitos sensacionales y hazañas de resistencia belicosa) lo que ha solventado una actitud que desde nuestra parquedad validamos como un cúmulo de referentes vigorosos e intrépidos en constante observancia.
Entonces, el cine y el boxeo, Chile y México, se con-funden en esta ocasión para que me haya dispuesto con mucho apetito por confrontar toda la divagante carga anímica recién expuesta en base a un documental sobre una joven y bonachona púgil azteca, Ana María, “la guerrera” Torres, y su feroces peripecias en el recién pasado SANFIC7.
El encuentro, con este largometraje, que no siendo tan planificado no tiene nada de casual, sin duda tuvo que ver con una necesidad impetuosa por aprender de la experiencia ajena en vivo y colectivamente, en base a un tema que yo mismo recién había intentado retratar: el boxeo. Y por reconocer un cierto estado de sumisión ante algo que se avecinaba, algo intuía sobre el piramidal puñetazo aleccionador que poseería La guerrera (2011). Y si otro reciente, Boxing Gym (2010) de Frederick Wiseman fue un retrato tradicional en su forma, mesurado y maduro, una especie de nueva mirada casi hogareña y distendida de un deporte siempre cargado de sudor y tragedia: La Guerrera se sitúa en parte en la clásica aventura fatal por el todo o nada (que tiende a portar este deporte por su origen humilde/pendenciero), y por eso mismo no deja de ser titánico el retrato, por ser un manifiesto actualizado sobre la dura supervivencia… para una mujer, hostigada además por la escamoteada paliza que arremete sin piedad el juicio familiar y la relación con su manager-pareja en este caso. Aquí la validación y compañía confidente, despojada de la pena obvia y portadora de oscuridades que no se revelan, por todo el respeto que brota en sus 87 minutos se configura lo intrincado que un solo punto de convergencia no me es posible manifestar sesudamente.
Solo se que segundo a segundo fui masticando (sin pestañear) y clasificando (sin mirar lo anotado) todas las posibles decisiones, opciones estilísticas, reacciones ante las circunstancias, testimonios a cámara… todo. No solo fue experimentar un documental extremadamente inspirador en lo formal, sino también en las agotadoramente ricas napas: el personaje, el reto de retratar, seguir, acompañar, las fuerzas antagónicas, los giros argumentales, las tensiones, la intimidad, la deformidad, el rigor, la paciencia y la impotencia, en fin.
La guerrera no fue solo una tremenda experiencia pedagógica como visionado, sino que una muy osada alineación de factores en sus trazos más finos que exigieron complemento. Con algo de dificultad en las comunicaciones, hoy al fin logro acceder al enriquecedor testimonio que significa contar con las respuestas a mis preguntas, de la mismísima Paulina del Paso y gran parte de su proceso, en éste, su primer documental.
LO FEMENINO
Colectivo Miope: Más allá de una idea en particular que aflora constantemente en el documental y que se pone a prueba intermitentemente respecto a todo lo preconcebido que se tenga de: lo “femenino”, lo delicado, la belleza externa etc. ¿Qué elemento clave fue el que te llevó a acompañar el proceso personal de este personaje? ¿Cuál fue la motivación central, la urgencia interna por seguir las vicisitudes de esta Guerrera en particular, en tu fuero mas interno?
Paulina del Paso: Cuando conocí a Ana María Torres, hace siete años, ella era muy tímida. Yo me identificaba con este estado ya que muchas veces en la vida me había sentido incómodamente tímida. Al entrevistarla para un programa de televisión ella en algún momento me comentó que al estar frente a gente con mayor estudios que ella, esto, la hacía sentirse menos. Algo similar me había pasado a mí en varias ocasiones. Al ser hija de un escritor solía encontrarme en medio de pláticas de intelectuales sintiéndome totalmente ignorante y con ganas de esconderme. Así que por un lado podía entender este sentimiento de Ana María pero por otro lado veía frente a mí un persona valiente que había decidido dedicarse a un deporte en dónde tenía todo en su contra. Esta era una persona inteligente y de mucho carácter y yo pensaba “¡No tiene por qué sentirse menos si es una chingona!”. Sin saberlo al valorarla a ella finalmente también me estaba valorando a mi misma. Este fue mi primero punto de encuentro con Ana, luego hicimos amistad. Al estar ella en una ambiente masculino casi no conocía mujeres y las pocas mujeres con las que convivía (más allá de sus hermanas) eran sus rivales y pues era imposible hacer amistad con ellas. Mantuvimos el contacto durante dos años. Nos hablábamos y yo iba a ver sus peleas. Fui descubriendo la gran pasión que ella tiene por su deporte y poco a poco me hice adicta. ¡No hay nada más bonito que presencia el momento mismo en que alguien lleva a cabo su mayor pasión! Yo sabía que su sueño en la vida era ser campeona mundial. Yo estaba adquiriendo experiencia cómo documentalista ya que seguí haciendo programas para la televisión así que cuando anunció que iba a ir a pelear por el campeonato mundial todo cayó en su lugar, y pues allí empecé esta gran aventura.
GUIONIZAR LA INTIMIDAD
C.M.: Me imagino que grabaste decenas de horas de material ¿Cómo definiste un punto de término para las grabaciones?, pues Ana María pierde-gana-pierde-gana etc., y se puede volver algo un poco agotador y desconcertante el poder distanciarse y decir en algún punto: “tengo el material suficiente” o “ya tengo lo necesario, aquí me bajo yo”. ¿Hay algún ritual de desvinculación necesario en un proceso tan extenso? Siento que en el documental de seguimiento se tiende a gestar una relación no siempre fácil de finiquitar.
P.P.: En efecto grabé aproximadamente cien horas de material a lo largo de los cuatro años que estuve haciendo este retrato. Inicialmente cuando me propuse hacer este documental nunca planee que fuera a ser un proceso tan largo. En realidad yo tenía esta idea romántica de seguirla a Corea del Norte, que ganara el título mundial, regresar todos contentos y de allí sacar mi película. La historia de una victoria, la historia de cómo se cumple un sueño tan anhelado. No fue así y finalmente creo que por lo mismo se volvió mucho más interesante el documental, pero a la vez se volvió más complicado para mí. A lo largo de todo el proceso sí hubo varias veces que no sabía si tenía que seguir grabando o no. Sentía la obligación de grabar todas sus peleas pero a la vez sentía que tenía demasiadas peleas y que eso no era lo que quería contar. Por momentos perdí el hilo conductor de la historia. Cuando Ana finalmente se volvió campeona mundial fue en una pelea bastante anticlimática que no cumplía con las expectativas ni de ella, ni mías. Así que seguí grabando porque no tenía el final que querría. Cómo que en el proceso mío y del propio personaje se fue trazando otra línea, ya no bastaba con ser campeona mundial, ahora la idea, la meta era “ser la mejor”. Y junto con esto se sumaron los problemas que ella tenía con su familia y la cuestión de que su familia no aceptaba a su pareja y manager Roberto. Así que cuando finalmente, cuatro años después de que inicié, peleó contra la alemana Alessia Graf, considerada la mejor boxeadora del mundo en ese momento en peso Súper mosca, y le ganó, y en el camerino ella, su mamá y Roberto se abrazaron, supe en ese instante que ya tenía el final de mi película ya que todos los puntos se resolvía. Pero antes de ese momento todo era como un acto de fe, porque a veces si pensaba que solo estaba dejando pasar el tiempo en vez de sentarme a acabar mi película con el material que tenía. Pero como que lo que aprendí es que hay que hacerle caso a la intuición. Si aún no ha llegado el momento de dejar de grabar es por algo, y uno tiene que seguir ese sentimiento.
“CAMARITA”
C.M.: ¿Requirió cierta mesura en el aparataje técnico el recorrer el mundo con Ana María y su team? ¿Cómo fue el trabajo en terreno cuando en el documental de seguimiento muchas veces las situaciones no se pueden recrear o ficcionar? ¿Tuviste que aligerar en lo técnico para fluir asertivamente en las diferentes situaciones que se iban dando? Según tu experiencia: ¿el instinto hizo presionar rec o había una charla previa de lo que grabarías?, ¿complicidad total con los personajes o invisibilidad reactiva?
P.P.: Para el 80% del documental estuve sola detrás de la cámara, con mis audífonos puestos, apretando botones y viendo por el visor. Esto me permitió crear una gran intimidad entre yo y los personajes ya que rápidamente se acostumbraron a mi presencia. Para ellos yo era una más del equipo que también estaba haciendo su trabajo. En un inicio al ser ajena al box y desconocer la dinámica, todo era novedad y así que grababa todo. Con el tiempo fui aprendiendo y tomando decisiones de cuándo grabar y cuándo no. Pero eso sí, siempre traía la cámara en la mano y unas pilas de cámara en el pantalón. No se hicieron recreaciones de nada, simplemente fui un testigo de los sucesos. Pero sí debo confesar que aunque mi presencia por momentos pasó desapercibida, por otro lado Ana y sobre todo Roberto tenían muy claro la importancia de que hubiera un registro de todo el proceso de Ana como boxeadora. Viene al caso mencionar que cuando empecé a hacer este documental las peleas de Ana no pasaba en televisión nacional y Ana casi no figuraba como un personaje en los medios televisivos. Así que para ellos era importante el testimonio que yo estaba llevando a cabo y siempre tenían consciencia de que la cámara era uno más del equipo: “la camarita”. Por otro lado creo que en un inicio ellos pensaron que lo que yo estaba grabando quizás le podía ayudar a Ana María en su carrera, no fue así ya que finalmente el documental se volvió un proceso largo y con otro propósito. Cabe mencionar que al estar haciendo todo yo sola evidentemente tuve varios problemas técnicos, en particular una eterna lucha con el sonido, pero poco a poco los fui superando. En el documental hay dos momentos filmados en 16mm que fueron fotografiadas por dos talentosas amigas mías: Dariela Ludlow y María José Seco. Estas tomas en blanco y negro con cámara lenta son visualmente mis momentos preferidos de la película.
DIFICULTADES
C.M.: ¿Ibas guionizando y/o editando mientras registrabas o dejaste que se acumulara el material? ¿Cómo abordaste la complejidad de identificar lo esencial en el registro y las voluminosas horas a editar? ¿Usaste alguna estrategia en particular? pues tengo entendido que tú has trabajado bastante proyectos documentales pero en TV, donde el método tiende a ser mas formateado.
P.P.: No hubo nunca un guión sólo la idea de retratar a alguien quién está en la búsqueda de cumplir su sueño y a esto se sumaron algunos conflictos familiares. Las horas de material se fueron acumulando en el proceso. Me senté varias veces a editar extractos y escenas pero sin una estructura clara. Finalmente en algún momento dí el grito de ¡Auxilio! y recurrí un gran editor y amigo mío Yibrán Asuad, con el cual había trabajado en numerosas ocasiones justamente cuando había trabajado en televisión haciendo documentales. Con él empezamos una serie de largas pláticas, donde le decía todo lo que yo pensaba del personaje, lo que quería que quedara reflejado de ella. Le decía del proceso que yo había notado en ella pero que no estaba segura si se encontraba en el material. Hablamos mucho de estructura, hicimos tarjetas, líneas del tiempo para tener claro la cronología de sus peleas, etc. Algo que vimos casi desde el inicio del proceso de edición era que había que respetar la cronología de las peleas porque sino todo se volvía muy confuso. Descubrimos que sí era muy claro en las peleas su progresión como boxeadora y que también en algunas escenas se veía su proceso de crecimiento personal. A la par de esto había ciertos extractos de entrevistas que sí podían seguir una estructura no tan lineal, estos extractos conformaban más bien sus pensamientos, sus reflexiones de la vida y de su carrera. Durante mucho tiempo tuve la duda de si incluir más información de sus inicios en el box y de su pasado en general pero también me di cuenta que no quería hacer una biografía y que me parecía más valioso haber sido un testigo “tras bambalinas” de un momento específico de su carrera más que querer ser la cronista de toda su vida. Yibrán enfrentó el material con valentía y decidió hacer un resumen editado de cada viaje que yo había hecho. Todos los viajes giraban alrededor de una pelea específica. Sobre estos resúmenes trabajábamos y yo buscaba maneras de incluir otros elementos que me interesaban que no estaban tan ligados a las peleas. Poco a poco se fue dando la estructura. Y bueno, luego se dio la maravilla del proceso de edición, el detalle, el mover de repente una secuencia de lugar, o hasta una toma y ver como todo se transforma, como todo va cayendo en su lugar. Y en algún momento, ya hacia el final, la prueba de fuego, el eligir un pequeño grupo de espectadores críticos para oír sus opiniones. En fin, fue un proceso largo pero muy interesante y finalmente no fue un camino que recorrí sola, fue muy ameno.
CONFIANZA: “EL HUBIERA NO EXISTE”
C.M.: La relación entre Ana María y Roberto es compleja, da para mucho y, yo quedé con ganas de mas, pero en fin, si en algún momento ella tuvo prohibido decir que “andaba” con Roberto, ¿cómo lograste ganar la confianza y la aceptación de Ana María y Roberto respectivamente, para embarcarte en un seguimiento cinematográfico que recorre el mundo y registra instantes de muchísima intimidad y obviamente de clarísima exposición donde se revelan grietas en la relación?
P.P.: Como bien lo dices “el hubiera no existe”, y sí me quedé con ganas de haber grabado más momentos, más intimidad, más cotidianidad, en fin, he aprendido de esta experiencia. Pero hablemos de lo que hay, tuve la suerte de que Ana María y yo nos tuvimos confianza desde el inicio. Ambas sentimos admiración la una por la otra y la amistad se dio de manera muy natural. Así que cuando le propuse que quería seguirla y documentar todo su proceso ella de inmediato aceptó y se emocionó de que la fuera a acompañar y ser una más del equipo. Yo estaba allí en todo momento con la cámara. Las únicas veces que no me dejaban estar con ellos grabando era en las noches después de las peleas, que eran su momento de intimidad (¡totalmente entendible!).
PROCESO INTERNO
C.M.: ¿Qué cambió en ti al vivir este proceso como confidente-observadora de una mujer que expone descarnadamente no solo su carrera, sino su intimidad, su propia supervivencia en cada pelea? Pues además lo vive con cierta estampa dulce y amena, a pesar de estar agobiada por presiones de su familia, de su pareja-manager-entrenador, las palizas, el éxito, el fracaso, un país, etc.
P.P.: Poder vivir esta experiencia al lado de Ana María fue sin duda toda una aventura y lección de vida. Desde que conocí a Ana María sentí una fascinación por sus contrastes, su feminidad y dulzura opuesta a su fuerza y rudeza, su valentía versus su timidez. Con el tiempo la fui admirando cada vez más. Ella es sin duda para mi un ejemplo de vida, no solo como mujer sino como ser humano. Su humildad, su sencillez, su fuerza, su disciplina, su generosidad, su buen humor, en fin la lista es larga, y no dejó de sorprenderme. Muchas veces sentía que yo me hubiera dado por vencida a menos de la mitad del camino que ella ha recorrido y justamente al ir pasando los años y al no acabar el documental por momentos me entraban culpas, sentía que yo la estaba decepcionando. Pero finalmente creo que ahora puedo presumir de ser una “guerrerita” y muy orgullosa de serlo. Algo que también siempre he admirado de Ana María es el amor incondicional que siente por su madre a pesar de los problemas que han tenido en diferente momentos. Ana María me parece una persona emocionalmente muy madura y generosa. Otro aspecto importante es cómo Ana María ha crecido en todos estos años que llevo de conocerla, no solo en su carrera de boxeadora, sino como persona. Siempre me sorprende y alegra ver con qué facilidad se desenvuelve ahora frente a las cámaras, con qué carisma y dominio. En fin como verán, soy su súper fan y me siento muy afortunada de haber vivido toda esta experiencia.
DISTRIBUCIÓN
C.M.: Chile en muchos aspectos siempre está atento y considera como referente cultural a México: pasó en algún momento con el cine, lo hace cada tanto en tanto con la música y en el boxeo para que decir, ¿existe la posibilidad de que La Guerrera llegue a Chile? Lo planteo tal vez con ingenuidad, pues con amargura debo reconocer que acá en contadas ocasiones una película chilena tiene el espacio y la prioridad para lucir en salas comerciales grandes (Violeta se fue a los cielos: una película que coincidentemente a la tuya también retrata el vigor incandescente de un ícono femenino nacional, pero a través de su carrera musical. Está teniendo bastante éxito afortunadamente).
P.P.: La distribución es un tema difícil, uno pone todo su esfuerzo en hacer la película y luego resulta que la pelea aún no acaba y hay que ponerse de nuevo los guantes si uno quiere que la película se vea. En este caso mi documental La guerrera se ha visto poco en los festivales. No sé si el tema no sea de tanto interés o si de entrada lo encasillan como un documental de deportes. Debo recalcar que para mí, a pesar de que haya muchas peleas a lo largo de la película, no es una película de box, sino un retrato de personaje. Mi consuelo es que al público le gusta mucho. Cuando he tenido la suerte de ver la reacción del público, la verdad me emociono mucho, ya que la gente se enamora del personaje, y aunque no les guste el box salen conmovidos y sintiendo admiración por Ana María.
Gracias al festival SANFIC tuve varias proyecciones de mi película en Chile y gracias a esto he tenido la oportunidad de compartir estas palabras contigo. En México se está pensando en un posible estreno comercial de la película para principios del 2012. Esto sería a una pequeña escala, unas cuantas copias, entre diez y quince. Como todo cineasta, esta idea me ilusiona mucho, ojalá se haga realidad y que se sigua conociendo la historia de La guerrera en la pantalla grande. Pero también tengo en mente llevar mi película de manera personal a muchas escuelas de barrio, gimnasios, casas de la cultura, para que mucha gente aquí en México pueda conocer la historia de Ana María. Evidentemente Ana María ya es todo un ícono y una personalidad conocida por muchos aquí en México, pero no todos saben el trabajo y esfuerzo que le costó llegar a donde está. Sin duda la historia de esta mujer es muy motivante y espero que en los momentos tan difíciles que está viviendo nuestro país la película pueda aportar un granito de esperanza a quienes la vean.
Miope, C. (2012). Entrevista a Paulina del Paso, laFuga, 13. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/entrevista-a-paulina-del-paso/482