Episodio III: La venganza de los Sith

El frío de George Lucas

Por Carolina Urrutia N.

Biografía +

Carolina Urrutia Neno es académica e investigadora. Profesor asistente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica de Chile. Doctora en Filosofía, mención en Estética y Magíster en Teoría e Historia del Arte, de la Universidad de Chile. Es directora de la revista de cine en línea laFuga.cl, autora del libro Un Cine Centrífugo: Ficciones Chilenas 2005 y 2010, y directora de la plataforma web de investigación Ficción y Política en el Cine Chileno (campocontracampo.cl). Ha sido profesora de cursos de historia y teoría del cine en la Universidad de Chile y la Universidad Adolfo Ibáñez y autora de numerosos artículos en libros y revistas.


 
 

Olvidemos por un momento a Lucasfilm, las primeras partes, las secuelas, la locura y las expectativas. Olvidemos el pasado y el futuro, olvidemos la fuerza y su lado oscuro, las espadas fluorescentes, las filas interminables de gente que espera hace meses el estreno del Episodio III. Olvidemos que Lucas y su amigo Spielberg -digan lo que digan- aniquilaron de alguna manera con sus megas producciones el cine alternativo de los años setenta, que cambiaron para siempre la industria, que reforzaron, si no impusieron, el concepto de merchandising. Olvidemos; sólo es un ejercicio, y fijemos la atención en lo siguiente: en el frío. El frío constante del Episodio III, “La venganza de los Sith”.

Concentrémonos en las hileras de ventanas que bajan por los edificios, ventanas iluminadas pero sin nadie adentro y cuya única función es la de un decorado bello y futurista de fondo mientras la reina Amidala cepilla su pelo en el balcón. En esas ventanas no hay vida, no hay hogares, no hay un televisor encendido, ni un sillón. No hay un cuadro, no hay un gato durmiendo en algún rincón abrigado; es más, ese rincón abrigado no existe al interior de ningún espacio que conecte con esas ventanas. El mundo, el universo, la galaxia en que se desarrolla el Episodio III es tan inexpresivo como el rostro de Natalie Portman cuando se entera que Anakin se pasó al lado oscuro de la fuerza. Y Anakin no sólo es el padre del hijo que carga en el vientre, sino también es su gran amor. Y, sin lugar a dudas, hay más tristeza en el rostro de Natalie Portman durante el funeral de su hámster en “Garden State”, una tristeza honesta y avasalladora; o esa sutil y sensual desolación al principio de “Closer”, en ese plano secuencia cadencioso bajo la voz de Damien Rice.

El problema no es de Natalie. Nadie puede acusarla de ser inexpresiva. El problema, de nuevo, es el frío que emana de esta precuela en tres actos de George Lucas y sus íconos pop que vienen perdidos entre las cabritas.

Luego de una agotadora secuencia inicial en donde toda la parafernalia del Industrial Light & Magic se despliega gloriosa, comienza la verdadera película; una fábula sobre la traición y el poder condensada en la transformación del joven Anakin en Darth Vader. Si le quitáramos el envoltorio, la iconografía que contiene la saga de “La guerra de las Galaxias”, es decir, si olvidáramos, este tercer episodio no sería sino otra más de acción, pero mas pulcra, más perfectita que el promedio. Y ahí está el problema: en esa perfección, en ese brillo, desaparece todo atisbo de humanidad; humanidad que se queda en el polvo de los episodios IV, V y VI, en el óxido, en los crepúsculos sucios, en los amores turbios y endogámicos; había una fuerza que prometía y que ahora se disolvió, como Lucas y sus fuegos de artificio, que ahora caen, como las hileras de ventanas tristes por los edificios de Coruscant.

Título Original: Star Wars: Episode III - Revenge of the Sith

Director: George Lucas

País: Estados Unidos

Año:  2005

 

 
Como citar:
Urrutia, C. (2005). Episodio III: La venganza de los Sith , laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-04-25] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/episodio-iii-la-venganza-de-los-sith/216