Es innegable que después de ver Golpe bajo, la gran mayoría de las personas salen del cine confiadas de haber visto “una película de Adam Sandler”. Parte de este fenómeno, es que siendo golfista, hombre de negocios o vendedor de pizzas, el carisma de su personaje no cambia, y es inevitable que la presencia noble y sencilla de éste siempre termine por develar las conductas pretenciosas y arribistas de los que están en una situación de poder y los bloqueos emocionales e inhibiciones de los que están al margen. Sin importar si hace de alguien famoso o no, su perfil es el de alguien destinado a ir por la vida como un regular guy . Lo que en chileno vendría siendo “como cualquier hijo de vecino”.
Basada en un filme de 1971, esta película es lo que se suele llamar un “remake”. Ahora bien, esta denominación favorece una mirada reduccionista sobre el asunto en la medida que sólo testimonia una conexión lineal (el hecho de que la historia es la misma), desatendiendo las opciones tomadas desde la propia realización, sobre todo en cine donde con cambios mínimos se pueden decir -o denotar si se prefiere- cosas tan distintas. Se podría decir que el hacer una película de nuevo o, a partir de la misma historia hacer otra diferente, es una posibilidad siempre abierta. En este caso no se sabe, pues “la original” de Richard Aldrich (en que figuraba como protagonista Burt Reynolds, quien en esta cinta tiene el papel de un veterano recluso que apadrina al personaje de Sandler) o no llegó a Chile o está en una abandonada cinta Betacam en la bodega de algún canal de televisión abierta. Tal vez podemos sospechar que por no ser ésta una película echa para ser vista más de una vez ni para ser recordada lo que más distingue a una de otra es el casting. Pero quién sabe.
La historia que se cuenta es la de Paul “Wrecking” Crewe (Sandler), una decadente ex -estrella de fútbol americano que después de protagonizar ebrio un accidente automovilístico es mandado a la cárcel. Allí, y después de recibir como escarmiento abusos y maltratos dignos de la prisión de Guantánamo, acepta la misión que le encomienda el alcaide de organizar entre los reos un equipo de fútbol que se enfrente al de los guardias, juego que le dará fama y publicidad a su administración. A partir de allí, el proceso de reclutamiento se transforma en el punto de partida de muchas situaciones divertidas, proceso que se hace difícil eso sí ya que Crewe es conocido por haber arreglado la final de un campeonato, lo que le vale el desprecio nacional. Esto es explicado sabiamente por el convicto interpretado por Chris Rock: “puedes violar, matar, vender crack, pero arreglar un partido de fútbol, hombre, eso es antiamericano”. Por lo que el intrincado proceso de formación del equipo de fútbol y el enfrentamiento con los guardias se convierten en el soporte para mostrar el intento de Paul de legitimarse como americano. A su favor tiene su carisma llano y resuelto y la rabia acumulada en la población penal por el trato tiránico de los guardias, a la que la seduce la posibilidad de una revancha directa e insoslayable.
En muchos instantes Golpe bajo transmite frescura y honestidad, no sólo por los buenos chistes que aparecen de vez en cuando, sino también al mostrar momentos como el de estar en el campo de juego y recibir un pase de Paul –un acto similar a un espaldarazo- mientras se escucha a lo lejos “¡vamos chico, ésta es tu oportunidad, corre!”. Y dan sinceras ganas de estar ahí con la pelota y de correr a todo lo que da. Pero no sólo por uno por supuesto, también por Paul y los muchachos, todos muy buenos tipos. Sin embargo el influjo está condenado a ser intermitente, pues la manera torpe en que se inserta la mezcla de farsa y melodrama viene a interrumpir toda la diversión. Al respecto, da para pensar si el humor delirante y caricaturesco (la escuela de Saturday Night Live) puede convivir de mejor manera con los elementos más sentimentales, o si es que hay alguna. Al menos en esta película esa fórmula no está, quizás porque a los que la hacen tampoco le interesa hallarla. A veces eso sí resultan operaciones que de tan bruscas se vuelven extrañamente seductoras, por lo naif . Es de ese modo que de una canción de Public Enemy pasamos en segundos a unos melosos violines, y de ahí volvemos a John Lee Hooker. Pero esos instantes de goce no salvan la situación. Otra cosa es que, plagada de cameos de raperos famosos, estrellas de básquetbol, de lucha libre, de fútbol americano y de comediantes amigos de Sandler (Rob Schneider y compañía), así también dentro del relato todo se va haciendo familiar y conocido y, en el exceso, higiénico e inocuo. Y ante eso lo cómico y el sentido de la aventura se desvanecen.
Golpe bajo se caracteriza por ser una película de tipos musculosos y bien formados. Cuando uno cree haber visto al más grande de la prisión aparece otro aún mayor. No es gratuito que el preso más pequeño del penal sea el que se anuncie desde un comienzo como el traidor. Coherente con esta preeminencia física se va conformando la narración, de forma energética y voluntariosa, pero que en el afán de gustar a todos -un afán hegemónico e ingenuo a la vez- termina anulando el efecto que busca. Entonces, cuando al final de la película el director nos pone la advertencia de “Peter Segal Film”, uno siente que no, que eso no es así, que ésta es una película de Adam Sandler. Y que con él ya se sabe. El sólo hace su trabajo.
Título original: The longest yard
Director: Peter Segal
País: Estados Unidos
Año: 2005
Concha, I. (2005). Golpe bajo, laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/golpe-bajo/178