Podría comenzar diciendo: «El libro de Mondzain (…)». Pero no. En la primera línea de esta “obra singularísima” (13), como la llama Peter Szendy en su prólogo, Mondzain escribe: “Se me ha ocurrido dejar de hacer libros. Y quisiera atenerme a ello. Esto no es un libro” (21). Y unas líneas más abajo, precisando este envite, ensaya una definición de este artefacto, pletórico de filamentos, que nos tiende: “se trata (creo) de la inscripción azarosa de algo que es tal vez la huella de un recorrido en rumbo hacia la imagen” (21). Sigamos, pues, esta pista en el derrotero de Mondzain que, como Szendy también advierte, no tiene una dirección única: sus senderos, sus ícono-rutas, son sinuosas, sus derivas proliferantes. Sin destino prefijado. Tan solo esto: una pesquisa que persevera sobre el sentido de su obstinación. Un modo, acaso, de “reanudar el seguimiento de la imagen por nuevos senderos” (35). De explorar, a riesgo de extravío, caminos aún no hollados. Porque de esto se trata: de la tenaz persecusión, durante el curso de una vida, de la imagen en cuanto tal, de esa imagen de la que pende la vida misma. De la filósofa y la imagen, Y del libro que, por amor, no escribió. Porque la pregunta sobre la imagen, sobre lo que se sigue en ella y tras ella, resulta inseparable para Mondzain de una reflexión sobre la escritura que, en sus fragmentos, saltos y suspensiones, vuelve a buscarla, una vez más. “La palabra persecución (poursuite) -dice Mondzain en una entrevista realizada por Vanessa Brito a propósito de Imágenes (para seguir)- vino a inscribirse para mí en el centro de la cuestión de la imagen (…) La persecución era solo otro nombre para hablar del deseo” (“Entretien” 256).
Ya en La imagen natural, texto de 1995, Mondzain escribía: “(La imagen) desborda del lecho donde ella navega o nos hace navegar (…) ¿sabremos preservar el amor que merece esta viviente fugitiva?” (14). En Imágenes (para seguir) retoma esta imagen de la imagen que la persigue a lo largo del tiempo: “la imagen, ese otro que me recuerda sin cesar mi propia alteridad. No mi imagen, pues es absurdo añadir un posesivo a la operadora de mi desposesión” (35). La imagen es aquí lo que se ha de seguir, pero no como quien dice: la imagen es mi objeto de investigación, la cosa analizada que yo, filósofa, premunida de mi instrumental categorial, haré desnudarse ante sus ojos, para que revele su secreto. Tampoco esta búsqueda remite, con afán metafísico, al develamiento de una esencia de la imagen. “«Filósofo de la imagen», dice Mondzain, es una expresión cómica; se enrosca alrededor del objeto que designa y del sujeto que presenta, evitando nombrar la crisis provocada por el encuentro de ambos” (41). Mondzain sabe, lo sabe por experiencia, que nunca tendrá una relación de propiedad o control sobre las imágenes. Su experiencia, la íntima experiencia de su relación con las imágenes, con el deseo que ellas movilizan, no es del orden de la erudición, de la expertice ni de la ciencia. No podría serlo, pues las imágenes, tal y como ella las experimenta, son íntensamente indisciplinadas, “nos embarcan siempre más allá del sentido discernible y de la interpretación” (33). Así lo reafirma en la entrevista con Vanessa Brito: “La imagen destrona todos los reinos, burla las asignaciones de residencia y los regímenes de creencias que consisten en creer que lo que se ve está efectivamente allí, en el lugar donde lo vemos” (257). Y en Imágenes (para seguir) lo señala del siguiente modo: “La imagen, aquello para lo que quisiera conservar ese nombre, está ya siempre en otro lugar, más lejos, allende o aquende el territorio de su captura ilusoria y su servidumbre mercantil” (33). Las imágenes no saben detenerse, ellas siguen escapándose, aunque intentemos fijarlas. “Es el pensamiento el que se detiene, nunca la imagen”, le dice Mondzain a su entrevistadora (255). Por eso Imágenes (para seguir) no es un libro sobre la imagen, sino una forma de atestiguar, en la escritura, es decir, en esas trazaduras que se enlazan al extravío y al fragmento, cómo el pensamiento que ama la imagen hace la experiencia de perder su objeto, recobrando en este arte de perder su propio impulso.
Pensar la imagen es, para Mondzain, renunciar al poder y al dominio sobre ella, única forma de afimar lo que en el vuelo de las imágenes, en su movimiento batiente, resiste a nuestro deseo de ver, pero que a cambio, sustrayéndose, suscita el milagro de agitar “la libre vitalidad de nuestra facultad imaginante” (L’image naturelle 2). Agitarla, como se agita el corazón de un niño corriendo, si seguimos la imagen del poema que Claudia Masin nos ofrece en Lo intacto, la de un chico moviéndose hasta la extenuación, tan solo por sentir la vida agazapada que en él se guarda. La imagen que persigue Mondzain nos inquieta, nos mira, nos hace preguntas, como las que nos hace el poema de Masin. Dice el poema: “¿Nunca quisiste ser un chico corriendo hasta que el corazón se le sale del pecho de pura energía brutal, de puro deseo? (…) ¿nunca se te ocurrió como sería (…) si el alma de cada cosa viva se midiera por la intensidad de la que es capaz una vez que queda suelta?” (11-12). “Hay gestos -dice de cerca Mondzain- que producen libertad y que permiten responder a este deseo de alegría, a este deseo del deseo” (“Entretien” 269). En Imágenes (para seguir), apunta: “La gran historia de las imágenes, la más rica en promesas y en libertad, es una historia de los gestos y no de los objetos” (32). Los gestos, tanto los del pensamiento como los de la ficción, son para Mondzain los «pasantes», los contrabandistas del deseo. Con estos gestos la filósofa nos invita a perseguir la imagen, a seguirla hasta el último soplo, hasta que el infante de nuestro corazón se nos salga del pecho.
Los gestos del arte y los del pensamiento toman su impulso de esta energía vital y deseante que la imagen porta. La imagen, la viviente fugitiva, despunta, se abre camino, con un impulso tenaz y frágil a la vez, como aquel de las saxífragas, esas plantas diminutas cuya particularidad es nacer y desarrollarse en las grietas de las piedras y que con imperceptible insistencia fracturan con su presencia los materiales más compactos y resistentes. Mondzain les dedica a estas pequeñas plantas supervivientes un hermoso ensayo filosófico, que titula “Del verbo pousser”. Pousser: Medrar, empujar. Allí señala que su amor a las saxífregas radica en que ellas “están libres de cualquier apego profundo a la tierra, pero imponen tenazmente el poder casi sísmico de su vitalidad” (191). Por eso, nos cuenta, ha decidido formar un colectivo con este nombre, para convocar a todas y todos los que todavía creen firmemente en nuestra capacidad de doblegar lo más duro, simplemente siguiendo el impulso irresistible e innegable de la vida:
“Saxífragas, queremos reunir a los rompepiedras, a todos los rompedores de hormigón, a los que fisuran y contravienen los poderes del granito. Confiando en el florecimiento de pensamientos y gestos que no necesitan tierra para echar raíces. Nos solidarizamos con estas plantas desarraigadas y reconocemos en ellas cuando echan raíces contra viento y marea donde todo parece hostil y refractario a su flexibilidad y fragilidad. Las saxífragas florecen donde las ha empujado el viento, (…9 en la grieta de la roca, la losa o el adoquín que sostiene su empuje” (192).
Crear, producir formas e ideas, imágenes y textos, es un modo de convocar encuentros, breves, graves o festivos, en los que se pueda anidar la potencia subterránea y movilizadora de las saxífragas. De esto va también Imágenes (para seguir). De esta invitación a ser saxífragas. De reafirmar todas las cinegéticas de la vida, ya sean amorosas, filosóficas o narrativas, reales o ficticias. De imaginar brotes que rompan con los discursos monolíticos, con los dispositivos imperiosos e imperantes que nos imponen la visión de “un mundo sin intermitencia, predestinado a la permanencia, un mundo que no puede ya considerar la posibilidad de su transformación” (Imágenes 315). De defender regímenes de emancipación frente a las dictaduras del sentido. Así lo reafirma Mondzain en la conversación con Andrea Soto Calderón, publicada por La Fuga: “La crítica y la resistencia contra la dominación (…) tienen tanto más necesidad del trabajo de las operaciones imaginantes cuanto que en ellas se juega una reapropiación de nuestra propia temporalidad y de nuestra propia capacidad para actuar juntos en el tiempo, a través de los vínculos, de las ligaduras de lo sensible”. Mondzain nos invita a seguir las imágenes para imaginar con ellas, sin miedo a hacerlo en el aire, sin raíces, como el funambulista bailando en la cuerda, para que despunte, como la saxífraga en la piedra, el frágil contorno de otro mundo. La irrupción de lo posible exige que seamos saxífragas. Saxífragas políticas. Pienso que Mondzain sigue a las imágenes como quien busca esos brotes en la piedra. Imágenes que eclosionan donde menos se lo espera, resquebrajando aquello que en nuestros ojos se ha petrificado como una loza de hormigón. Imágenes que resisten porque sobre ellas nada puede el poder. Imágenes para seguir. Para reafirmar junto a ellas nuestra fidelidad a la vida.
Referencias
Masin, Claudia (2018). Lo intacto. Buenos Aires: Hilos Editora.
Mondzain, Marie-José (2007). “L’image naturelle”. Philopsis. Disponible en: https://philopsis.fr/archives-themes/limage/limage-naturelle/
___ (2012). “À propos d’Images (à suivre): Entretien avec Marie-José Mondzain”. Realizada por Vanessa Brito. Cinema. Journal of Philosophy and the moving image, nº3, 254-271.
___ (2023). “El cine es aquello que alimentó de manera decisiva la construcción de un pensamiento crítico acerca de las imágenes”. Realizada por Andrea Soto Calderón. Disponible en: https://www.lafuga.cl/marie-jose-mondzain/1171
___ (2023). Imágenes (para seguir): De la persecución en el cine y otros sitios. Santiago: Metales Pesados.
___ (2023). “Du verbe pousser”. En Écrire avec les vivants. Colette Camelin (edit.). Paris: Hermann.
Rivera, M. (2024). Imágenes (para seguir). De la persecución en el cine y otros sitios, laFuga, 28. [Fecha de consulta: 2025-02-19] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/imagenes-para-seguir-de-la-persecucion-en-el-cine-y-otros-sitios/1227