La balada de Jack y Rose

De Mujeres con Hombres

Por Ignacio Concha

 
 

 

Trituras el hígado de un pato y obtienes paté; golpeas el músculo cardíaco de un hombre y obtienes un filósofo.

-¿Y eso tengo yo que aprender?- preguntó ella amargamente.

El doctor la miró”.

El bosque de la noche , Djuna Barnes

 

Jack es un ecologista que vive junto a su hija en una solitaria isla de la costa este de Estados Unidos, en donde alguna vez existió una comunidad hippie. Rose no se ha separado nunca de su padre, no mantiene contactos con el mundo exterior (entre otras cosas, no tiene televisor) y como principal ocupación tiene el cultivar flores. Jack es millonario, tiene una enfermedad que hace peligrar gravemente su salud y, además, el fantasma del incesto que la adolescencia de Rose hace rondar le obliga a hacer cambios. Junto con eso, recibe una oferta por sus terrenos de un hombre de negocios llamado Marty Rance, que pretende llenar la isla de casas estilo imitación colonial.

Estos y otros sucesos se cuentan con un grado de concisión y con un ritmo muy (muy) rápido con los que Rebecca Miller pareciera querer procurar que el entendimiento no sea fácil, o que sea a medias y si es posible borroso, a pesar de que todo esté ahí, frente a nosotros. En esta condensación narrativa –que desarrolla con astucia y destreza- Miller da cuenta de la velocidad como una herramienta para controlar el nivel de involucramiento del observador en los hechos, y que da la impresión de que para ella nunca es bueno que sea demasiado, quizás con el temor a que sólo se observe la sentimental historia de un padre y su hija y no la obra de una cineasta. De todos modos, los esfuerzos -pudorosos o no- por darle dinamismo al relato (a través del uso constante de la elipsis y más específicamente de lo que Jarmusch llama “corte ‘L.A.’”, que consiste en cortar el plano antes de que la acción termine) ubican a éste al borde de lo veleidoso, y son los que en definitiva convierten a “La balada…” en una película dura, apretada y, a ratos, tan hábil como ligeramente tramposa.

Sin embargo, lo anterior se equilibra con las sorpresas que trae el desenrollar la madeja, como lo que se comienza a anunciar con “I put spell on you” de Creedence acompañando a Jack cuando echa a escopetazos a los obreros de la constructora y la misma canción cantada como balada por Nina Simone mientras Rose se corta el pelo. Ambos cometen estas acciones por razones totalmente distintas, casi arquetípicamente distintas: él para defender lo que considera su territorio, ella como protesta por dejar de ser la principal mujer de la casa. Y es a partir de aquí en donde por debajo de los conflictos generacionales e ideológicos se siente -como en la primera película de Rebecca Miller, como en sus cuentos- una latente separación entre lo masculino y lo femenino como modos diferentes de organizar la experiencia y que a veces exigen una radical ampliación del mundo para no hacerse antagónicos. Se agradece que en la exposición de este deslinde natural, Miller no ceda ante esquematismos feministas (como la idea de Susan Sontag –que ésta toma prestada de Virginia Woolf- de que las guerras las producen los hombres y no las mujeres) y que en su afinidad con el mundo en desarrollo de Rose no haga abuso de aquello que se ha dado en llamar “universo femenino”. Aquí no hay complacencia con nadie y menos con Rose, pues como dice uno de los personajes, “la gente inocente es peligrosa”.

Después, cuando Jack empiece a mirar sus ideales como una moda, tratará de reivindicar sus afanes libertarios aunque sea tomando café en un plato. Y en ese punto Rose no tendrá que elegir entre el snobismo bienpensante de su padre o la mirada eficientista de Marty Rance, sino sólo advertir si el espacio que dejan ellos es amplio, estrecho o casi inexistente.

 

 

Título: The Ballad of Jack and Rose

Director: Rebecca Miller

País: Estados Unidos

Año:  2005

 

 
Como citar:
Concha, I. (2005). La balada de Jack y Rose, laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-04-16] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/la-balada-de-jack-y-rose/152