Perturbante cuento de hadas
François Ozon ha pasado gradualmente a ser una referencia utilizada para situar y definir el cine francés contemporáneo, más por sus últimos trabajos (como ‘5x2’, ‘8 femmes’, ‘Swimming Pool’, ‘Gouttes d’eau sur pierres brûlantes’) que por los inicios de su trayectoria como guionista, realizador de cortometrajes o incluso extra en algunas películas. Desde un punto de vista retrospectivo, ha demostrado versatilidad en las obras que enfrenta, movilizándose entre situaciones delirantes y dramas de corte más intimista.
Independiente de esta libertad con que se desplaza entre los géneros que manipula, parece haber un reconocible ‘sello Ozon’ en sus obras. Historias algo impredecibles, actuaciones que remueven, opción por una cierta elegancia en la disciplina del uso de cámara, son algunos de sus ejes transversales.
Tras ‘Sitcom’, ‘ Les Amants Criminels’ es su segundo largometraje, que no escapa a estas convenciones. La anécdota luce simple a primera vista: Luc (Jeremie Renier) es el novio virgen y compañero de curso de Alice (Natacha Reignier), una chica de explosiva carga sexual. Ella lo convence para asesinar a Said (Salim Kechiouche), otro integrante de su clase del colegio, utilizando como pretexto una supuesta violación por parte del segundo. ¿La táctica? Seducirlo, y que Luc los sorprenda con un cuchillo cuando estén en pleno acto.
Las discusiones comienzan cuando la pareja de adolescentes debe esconder el cuerpo. Resuelven enterrarlo lo más lejos posible: Luc coge su auto y parten en dirección a un bosque no tan cercano. Luego de compenetrarse entre los árboles y cumplir su cometido, se dan cuenta de que no encuentran el rastro para volver al camino. Muertos de hambre, intentan robar comida de una cabaña: el huraño propietario (Yasmine Belmadi) los sorprende, y los toma de rehenes.
Desde los presupuestos narrativos de Ozon no hay un interés evidente por lo verosímil. Las convenciones de probabilidad son omitidas, y remitidas a un código de realidad ambigua, híbrida, repartida entre estereotipos juveniles e influencias provenientes desde la literatura infantil. Preservando esa misma idea de ambigüedad, los afectos de los personajes nunca se ven definidos, intervenciones atentas y odios manifiestos mediante, hay una noción difusa del a quién se ama y quién se odia. Al mismo tiempo, esta vaguedad parece estar construida a la medida de la percepción que el director tiene de la adolescencia, una época turbulenta en la que la pulsión sexual es un factor problemático, irresuelto y siempre sujeto a ser modificado.
Consecuentemente, hay una manipulación que el mismo Ozon hace de sus perversiones personales, presentando una dispersión en esos deseos sexuales duales: Alice se siente atraída hacia su objeto de odio al punto de nombrar su nombre en sueños y detallar su físico en las páginas de su diario; Luc sólo conoce el sexo a manos del habitante de la cabaña, con una extraña sensación de dolor/aversión y placer/atracción ante el ser sodomizado (que al parecer deriva más tarde en un afecto indescriptible, que le hace exculparlo a gritos cuando es encontrado por la policía). Así, estos deseos/afectos no son susceptibles de ser emplazados dentro de una categoría, sino que siempre están en ese umbral entre lo que se entiende como estable y lo que se entiende como perverso, entre lo que se puede y lo que se debe.
Por otro lado, existe un envío a las convenciones narrativas de cuentos infantiles, con bosques que amedrentan y protagonistas siempre ‘traviesos’. La fábula de Hansel y Gretel es metatexto evidente: la pareja de niños que se pierde y que no puede encontrar el camino de vuelta que creían haber marcado (migas de pan en lo literario, huellas de zapatillas en la cinta). Tras padecer de desesperación por el hambre, encuentran una casa en la que parece haber comida (hecha de dulces en el cuento, una cabaña de madera tapada por pasto en la segunda). Y el habitante de la casa resulta ser una persona non grata (la bruja y un no menos literario ogro, con la misma lógica respectiva). Varios de los parámetros formales están al servicio de esta alusión a lo fantástico: una fotografía de colores contrastados e intensos, un montaje que privilegia los espacios contemplativos sobre la omnipresencia de la palabra.
Esa cámara que observa y que mantiene siempre ese ritmo pausado, casi despreocupado, guarda ante su lente una cinta perturbadora, que ofrece interrogantes y que no presta respuestas, que obvia los códigos de realidad, y que privilegia su propia narratología construida sobre la anécdota y las interpretaciones despojadas de exageraciones que puedan caer en lo cómico (a diferencia de otras de las películas de Ozon). Esa tensión permanente, siempre inscrita en el borde difuminado de lo políticamente incorrecto, opera un ejercicio refrescante para el estereotipo establecido de cine francés, y de la misma obra del cineasta, prestando entonces una nueva perspectiva desde la cual se practica la disciplina, en un contexto fílmico más bien predecible.
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Título: Les Amants Criminels
Director: François Ozon
País: Francia
Año: 1999
Zúñiga, O. (2005). Les Amants Criminels , laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/les-amants-criminels/200