Emulando diálogos
Bafici, como muchos otros festivales de cine, asume que no basta con tener una enorme parrilla programática sino que también es necesario establecer diálogos entre los directores y el público. Este breve acercamiento que se puede producir al final de cada película, cuando están los directores presentes, para muchos autores es innecesario pues el texto debe ser capaz de hablar por sí mismo sin mayores explicaciones. Lo curioso es que esa necesidad de conversación y acercamiento al realizador, en lo personal, surge cuando la película sí se basta a si misma. Son esos filmes los que me llenan de curiosidades y de ganas de descubrir los procesos creativos, los detalles productivos y el conducto que permitió llevar esas ideas a la práctica, además de investigar si muchas de las coherencias son casuales o azarosas. En fin, la entrevista al director es una nueva manera de aprendizaje que va más allá de la trivia y del dato anecdótico. Dos de los libros lanzados en BAFICI, pretenden de manera indirecta cumplir este rol, ser un nexo entre las elucubraciones de los propios críticos-autores de los libros- respecto al film y los comentarios de los directores sobre su obra, instalándose así en un espacio intermedio entre el público y la película, emulando y profundizando aquéllas pequeñas instancias de preguntas y respuestas que se dan en los festivales de cine. Estos textos son: El documental en la era digital de Maxine Baker y Estudio crítico sobre La Ciénaga de David Oubiña.
El primero corresponde a una edición especial del festival, es una traducción al español del libro de Baker, quien manifiesta desde el comienzo su intención y con ella trata de justificar la existencia del texto, lo presenta como un testimonio de una aficionada del documental, es una carta de una fiel admiradora que entrevista a los directores que admira mientras comenta sus escenas favoritas de las películas. Es un texto monográfico o mejor dicho un diccionario ampliado sobre directores contemporáneos como: Nicolas Philibert, Pawel Pawilkowsky, Errol Morris, Brian Hill, Victor Kossakovsky, Clive Gordon, entre otros.
El título se vuelve una unión forzosa de estas monografías, claramente los nuevos formatos han determinado los modos de producción y ello tiene influencia directa en las decisiones estéticas de los directores, sin embargo, esto no es ninguna novedad y se aplica tanto a documental, video arte y ficción. La historia del documental es la que ha patentado de manera más explícita en sus formas de representación, cada una de las evoluciones tecnológicas y quizás esto justifique la importancia de analizar las diferencias que se han producido en la era digital, el libro promete que ese será su centro: “El énfasis del libro no está puesto en la tecnología sino en qué logran con esa tecnología”. Pero esta intención se ve frustrada por los verdaderos motivos de la directora, su pasión la lleva a querer dialogar sobre cada película, de esta manera las diferencias de la puesta en escena que podría aportar el digital, el análisis real de los cambios y los aprovechamientos de las nuevas posibilidades expresivas pasan a un segundo plano o se remiten a una última pregunta que ella suele hacer a los directores y que se queda en detalles técnicos mínimos.
El documental en la era digital recoge reflexiones sobre cineastas que han sido capaces de arriesgarse en sus propuestas y por esto se han visto obligados a dar explicaciones sobre sus métodos, son estas palabras las que dan sentido al libro de Baker, que es un texto de una admiradora dedicado a otros admiradores que pueden interesarse en leer a Errol Morris hablando por ejemplo sobre Mr. Death: “…la gente por lo general cree en su propia rectitud, no piensan de sí mismas que son malas personas o agentes del mal. Piensan que actúan con las mejores intenciones. Leuchter considera poseer un dechado de cualidades verdaderamente heroicas. Es el Florence Night-ingale de los condenados a muerte. Es el Galileo sitiado por las fuerzas de la represión y la ignorancia. Todo un científico. La gente me dijo que le horrorizaba mi sugerencia de que Leuchter pudiera ser el arquetipo del hombre. Me encantó la idea.” La autora se encantó con estas frases y olvidó la exigencia que ella misma se había auto-impuesto, dejándose llevar por sus aficiones que bien pueden ser las de muchos amantes del cine pero que en este caso exigían otra cosa, o al menos juzgaron al libro por su nombre.
David Oubiña, en cambio, hace el esfuerzo de ubicar la película a analizar dentro de la línea editorial que le proponen. El libro Estudio crítico sobre La Ciénaga fue lanzado en BAFICI y corresponde al primer tomo de una veintena de estudios sobre películas argentinas, del nuevo cine, por supuesto. La editorial define a esta corriente por su carácter rupturista e innovador, sin detenerse ante la disimilitud de las películas que se propone analizar, bajo esos calificativos muchas de las cintas del último tiempo podrían pertenecer a esta corriente, pero ¿Qué tienen en común estas películas? ¿Existe realmente este nuevo cine o es sólo una categorización casi comercial? ¿Qué queda de él, se quedó sólo en Rapado y Mundo grúa?
Oubiña al menos se empeña en ubicar la película que a él le corresponde dentro de esta idea, esta consciente de lo amplio del concepto propuesto por la editorial y trata de profundizarlo utilizando las palabras: juventud e independencia. A su juicio las elecciones estéticas del nuevo cine argentino están determinadas por la corta edad de los directores, y al mismo tiempo porque han sido capaces de darle la espalda a la industria, dicha generalización se encamina en la idea de que estamos frente a un cine no acomplejado, pues no es víctima de todas las cosas que no podía ser ni tener. Pero asume que si bien La Ciénaga se ubica en una generación, es completamente diferente a los filmes que la acompañan, planteando que su realismo no surge de un ejercicio de improvisación o de un registro documental, sino que “opta por una acepción más clásica de la puesta en escena: el realismo como síntesis reveladora…” convirtiéndose en un film de observación que tiende a describir más que a narrar. Al poco andar, el autor se olvida de las otras películas del período, que nuevamente eran una excusa forzosa e innecesaria para presentar al film protagonista del estudio, para analizar lo que realmente le preocupa como crítico. Cada uno de los escritores de esta colección imagino que deberán comenzar igual que él, pero dudo que exista una explicación global del por qué de esta absurda agrupación, si en realidad no existe tal necesidad de unificación.
Una de las grandes cualidades del autor es que asume paulatinamente toda la carga que lleva encima: una extraña editorial, una película muy analizada y una directora que ya ha dado miles de entrevistas. El estudio crítico hace confluir todos estos factores y con ellos propone nuevas ideas y reflexiones sobre el objeto de estudio, dedicando cada capítulo a un foco de análisis, ya sea el tiempo, los personajes, el tratamiento audiovisual y el tratamiento argumental. Del tiempo de éste último señala: “En La Ciénaga no observamos el momento del cambio, no hay transiciones porque mostrar una transición es poner en escena el momento en que una situación se transforma. Aquí en cambio, las situaciones son estados suspendidos”. El libro es un estudio sobre las mutaciones, las que se dan en la misma película y las propuestas por la directora que rompen con los estándares clásicos de puesta en escena: cómo tratar de disponer una progresión sin avanzar, cómo incrementar la tensión dramática sin acelerar el pulso narrativo y cómo anular las posibilidades de cambio en los personajes. Los análisis de Oubiña sobre estos temas se fundamentan en su observación y en el diálogo de esta con teóricos, novelistas, críticos y con la realizadora. Al final del texto adjunta extractos de las fuentes bibliográficas y una entrevista que le hizo a Lucrecia Martel, la cual explica la búsqueda de varios referentes bibliográficos, como es el caso de Piglia.
Finalmente vuelve al comienzo, a explicar por qué se habla de nuevo cine argentino, son películas que a diferencia de las de los 80 confrontan de manera indirecta el pasado en vez de tratar de evitarlo, las nuevas películas parecen menos comprometidas que las de la tradición anterior, no ponen en el tapete los temas pero sí sus secuelas, sin embargo, es capaz de asumir lo que varios críticos evitan, el problema de este cine es que se comienza a parecer: “A medida que los cineastas del nuevo cine comienzan a hacer sus segundas o terceras películas, una modalidad frecuente ha sido reabsorber los logros iniciales sobre un tipo de cine más convencional en lugar de radicalizar las posiciones del comienzo. Los filmes de los jóvenes se parecen cada vez más a los otros, como si la independencia hubiera sido sólo un atajo y no una alternativa. ¿Se están reencauzando las películas para adaptarse a los mismos esquemas de siempre? Si eso sucede, será preciso recordar la distancia que algunos filmes singulares como La Ciénaga, han sabido adoptar frente a la tradición costumbrista que ha dominado al cine argentino”. Esperemos que los próximos autores de esta colección sean capaces de poner en tela de juicio el papel de sus películas en este contexto histórico y asumir tal como lo hizo Oubiña el peso de todo aquello que rodea al film antes de dialogar con él.
Los autores de ambas publicaciones, con o sin intención, fueron capaces de abrir un diálogo entre distintos polos que muchas veces se juntan sólo en breves instancias, como es el caso de un festival, estos libros rememoran y emulan de manera profunda algunos de esos furtivos encuentros: entre el admirador y el realizador, entre el crítico y el realizador, y por supuesto, entre la película y el público.
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Alberdi, M. (2007). Los libros de BAFICI, laFuga, 3. [Fecha de consulta: 2024-12-02] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/los-libros-de-bafici/240