Los perros

Naturaleza muerta

Por Carolina Urrutia N.

Biografía +

Carolina Urrutia Neno es académica e investigadora. Profesor asistente de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica de Chile. Doctora en Filosofía, mención en Estética y Magíster en Teoría e Historia del Arte, de la Universidad de Chile. Es directora de la revista de cine en línea laFuga.cl, autora del libro Un Cine Centrífugo: Ficciones Chilenas 2005 y 2010, y directora de la plataforma web de investigación Ficción y Política en el Cine Chileno (campocontracampo.cl). Ha sido profesora de cursos de historia y teoría del cine en la Universidad de Chile y la Universidad Adolfo Ibáñez y autora de numerosos artículos en libros y revistas.


 
 

Desde el 2001, Marcela Said transita entre el documental y la ficción, en una relación tensa y conflictiva –de amor y de odio–, con la clase social y política acomodada del país. Su trayectoria incluye tres documentales: I love Pinochet, Opus Dei y El Mocito; y dos ficciones: El verano de los peces voladores y Los perros. A lo largo de esta filmografía, va articulando una trama discursiva compleja, que implica un relevante nivel de denuncia, aunque ésta sin embargo permanezca desfigurada. Es decir, aquello que en principio es denunciado, nunca se manifiesta de modo claro, sino que surge desde el lugar privilegiado que parece mantener la narración con el objetivo al que apunta la cámara. Advertimos una ambigüedad ideológica de la cual parece difícil desligarse, en donde el punto de vista es lo que queda diluido, tanto con respecto a los afectos, a los lazos familiares, a las conveniencias de clases, al statu quo, pero también en los aspectos narrativos y las decisiones estilísticas.

Said logra anticipar aquellas coordenadas más coyunturales que observamos presentes en el cine chileno actual en sus dimensiones políticas, desde una estilización visual y sonora exacerbada y detallista, en un juego permanente entre el impresionismo y el expresionismo.  Su anterior largometraje de ficción El verano de los peces… abordaba el conflicto mapuche desde la perspectiva de una familia muy pudiente y su estadía en su casa de veraneo en La Araucanía, al sur de Chile, en medio de un bosque y cercana al lago y a las termas. La propuesta visual y sonora, el acto de aprehender el sur de Chile en todo su esplendor operaba permanentemente con la tensión general de la historia, esto es, el conflicto mapuche alrededor. Se desplegaba en ese filme el mundo de los patrones de fundo y como contrapunto el mundo de los sirvientes (nanas, peones, cuidadores). De ese filme, nos parece particularmente lograda la representación de dicha clase. Los roles interpretados por María Izquierdo, Bastián Bodenhofer y Gregory Cohen conservan, a nuestro juicio, una de las grandes postales del abc1 chileno: los personajes, enfundados en ponchos artesanales, observando desde sendos ventanales el paisaje y las tierras de la cual son poseedores. En ese filme, era la hija adolescente quien tomaba conciencia de las inequidades sociales, de la diferencia de clases y de raza, de la existencia de un pueblo mapuche explotado y disminuido en sus derechos y demandas.

Los perros, por su parte, construye una trama política con ciertas similitudes, en tanto se encarga de representar un conflicto arraigado en nuestra sociedad. Mariana (Antonia Zegers) es la protagonista, e interpreta a una mujer de cuarenta y pocos, hija ‘rebelde’ de la clase poderosa de Chile. Como en su filmografía anterior, Said trabaja rigurosamente la atmósfera, los espacios, la organización de la ciudad. La clase alta, la que conserva y acumula el poder social y político en Chile, mira desde las alturas. La casa que habita la protagonista se ubica sobre un cerro; Santiago se muestra como un paisaje difuminado pero atractivo. Titilan las luces de la ciudad abajo, se pierden sus formas bajo la neblina. En la noche el silencio reina, no lo interrumpen los sonidos urbanos, solo el ladrido de los perros.  La oficina del padre (dueño de una empresa forestal), está ubicada en el piso alto de un edificio de Santiago oriente. Abajo, todo es igual, forma parte de un espacio - otro irreconocible. En ese espacio-otro, habitan los personajes secundarios pero relevantes en la trama (la nana, el detective de investigaciones, el coronel).

La figura del coronel (Alfredo Castro) será central en la historia. Está involucrado en casos de tortura y desapariciones, durante la dictadura militar. Actualmente es profesor de equitación, está en un juicio por crímenes de lesa humanidad, y es “funado” permanentemente por activistas y defensores de los derechos humanos. Mariana es una de sus alumnas y entablan una relación curiosa –sexual, afectiva, paternal, ideológica–, sin demasiada explicación. Mariana lo invita a su casa, el coronel cena con su familia, con su esposo que lo detesta. Lo inserta como un otro, un bicho raro, un sujeto que molesta, tanto por su pasado político, pero también porque pertenece a una clase social distinta.

Son muchas las similitudes que mantiene esta ficción con la anterior, en especial en la tarea de representar un conflicto que rodea la narración, sin ingresar activamente a desenmascarar su centro. La dictadura, el poder económico, el capital fundado sobre un pasado oscuro son elementos que permanecen latentes, punzantes alrededor, aunque nunca tocando o hiriendo nada.

Son relevante algunos les espacios en que la cineasta insiste en ambas ficciones: la nana y la servidumbre; el arte, las obras pictóricas ocupando extensamente la imagen; los animales: caballos, perros (y los primeros planos de ojos, hocicos, perros moribundos, perros de raza, acostados en las camas de sus dueños). Ahí el ojo de Said es riguroso, compone los planos como si fuesen cuadros. Nada es simple en un plano, todo está escogido con cuidado, organizando algo que en la psicología de los personajes y en la narrativa que construye, permanece opaco.

En Los perros hay una nebulosa alrededor de la historia, donde se mencionan ciertos acontecimientos de a poco, como por goteo, aparecen en los diálogos, aunque el conflicto nunca surja claramente desde ahí. La actriz Antonia Zegers es capaz de adoptar un rictus que no abandona nunca, es liberal en medio de la familia conservadora, es curadora (o dueña) de una galería de arte, las obras que le fascinan son ominosas: imbunches, máscaras, pieles de animales, que se cuelgan en los muros de su galería (en contraposición al perro y al caballo, vivos en el plano), a los cuales ella se acerca sin miedo, familiarizada con los rugidos, las violencias, los movimientos, las cadencias.

Con Los perros Said retoma el tema de los cómplices de la dictadura que ya había trabajado en su documental El mocito, sobre la figura de Jorgelino Vergara, un “mozo” en un centro de torturas y, como en ese documental, la figura de Mariana se inserta en este filme en la lógica de una ficción y se manifiesta igualmente compleja. A la vez valiente y cobarde, activa y pasiva, liberal y conservadora. Mariana es un personaje interesante, errático, confronta sus privilegios de clase, mientras se va acomodando a ellos.   

 

 

 
Como citar:
Urrutia, C. (2018). Los perros, laFuga, 21. [Fecha de consulta: 2024-10-04] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/los-perros/919