Chris Wilton (Jonathan Rhys-Meyers) es un irlandés cesante y sin muchas expectativas, que consigue trabajo como instructor de tenis en un club deportivo londinense. El administrador le asigna como alumno a Tom Hewett (Matthew Goode), un próspero hombre de negocios, heredero de la fortuna de sus padres. Al poco tiempo su hermana Chloe (Emily Mortimer) también se hace alumna de Chris. Involucrado ya en la familia, el instructor comienza a salir con Chloe. Pero en una fiesta en la casa de sus suegros conoce a Nola Rice (Scarlett Johansson), estadounidense y actriz, que es la prometida de Tom. Problemas en sus respectivas relaciones mediante, Chris y Nola comienzan un affair que ella interrumpe. Tom y Nola quiebran su compromiso (la intolerancia a la disciplina de Nola por parte de los padres de Tom es más fuerte) y ella vuelve a Estados Unidos. Chris se casa con Chloe, y Tom con su nueva novia. Con el trabajo en la compañía de su suegro asegurado y una esposa más bien insípida, Chris asciende en su escalada social sin muchos problemas. Al menos hasta el momento en que se encuentra con una retornada Nola en una galería de arte de la ciudad y no puede evitar pedirle su teléfono.
Woody Allen escribe esta historia desde la autoridad que le presta el ejercicio. Filmando una historia año tras año, ininterrumpidamente, construye esa imagen de director versátil, desafiante, con esa historia por contar siempre en la punta de la lengua –de la cámara que reemplaza esa oralidad-. La particularidad -¿virtud?- es que esa impresión que causa no es sólo una apariencia. Consciente de su trabajo, y de sus propias limitantes, lleva los mecanismos de su narrativa a esa noción de práctica, a esa consecuencia de la mano diestra que deriva del oficio. Capaz de elaborar los personajes en breves instrucciones y cederles una completa libertad a sus intérpretes, parece desplazar a su método no invasivo de dirección esa seguridad en sus decisiones, ese pragmatismo que lo identifica y que se convierte en su mayor fortaleza.
Este pragmatismo se ve desplazado también a los mecanismos narrativos de su trama. Algunas elipsis de tiempos indefinidos en su cantidad pero determinantes en su peso, o la opción del relato episódico con tal de sintetizar lo que parece ser evaluado como menos importante (los matrimonios, por ejemplo, que se limitan a ser una breve toma del beso entre los novios y una mirada hacia el público de la iglesia, o la omisión de las escenas de sexo, que se entienden por una lógica de obviedad). En esta misma vocación por lo sintético, aparece una riqueza y descripción objetual detonante para los sucesos de la trama (como la vida de Chris, que depende en último término de un anillo de matrimonio que no es el suyo).
Aparece luego la noción del espacio. Con su origen netamente neoyorquino, Allen filma por primera vez en una locación distinta a la acostumbrada en su filmografía. Un Londres nublado, de colores contrastados, sofisticado, inglés . Con una precisión milimétrica logra enfrentarse profundamente a ese espacio: consigue así una comprensión cabal de la sociedad londinense, sus códigos, sus gestos, su sofisticación y su clausura. Hay modos de comportamiento que no pueden ser suprimidos, so pena de exclusión mediante. Nola es esa extranjera que no logra compenetrar lo hermético: estadounidense, actriz para la familia bien constituida con vocación masculina y tradicionalista por los negocios, no lo suficientemente adulta en su comportamiento, sin el éxito del resto –aquel prerrequisito necesario para ser apenas considerado en el sistema social británico-. Chris es también un outsider, irlandés y pobre, pero puede incluir su cinismo en su excesiva cordialidad, y con ello manipular al resto para la consecución de sus propósitos. El destino fatal está atribuido entonces a la autenticidad, y la conveniencia a la simulación. Está también el envío al problema del sexo, como un principal vehículo en las relaciones interpersonales adultas. Chloe no puede quedar embarazada de Chris, pero no porque hayan problemas biológicos. Y Chris parece conocer el auténtico placer sólo con Nola. Las relaciones entre los personajes también se desplazan al ámbito del interés: cuán auténticas son las intenciones de cada uno con el otro es un ítem muy difícil de evaluar. Incluso, parece ser que tal rasgo carece de importancia: hay un factor que sobrepasa ese criterio, que es la consecución de las ambiciones, incesantes y cada vez más crecientes.
Allen proporciona entonces un ejemplo de maestría, una vez más. Un cine maduro, muy bien escrito, muy bien narrado y muy bien filmado. Con la lucidez de la experiencia, proporciona una historia adulta, consciente, sin estereotipos de malos o de buenos, sin una composición superficial de personajes, sino que con una evidencia de sus capas, sus matices, sus comportamientos condicionados a los propósitos sociales, o al ocultamiento de sus propias perversiones. Un gran retorno.
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Zúñiga, O. (2005). Match Point , laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/match-point/138