Desde sus inicios hace ya cinco años, Sanfic apostó por subsanar el lamentable retraso en que estaba sumida la cartelera cinematográfica local, programando una serie de títulos que, pese al palmarés ostentado o al prestigio de sus directores, no llegaban a nuestras salas. Así el espacio fue consolidándose año a año, logrando lo que para muchos podría parecer impensado: realizar un festival privado de carácter comercial, pero programando un cine más ligado a lo independiente, desde cinematografías de nula difusión como la Palestina, pasando por la última película de un director reconocido, hasta aquellos filmes mas “indies”, de aroma independiente pero ya pertenecientes a una industria que supo leer bien que en aquel nicho también había dinero.
La versión de este año confirmó a la sección Shoot the Shooter como la más interesante, gracias a una trayectoria que se anota en tres años el rescate y difusión masiva de la obra de Juan Downey, Danny Williams y Jem Cohem, sin lugar a dudas la gran figura de este festival.
En la previa de Sanfic 5 la gran cantidad de filmes presentados conllevó la famosa práctica de la elaboración de listas, recomendaciones y ranking de lo que había que ver, los imperdibles, las joyas escondidas, para que así el bosque dejase ver los árboles.
Lamentablemente la crítica y el periodismo especializado prefirieron situar esos filmes seguros, los de aquellos directores cuyo apellido tiene mayor resonancia, siguiendo una lógica de “la última de” que garantizaba que fuesen “buenas”, ayudados por el hecho de que eran películas del 2008 bastante reseñadas, muchas de ellas ya disponibles en Dvd.
En una decisión arriesgada por parte de la dirección del festival, se optó por hacer competir entre si a esas películas con cartel, a las “buenas”, programándolas en horarios similares o al principio y fin del festival, permitiendo que aquellas “desconocidas” pudiesen cambiar dicha condición, ya que la grilla obligaba a elegirlas también entre si.
Dicho de otra forma, para que los árboles dejasen ver ese bosque, y dentro de ese bosque apostar y encontrar sorpresas y desilusiones.
Así para el espectador fue posible descubrir que algunas de aquellas películas no solo eran “buenas”, sino que también tenían un recorrido y palmarés que contradecía su invisibilidad mediática.
Y todas ellas quisiera destacar una que, aunque ya la había visto el año pasado, resultó ser para mi la mejor de todo el festival.
Un hijo y sus padres:
Mikey es un treintañero recién convertido en padre, que aprovecha un viaje de negocios para visitar la casa de sus progenitores. Allí el encuentro con sus cosas, el recuerdo de su adolescencia y el cuidado de su cariñosa y sobreprotectora madre harán que se vaya quedando día tras día, abandonando sus deberes (esposa, bebé y trabajo) mientras se reconecta con algo que quizás siente perdido, o que quizás realmente nunca tuvo.
Momma´s Man, tercer largometraje de Azazel Jacobs, podría resumirse en aquella sinopsis. Sin embargo la película es mucho más especial que cinco líneas sobre la trama.
De partida muy pocas veces se funden modo de producción y homenaje. Momma´s Man al igual que El Árbol (Gustavo Fontán, Argentina) no sólo ocupa la verdadera casa paterna como principal locación, también los padres que habitan dicha casa son quienes interpretan a los padres en la película. Y vaya que padres: Ken Jacobs, uno de los más grandes directores de cine experimental, y Flo Jacobs, pintora y habitual colaboradora de las búsquedas expresivas de su marido. La casa-taller se transforma en set de filmación. El trabajo artístico individual o en dupla de los Jacobs, el cual es propio del New American Cinema en su vertiente más underground, será registrado por un equipo de filmación que no vemos (la película no es sobre la filmación de una película) pero que también sentimos sumamente reducido, casi familiar. Y será ese taller, esa vida diaria entre el cotidiano y la creación artística, el que será primero visitado y luego invadido tanto por Azazel Jacobs y su equipo para hacer Momma´s Man, como por Mikey, protagonista del filme quien paulatinamente comienza a vivir nuevamente con su familia mientras deja a la deriva a su mujer e hijo, aquella familia que depende de él.
Oigo crujir mis huesos, madre mía, oigo crujir mis huesos.
Pablo de Rocka.
Momma´s Man está construida en base a las pequeñas situaciones que se generan cuando día a día Mikey pospone su viaje. El volver a dormir ya adulto en lo que fue tu habitación, con estrellas que se vuelven fosforescentes al apagar la luz; el descubrir aquellas canciones escritas en la adolescencia y reinterpretarlas intentando no seguir interrumpiendo el sueño paterno; el reencuentro con viejos amigos y la intención de hacer nuevos amigos de esa edad ya ida (http://www.youtube.com/watch?v=ZnB88DS6Npg)
Eventos sencillos, pero que logran transmitirnos aquella dificultad de dar ese paso que nos convierte totalmente en adultos.
Clave resulta la labor del trío protagónico. La parquedad de un Ken Jacobs más habituado a tratar con objetos inanimados es el contraste perfecto para el cándido y preocupado amor que en cada gesto expresa Flo Jacobs para con su hijo en la ficción. Mikey, interpretado por Matt Boren, ya por presencia genera empatía: gordo, bajo, camino a ser calvo, nos aparece como alguien en constante fuera de lugar, quizás habituado a explotar hacia adentro, y que recupera esa posibilidad de ser niño al volver a casa de sus progenitores. Esa vuelta al vientre materno que le permite por un momento abandonar ese mundo de responsabilidades que le espera, el ser padre de familia y construir un espacio propio con su hijo recién nacido y su mujer.
Pese a su disfraz de comedia Momma’s Man es una obra llena de momentos tristes, reveladores de la fragilidad de alguien que no quiere crecer, de un hombre que intenta disfrutar de su deriva mientras su esposa intenta comunicarse con él por teléfono, y que tras cada llamada irá abandonándose cada vez más, cayendo pero ya sin sentir los golpes, traspasándole ese dolor a su mujer mientras acumula el suyo por dentro. Un dolor tan punzante y silencioso que sólo podrá explotar estando en el regazo materno.
La habilidad de Azazel Jacobs radica en no caer en sentimentalismos simples ni juicios de valor. Desarrolla una puesta en imagen sencilla, donde privilegia la cámara al hombro por sobre el cuadro estático, y el registro de locaciones reales por sobre una mal entendida dirección de arte. Así lo desprovisto y real del cuadro se emparenta con el propio protagonista, quien pese a todos sus dudas y errores se nos volverá, tal como la película, totalmente entrañable.
Camargo, R. (2009). Momm's Man, laFuga, 10. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/momms-man/374