Ignacio Agüero, cineasta fundamental del documental chileno, con una trayectoria que comienza en los años setenta (con tres cortometrajes realizados en el marco de sus estudios de cine en la Escuela de las Artes de la Comunicación, UC, Animal de costumbre (1977) y Hoy es jueves cinematográfico (1976), entre ellos, y casi una veintena de documentales realizados en poco más de cuatro décadas –Cien niños esperando un tren (1988), Aquí se construye (2000) o El diario de Agustín (2008), por nombrar algunos títulos. Su último documental, monumental Notas para una película (2023), es un poema político en blanco y negro, en pasado y presente; un relato sobre la Araucanía que tiene cómo punto de partida a la figura de un ingeniero belga que viene a Chile a construir las primeras líneas ferroviarias, a fines de los 1800, muy poco tiempo después de que la Araucanía fuese “pacificada” por el estado de Chile.
Notas para una película es un documental híbrido (con mucha ficción), reflexivo y también autorreflexivo, basado libremente en el libro de Gustave Verniory: “Diez años en la Araucanía 1889-1899”. La operación se devela desde el inicio, con una voz en off que anuncia algo (voz del propio Ignacio Agüero) que la imagen desmiente y luego la misma voz aclara: no existe ni tren, ni estación, ni el hermoso paisaje alrededor.
En ese inicio se nos presenta a Verniory (personaje y también actor que lo interpreta, Alexis Mespreuve) que se sitúa frente a la cámara, y dirigido por el cineasta, se lanza con un texto que lee desde un papel plastificado. Ahí introduce:
“En 1883, después de una lucha de tres siglos, la región comprendida entre el río Malleco al norte y el Toltén al sur se incorpora a la República de Chile. Después de disolver y dividir las tribus indígenas para evitar levantamientos fueron acorraladas en territorios llamados ‘reducciones’. Quedaban a la disposición del gobierno más de 2 millones de hectáreas de terreno extremadamente fértil. Seis años después llegaba yo a una tierra ‘pacificada’”.
Esta secuencia permite unir, en términos temporales la obra de Agüero con Rey (2017), el filme de Niles Atallah centrado en Orélie-Antoine de Tounens: el francés autoproclamado Rey de la Araucanía. Admite sugerir un hilo conductor a través del Wallmapu desde el rol protagónico de sujetos extranjeros, en un campo audiovisual en donde hasta hace muy poco tiempo había casi nada 1a El cautiverio feliz, de Cristián Sánchez (1994) se suman otros –décadas más tarde– que abordan el conflicto desde sus devenires actuales: Mala junta, de Claudia Huaiquimilla será fundamental para ver cómo las comunidades mapuches resisten aun a distintos niveles de violencias y Folil (Ignacio Montenegro 2020), entre otras. En ambas obras, tanto De Tounens como Verniory, se presentan pesimistas respecto al devenir de un pueblo en permanente reducción territorial, cultural e identitaria. En ambos, sobrevuela la idea de un dominio que persiste y que en la actualidad mantiene sus modos de dominación y perpetúa las violencias raciales y étnicas. A ambos europeos les llamará la atención la visión manifestada por el ciudadano chileno hacia un indio salvaje y violento, que se contrapone completamente a aquellos con los que ellos se relacionan. Y si bien los dos casos se abordarán de modo muy distinto el Wallmapu, los filmes comparten el aura experimental (mucho más radical en el caso de Atallah) y el respeto y admiración hacia los personajes mapuche que aparecen en pantalla. El Mapuche y el territorio de la Araucanía serán exhibidos con solemnidad, asombro, embelesamiento: abrazando el paisaje, registrando su majestuosidad desde planos que insisten en capturar su belleza.
Agüero reaparece varias veces en imagen durante la película. Además de ser, entonces, una película sobre el hacer de una película (una puesta en abismo), vemos simultáneamente una ficción de época sobre Vernoiry en Chile que exhibe e imagina su llegada, de sus impresiones ante el vasto paisaje sureño, de su visión sobre los chilenos (sus costumbres, sus comidas, su excesivo consumo de alcohol).
En ese juego meta reflexivo de poner en escena un texto literario (la adaptación de un libro que tiene mucho de diario de vida y de biografía), Agüero se inserta de lleno en el conflicto mapuche: recurre a diversos textos y documentos (desde fotografías tomadas por el propio Verniory, hasta un fragmento de Ahora te vamos a llamar hermano, película que Raúl Ruiz dirigiera en 1973), pero también suma testimonios actuales y extensos de líderes mapuches que relatan sin interrupción su historia de despojos, de violencia, mientras los filma una cámara y son escuchados tanto por el director, como por el actor de la película además de otros sujetos de la propia comunidad que escuchan de modo atento la exposición que durante más de 10 minutos ocupa la película.
Visualmente imponente y políticamente brutal, la película de Agüero se suma a otros ejercicios contemporáneos por pensar el colonialismo: Brujería (Christopher Murray, 2023); Los colonos (Felipe Galvez, 2023), Blanco en blanco (Theo Court, 2020). En el Chile actual con poca voluntad inclusiva hacia los diversos pueblos que cohabitan en el territorio, es indispensable que emerjan estos filmes que piensen en el pasado sin perder nunca de vista el convulso presente.
Urrutia, C. (2023). Notas para una película, laFuga, 27. [Fecha de consulta: 2024-12-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/notas-para-una-pelicula/1192