Paréntesis

(y la crítica)

Por Iván Pinto Veas

Biografía +

Crítico de cine, investigador y docente. Doctor en Estudios Latinoamericanos (Universidad de Chile). Licenciado en Estética de la Universidad Católica y de Cine y televisión Universidad ARCIS, con estudios de Comunicación y Cultura (UBA, Buenos Aires). Editor del sitio http://lafuga.cl, especializado en cine contemporáneo. Director http://elagentecine.cl, sitio de crítica de cine y festivales.


 
 

1)  Algo incomoda al escribir sobre películas chilenas, quizás por que el apodo lleva como carga una serie de ideas a las cuales la crítica, dentro del modelo productivo actual, debe adscribir, entre ellas, la existencia de un cine que debe considerarse “chileno” y un modelo productivo (a entender, la industria audiovisual) que lo respalde. Detrás de tales ideas se establece una serie de categorías que van de la mano, entre ellas el cánon de un cine que la crítica periodística se ha encargado de respaldar, la idea de una crítica que respalda la producción (y por ende sólo complementa el producto audiovisual) y que se encarga de determinar si ese producto está dentro de un nivel de calidad o no. Hasta hace muy poco tiempo la crítica, de hecho, se encargaba de examinar las cualidades técnicas de producción, teniendo que lidiar con historias que no se contaban, sonidos que no se oían, o imágenes que no se veían. Ese déficit se transformaba en el objeto a auscultar y medir para la instalación definitiva de la producción audiovisual dentro de un marco económico más amplio y en el contexto político de una transición que se llevaba a cabo en un acuerdo tácito entre instituciones, empresas y fuerzas armadas. Hoy en día, creemos, el cine pide otra cosa y en gran medida eso dice relación con el surgimiento de La Fuga como medio crítico. A la espera de un pronto dossier, en el cual hablaremos algo más en profundidad de estos temas, cabe decir que “Paréntesis” se transforma en la primera película chilena a hacernos cargo. Y esta introducción no es gratuita. Por que creemos que (o al menos, yo creo) nos cabe una responsabilidad específica con la producción local y que esta “responsabilidad” debería tener algunas consecuencias en el modo de acercarnos a las películas locales, en la escritura, en los tonos, y en los modelos de análisis. Esencialmente la pregunta que se hace presente frente a la pantalla en blanco es ¿cómo escribir? ¿Debe ser la crítica este complemento a la producción? ¿Debemos estar preocupados de que un filme sea “bueno” o “malo” de acuerdo a los estándares de producción? La crítica posee poder y en nuestros medios locales (incluso en esos “nuevos medios críticos”) el poder es ejercido en base a frases cortas, despectivas o aduladoras pero poco en la capacidad argumentadora, analítica o interpretativa. Crítica, poder, medios van de la mano de un empobrecimiento mayor dónde el espesor es lo que se da a pérdida, dónde los espectadores, finalmente, son poco guiados a salir de los propios estándares que los medios han impuesto, estándares que se reflejan en ideas, en palabras, en conceptos y, finalmente, en morales que cabe la pregunta si permiten una salida, una pequeña fuga de sentido. El modo de escribir críticas y el hecho de que a la crítica la corresponda dar una señal de crédito o descrédito frente a un filme dan cuenta de la unidireccionalidad, del marco estrecho de acción en el que parecieran estar medios y producción audiovisual. Entonces, nuevamente, ¿cómo escribir? ¿Cómo escribir desterritorializando a la crítica de su propio poder? ¿De qué forma dialogar con las producciones audiovisuales locales, de tal modo que sea la palabra “cine” la que empiece a circular? Algo incomoda al escribir de películas chilenas, algo incomoda al escribir de “cine chileno”. Sobre todo si no es el tipo de películas que nos gustaría ver en nuestras pantallas. Y hasta ahí nuestro pequeño poder.

2) La película posee una máxima: tomarse un paréntesis, el paréntesis sería la “suspensión de discurso” (definido en la propia película), una pausa en la cual existiría una interferencia, una salida del tono, un comentario, una idea nueva, para después retomar el discurso anterior, sin que esto afecte mayormente. El paréntesis en el filme también el punto de partida para la historia de Camilo (Perez-Bannen) cuya novia Pola (Sigrid Alegría) le propone una semana de plazo. Camilo, un joven de clase media-alta, que nos remite no en poco a personajes “a la” Fuguet, es decir, alguien que tiene acceso a todo pero que vive desmotivado y psico-dependiendo de pastillas. Entre medio del paréntesis hace su aparición Mike, una extraña niña de la cual Camilo se enamorará fugazmente. A grandes rasgos, ambos llenarán sus vacíos acompañándose mutuamente y nosotros espectadores seremos testigos de la historia de amor que surgirá entre ambos, una historia de amor llena de proyecciones y deseos. Mike representa a la niña deseada, y en gran medida es uno de los factores de interés que nos mantiene atentos en una mezcla de erotismo y desfachatez. Camilo a su vez, nos irá demostrando el poco interés que suscita como personaje, llegando a un punto final, dónde nada de lo propuesto al inicio es solucionado, y dónde el personaje niña desaparece pasando a ser lo que realmente era: un objeto que se sitúa entre medio, sin dejar estela visible en el personaje central. Ahí uno de los mayores puntos débiles de la película, una moraleja pobre (Gus, amigo mudo y millonario que regala libros e interpretado por Luis Gnecco) que quiere sustentar la moral del filme, una leve en la cuál el mundo de los otros es remitido al mero uso, al intercambio de roles. Mike ocupa el lugar de Pola, y después del paréntesis vuelve a ocupar el mismo lugar de antes, pero peor. Pareciera que Camilo hubiese sido incapaz de afrontar un espacio vacío, el de su propia identidad. Por sobre eso, el vacío es ocupado por otro objeto que queda a nivel casi de pura visualidad como personaje y cuya incidencia es tan gratuita que es imposible hablar de una superación, o de una mejora a nivel cualitativo cuando decide dejar de tomar drogas. Peligro: personajes de poco peso dónde gana su tipología pero no su complejidad; es decir, su visualidad y no su peso dramático. Alguien podría alegar que este es un filme que necesita de estas tipologías para hacer presente de otra forma sus temas de fondo, o incluso evitar abordar algo, haciendo presente su propia estuctura de obra, es decir, siendo una obra autorreflexiva a modo de algunos filmes de Godard. Podría responder lo siguiente: ahí dónde los personajes son pura tipología el filme no gana en su estructura, de hecho los recursos a nivel de entramado audiovisual son casi tan añejos como gratuitos. ¿Herencias? Evidentemente del video-clip o de filmes de referencias explícitas tan pobres como “Pi” de Arronofsky o “Búfalo 66” de Vincent Gallo. Un amigo a la salida me comentó que el filme le parecía un buen retrato de la clase media alta-universitaria, al ser el tipo de lugares y desplazamientos en los cuales se mueven esos personajes. A lo cual contesto: me parece que es también un fiel reflejo de los intereses y modos de mirar de nuestra clase media alta universitaria. El filme es incapaz de decirnos algo (oblicuidad en su contenido, finalmente, evasivo) y su régimen audiovisual a su vez es frágil, disperso, y poco concentrado. Tres ejemplos: el efecto de diapositivas que van marcando el paso de los días (bonito, pero ¿útil? ¿solidifica la puesta en escena?), uso de una banda sonora llena de canciones, pero poco de silencios y la utilización de una fotografía en la cuál “todo” se ve, es decir, publicitaria. De hecho es imposible recordar una imagen de fondo en toda la película por que en la práctica no existe algo esencial para su conformación: la construcción de un fuera de campo para una diégesis sólida.

3) Y, es cierto, no queremos cargar la mano gratuitamente. Ya leo en algunas críticas, como la publicada en Siete por Daniel Olave que se contextualiza esta producción dentro de una “generación de relevo” de realizadores jóvenes que refrescan nuestra escena cinematográfica, y se incluye en ellas a Bize, Olguín y Scherson. A la vez, se podrá argumentar que hay que darle espacio a realizadores jóvenes y que la cinta comete los errores de dos estudiantes recién egresados de cine. Pero fijemos los puntos. “Paréntesis” es un filme fresco por que se nota una mirada joven. Nítido por que el relato se entiende en su sucesión de eventos. Lindo, por el uso de algunos fetiches iconográficos y texturales (la “niña”, el uso de colores pasteles, actores televisivos). Entretenido, por que logró, edición mediante, sostener un relato de escaso interés, mediante el uso de efectos, y personajes atractivos en su visualidad. Y, finalmente, leve, por que ha decidido dejar en suspenso cualquier posibilidad de disyunción, peso, o propuesta. Por sobre eso, de la mano de citas, guiños y demases, ganará cómplices posibles dentro de nuestros medios locales, y de seguro ayudará a instalar este nuevo invento periodístico: la de un recambio generacional. Por mientras, en el último estertor, nos seguimos preguntando por los qué que se evaden al ritmo del clip. “Paréntesis” pareciera sumarse a un lugar específico, el del terreno televisivo y publicitario, en definitiva, al del imperio audiovisual. La incomodidad ha quedado fuera tanto como la posibilidad que ese paréntesis se transforme en un silencio expansivo y blanco a la velocidad de un estallido.

 

Título original:  Paréntesis

Director: Francisca Schweitzer y Pablo Solís

País:  Chile

Año:  2005

 

 
Como citar:
Pinto Veas, I. (2005). Paréntesis , laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-12-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/parentesis/174