A casi cuarenta años de su estreno Straw Dogs (1971) se mantiene como un título potente y coherente con las mejores obras de ese cineasta fronterizo que fue Sam Peckinpah. Fronterizo en el sentido de su trayectoria-puente entre el clasicismo, la modernidad, y el posmodernismo cinematográfico; en su tratamiento del western y su relación socio-histórica; entre Estados Unidos y México; en sus entradas y salidas de la industria hollywoodense. En este particular caso se trata de su primera película ajena al género del oeste y realizado fuera de USA.
Un matrimonio, el estadounidense David y su esposa inglesa, Amy, se instalan en una antigua casa en un pueblito escoces. El regreso supone para ella arreglos en la casa paterna y el reencuentro con su pasado. Para David en cambio, la situación le permite aislamiento y dedicación exclusiva su trabajo, ya que es un investigador matemático. Pronto salen a la luz diversas tensiones: el grupo de pueblerinos que trabaja reparando un sector de la casa no es del agrado de la pareja y ellos mismos son víctimas de diferencias con los locales. También hay problemas al interior del matrimonio, mientras Amy se siente dejada de lado e insatisfecha sexualmente por su marido, este se siente invadido por su presencia, interrumpido en su concentración. Al cabo de pocos días la tensión aumenta, David es invitado por sus trabajadores a cazar, ocasión en que dos de ellos escapan para acosar a Amy. David dándose cuenta de que fue abandonado vuelve a casa con intención de despedir a los lugareños que trabajan para el. Más tarde, durante un acto festivo en la parroquia local, Amy no tolera la situación y pide a su esposo abandonar el lugar. Mientras tanto Henry, ex presidiario y tonto del pueblo, es perseguido por el mismo grupo de trabajadores, ya que creen que abusó de la hija de uno de estos. Asustado, Henry mata sin querer a la niña y huye. En eso es atropellado por el auto del matrimonio que regresa, estos deciden llevarlo a su hogar a la espera del doctor. Decididos a hacer justicia por su cuenta, el grupo de perseguidores llega al hogar donde reposa Henry. Se inicia entonces una desquiciada matanza, imponiéndose finalmente el dueño de casa.
Desde un primer momento quedan patentes dos cosas, la película trata de la violencia y la sexualidad: un primer plano del sweter de Amy muestra que no usa sostenes, a la vez que los ejes de mirada masculina se dirigen sobre ella. Un poco después David entra al bar y es testigo, de nuevo por medio de un primer plano, de como el viejo Tom presiona por encima un vaso que sostiene el barman, quebrándolo y dejándole al otro su mano sangrando.
David, extranjero, y su mujer marcan diferencia con los lugareños. Ambos tienen aspecto de personas de su época, comienzos de los setenta, en contraste con los habitantes del pueblo rural, cuya apariencia y actuar se muestra tosca y agresiva, lejanos de la sofisticación urbana de la pareja. Los ecos temporales no sólo se argumentan en el busto libre de Amy (marca de liberación femenina), pronto concurre la alusión a la situación social en Estados Unidos. David responde incómodo a la pregunta de si ha sido testigo de la violencia que impera en las calles de su país: “sólo entre comerciales”, responde. La pasividad de espectador televisivo, que se entera de los sucesos en la comodidad de su hogar, parece que no bastaba a David. Más adelante su esposa le increpa no comprometerse con la causa pacifista, es decir, no haber tomado posición respecto a la guerra de Vietnam, y en cambio haber buscado aislamiento en la campiña inglesa. Resulta que el pusilánime David encuentra una coartada perfecta en su profesión, como científico cree en la objetividad y en la separación del sujeto de su entorno. Enfrascado con las fórmulas que escribe en una pizarra, niega las circunstancias de un mundo violento y se concentra en el cientificismo teórico. Cuando el reverendo local se refiere a la posibilidad del perjudicial uso de la ciencia en un contexto de guerra (“la bomba”) él le responde con un argumento que cuestiona la praxis religiosa: en nombre del cristianismo se han cometido muchísimos más actos violentos.
En cuanto a la sexualidad, esta primero aparece notoriamente bajo su tendencia femenina: Amy y Janice, la provocativa preadolescente. Amy intenta seducir a su esposo sin mucho resultado. Su insatisfacción se vuelve reproche. Esto nos hace dudar de la madurez sexual de David. Aunque el se vea mayor que ella y muchas veces la trate paternalmente, deja entrever su molestia ante la abierta disposición sexual de su esposa bajo la excusa de su cometido científico. Pero más allá se encuentra el solipsismo y la misantropía. Amy comprende el mecanismo que Janice se encarga de ejecutar ingenuamente. Ambas han sido criadas en una tierra de hombres donde la masculinidad manda. Ella tal vez busca refugio de la dominación masculina formando un hogar con el apacible David, pero al volver a su país se da cuenta de que siente una atracción sexual que su esposo no logra corresponder. En un momento como forma de llamar la atención a su marido se exhibe semi desnuda ante el resto de los hombres. Él ni se da por enterado, no reacciona. En este sentido, al ser acosada por su antiguo amor, Charlie, y pese a la violencia con que la somete en lo que parece será una violación, ella acaba por tener un momento de satisfacción sexual, dejándose “seducir”. La verdadera violación ocurre a continuación, cuando es sodomizada por otro trabajador. El sentido de culpabilidad surge en toda su violencia cuando vuelve a encontrase con sus agresores en la parroquia. Pese a todo su sufrimiento interior no le informa a David, quizás para protegerse. Sin embargo, se da cuenta de que su matrimonio se volvió una farsa.
Por otra parte, la sexualidad masculina, en cuanto potencia seductora y posesiva de la mujer, parece ajena a los intereses de David, mientras que para los lugareños es una motivación constante. Las mujeres son propiedad comunitaria, tal como lo dan entender las miradas de deseo del grupo sobre Amy, la sobreprotección respecto a Janice y los intentos de violación. En el primero de estos, como ya se dijo, Charlie se acuesta con Amy, pero es violada por su amigo. En el segundo el amigo le dice a Charlie que mate David mientras él abusa de Amy para que luego Charlie vuelva a tener sexo con ella. La sexualidad de David se construye de acuerdo a una competencia masculina. Sólo llega sentirse un hombre luego de malograr a los que intentaban penetrar violentamente en su propiedad. Su excusa de proteger a Henry o cuidar su casa pasan a segundo plano luego de sentir la satisfacción de haber vencido a todos. Por lo tanto el más hombre es el más violento. El individuo único que aniquila el espíritu gregario y se basta a sí mismo. Su deseo es uno narcisista.
De esta forma su personalidad engarza la violencia exterior, la amenaza de la guerra fría que toca a su puerta y le exige una postura definida, de la que David escapa, con la que ocurre al interior, con los miembros del pueblo. La desconfianza es mutua: David se siente superior a sus peones y al reverendo, definiéndose respecto a clase y cosmogonía. Solo respeta al alcalde, representante de la ley normativa y civilizada. Su trato con los trabajadores es desconfiado, trata de congeniar con ellos para evitar posibles enfrentamientos. Por eso no hace caso a las indicaciones de Amy para tratar de incriminarlos por la muerte de su gato y decide esperar el momento justo, el que llega demasiado explosivo y demasiado tarde. En cambio, el grupo de lugareños lo miran como a un rival, alguien que desde fuera rompe la estructura grupal y es temido por su posible potencial de líder (convida a Tom una ronda de cerveza, tal como el viejo lo suele hacer). Ellos son viejos conocidos de Amy, pero quedan relegados al lugar de empleados de David. Pese a constatarlo como un hombre débil, torpe y extraño, material de burla, él se quedó con el trofeo-Amy. De ahí reluce el instintivo resentimiento de los lugareños por la conducta de David: en el fondo creen que él ha robado a una de sus mujeres. El extranjero, el citadino, “el americano” pone en cuestión la forma de socializar que mantiene a ese ambiente rural, una que entre otras cosas se basa en la ruda jerarquía masculina por sobre el género femenino.
Finalmente la violencia, lo mismo que la sexualidad, está relacionada con el Poder. Una vez que la ley ha sido despachada (la muerte del alcalde) David se da cuenta de la incapacidad del poder institucional como fuerza reguladora. La situación se convierte en un caso límite al que reacciona de forma no deseada, es decir, violenta. De esta manera él se siente capacitado para golpear a su mujer por no seguir su consejo de ponerse a resguardo mientras enfrenta a sus antiguos empleados. Haciéndose valer por medios racionales pero definitivamente agresivos (su planificada estrategia para combatir a los que quieren linchar a Henry) David goza con su nueva actitud, con su muestra de hombría. Cumple con dar un ejemplo de masculinidad y potencia a su mujer y cumple con su compromiso de detener a los agresores y no perder la propiedad, que en definitiva es su propia vida. El único satisfecho con su actuar es él mismo. Aunque su esposa lo salva en último momento, la diferenciación entre ellos es irrevocable. El matrimonio se quiebra definitivamente sobre el cadáver de seis hombres.
La ironía final es que para llegar a ese punto David jamás se enteró de la agresión a su mujer y cree que Henry es completamente inocente. Nunca tomó en cuenta las advertencias de Amy, conocedora de la conducta de los lugareños, llegando incluso a contradecirlas. En este sentido él propició que la curva de la violencia aumentase hasta un máximo nivel. Después de todo no resulta ser tan diferente a sus enemigos.
El reconocimiento de David en Perros de paja como personaje violento le hace llegar al punto de partida desde donde se dibujan otros personajes de la filmografía de Peckinpah. Pienso en esos viejos cowboys que salen a enfrentar la muerte. A David aún le queda tiempo por vivir, con su nuevo aprendizaje viaja sin dirección, como muestra el plano final. Tal vez el complemento de esta película sea la posterior Bring me the head of Alfredo Garcia. También se puede aventurar alguna comparación temática con ciertos filmes de Bergman (como La vergüenza o Pasión), siendo el sueco más abstracto y el californiano más concreto. O tomar a Perros de paja como una crítica a la guerra fría, con David representando el aislacionismo y la ideología liberal estadounidense. Pero lo cierto es que en este caso se reafirma lo dicho por los exégetas acerca del director: la violencia aparece naturalizada en sus películas, se la concibe como parte esencial de la conducta humana, hecho que sus personajes terminan incorporando definitivamente a sus existencias.
García M., Á. (2009). Perros de paja, laFuga, 9. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/perros-de-paja/352