Los mitos y polémicas que circunscriben a la figura y obra del cineasta norteamericano Kenneth Anger muchas veces oscurecen la importancia y el carácter político de su obra. Visto desde las corrientes más conservadoras de la época, fue un cineasta obsceno por llevar a la pantalla escenas que fueron catalogadas como “altamente sexuales” y “promotoras del homosexualismo”, al mismo tiempo que rumores que lo vinculaban al satanismo y la figura del místico inglés, Alister Crowley. No obstante, lo que hay de cierto o no posee una directa relación con la amplia producción de cortometrajes que Anger llevo a cabo desde finales de los años cuarenta hasta los ochenta (aunque actualmente continúa filmando), los cuales pueden ser inscritos dentro de ciertas líneas conceptuales específicas, además de un formalismo experimental de avanzada. A pesar del misticismo o historias que lo envuelven, lo que sí hay de cierto es que si de cine underground norteamericano se trata, Kenneth Anger es una de las figuras más prolíficas dentro del área experimental, donde se encargó de tensionar las estructuras del cortometraje por medio de un montaje acelerado, rápidas transposiciones de imágenes (no manteniendo una linealidad narrativa) y diferentes enfoques de cámara. Todos elementos que luego pasaron a ser utilizados por los medios audiovisuales del videoclip musical. En paralelo a sus búsquedas formalistas, Anger realizó obras de carácter altamente militante en relación a la desarticulación de las normatividades del género, donde la imaginería popular de los años cincuenta, el american way of life, está siendo constantemente cuestionado a partir del juego y contraposición de imágenes sobre la masculinidad y el carácter homoerótico que ésta podía presentar, vinculándose con las corrientes homosexuales, como también con el revolucionario sexólogo, el Dr. Alfred Kinsey. Igualmente, muchos de sus cortometrajes se articularon a partir de un cargado simbolismo místico, obras que lo vincularon con las corrientes ocultistas y las figuras de Crowley, la religión del Thelema, como también con las misas negras de Anton LaVey.
Declarándose abiertamente gay (en una época donde esto todavía era ilegal en los EEUU) Anger militó a favor de la liberación sexual, instalando a través de sus cortos la ambigüedad de género y la cultura norteamericana en relación al culto a ciertos íconos masculinos, como lo eran James Dean y los Hells Angels. El primero de sus cortometrajes en ser proyectado públicamente, Fireworks (1947), nos muestra el despertar sexual de un joven adolescente en manos de un marino de la armada norteamericana, donde el acto erótico culmina con el estallido de fuegos artificiales y con la quema simbólica de un árbol navideño. El cortometraje, en blanco y negro, refiere al cuestionamiento de los íconos “normativos” y el espíritu de servicio de la sociedad norteamericana de los años cincuenta, donde la hombría de los marinos está siendo tensionada por medio de un acto que culmina con la eyaculación patria (fuegos artificiales del 4 de julio) y la quema de los valores tradicionales de la familia, corto que le valió el ser procesado judicialmente por obscenidad.
En Scorpio Rising (1963) de fondo suena Blue Velvet, una popular canción de amor de los años cincuenta, entretanto jóvenes de chaquetas de cuero y estilosos peinados se arreglan para salir. El carácter romántico, y por qué no, heterosexual de la canción, y la preocupación de los jóvenes motoqueros por el look (uno de los jóvenes se viste al más puro estilo James Dean, ídolo que se encuentra colgado de su pared), se tensiona desde la imaginería del macho, que en este caso representa el paradigma icónico del “hombre rudo americano” que no obstante, se presenta como vanidoso y superficial, características (de la época) abiertamente femeninas. Dentro de la misma línea, Kustom Kar Komandos (1965) se articula a partir de una estética similar, donde los mismos jóvenes arreglan su auto al son de una tonada rockanrollera de los cincuenta que suena de fondo. Con colores pop, carteles luminosos y una música altamente identificable, Kenneth Anger busca instalarse dentro de la subcultura queer norteamericana, afirmando la ambigüedad del género que no proviene del underground, sino que desde la misma cultura mainstream y los ídolos pop, sustentados por la propia sociedad.
En paralelo a su producción de carácter homoerótica, Anger produjo algunos cortometrajes que estuvieron orientados hacia una plasticidad escenográfica, casi teatral. Relacionado a su estadía en Francia, donde trabajó a la par del cineasta Jean Cocteau, surgen cortometrajes como Rabbits Moon (1950) o Eaux d’Artifice (1953), donde se puede observar un especial énfasis en el trabajo de la luz y el color. En el primero de ellos, un mimo vestido de blanco se encuentra sobre un escenario desde donde mira la luna, lugar donde habita un conejo; en el segundo, observamos a una mujer victoriana caminar por los jardines de un palacio al tono de Invierno, una de las cuatro estaciones de Vivaldi. En ambas obras podemos dar cuenta de una exploración plástica por el color: en las dos observamos la imagen velada por un filtro azul, al igual que un especial enfoque en la utilización de la luz. En Rabbits Moon el mimo alumbra su pasar con una lámpara, desde donde mira la luna, que brilla aún más, del mismo modo que en Eaux d’Artifice vemos cómo el agua que emerge de las cascadas resplandece a través de una fuerte luz, mientras la figura de la mujer desciende las escaleras, notamos distintos enfoques de ella, primero desde atrás, luego desde la lateral y más tarde, caminando directamente a la cámara, donde se entremezcla con el montaje de la cascada que fluye de la boca de demonios tallados en piedra. Finalmente el corto acaba con la mujer fundiéndose en la oscuridad, velada por la luminosidad del agua. La utilización de escenarios altamente elaborados, además de vestuarios y enfoques plásticos, nos da cuenta de un interés por registrar fílmicamente las características del teatro, como también las posibilidades expresivas que éste poseía.
Más tarde, y una vez de vuelta en los Estados Unidos, Anger comienza a trabajar líneas relacionadas al ocultismo y misticismo propuesto por importantes figuras de la época. Intereses que se pueden ver proyectados en la especial atención que pone en el uso de la luz, que si antes utilizaba para destacar ciertos momentos dentro de su obra, ahora lo hace para enfatizar la importancia de esta como reflejo del espíritu, los símbolos ancestrales, las piedras preciosas (utilizadas en los rituales), como también la puesta en escena de los ritos mismos. En el año 1969 se estrena Invocation of my Demon Brother, corto que se estructura a partir de un collage de imágenes: un soldado albino, cuerpos fragmentados (a modo de caleidoscopio), frascos, imágenes de Cristo, un ritual llevado a cabo por Anton LaVey, entre otras, se funden en una melodía compuesta por Mick Jagger y en una constante repetición que enfatiza lo ritual y la imaginería que esto guarda con la cultura contemporánea, siendo estos dos aspectos indivisibles. Varios años más tarde, Lucifer Raising (1980) se presenta como el nuevo paradigma del director, donde el simbolismo y el rol del inconsciente se articulan para llevar a cabo una obra donde la imaginería del antiguo Egipto se entremezcla, a partir de regresiones a vidas pasadas, con referencias a la cultural actual. El corto que comenzó a ser filmado diez años antes, se encontró con que diversos problemas demoraron su lanzamiento y que envolvieron a Anger en extrañas historias. Pero, más allá de las escandalosas polémicas y extraños mitos que circunscribieron a Kenneth Anger, es importante enfatizar que su figura como director se enmarca dentro de una línea poco explorada por los cineastas de la época. Mientras muchos de ellos orientaban su obra a áreas más íntimas o introspectivas, como por ejemplo lo hacía el cine de Maya Deren o más tarde, Stan Brakhage, él se encargó de exteriorizar las tensiones que presentaba la cultura norteamericana, y las subculturas juveniles que desde allí se desenmarcaban. El american way of life que buscaba enfatizar “el modo correcto de hacer las cosas”, se articula como el punto base de las búsquedas de Anger por dirigir su atención a lo que ocurría en los márgenes de ésta. Los “traperos”, adolescentes rebeldes provenientes de familias de clase media y los horizontes de masculinidad impuestos por íconos populares se muestran bajo estéticas homosexuales, como un modo de “torcerle” la mano a los valores y categorías impuestas, enfatizando que la diferencia provenía y era promovida por la institución.
El cuestionamiento de Anger acerca de los márgenes en los que se articulaba la cultura norteamericana coexistía con la importancia en relación a las características formalistas que su producción presentaba, introduciéndonos a un campo del cine experimental antes inexplorado. La inclusión de canciones populares dentro de los filmes, como también los veloces cambios de montaje y enfoques de cámara nos anticipa al género del videoclip, popularizado por MTV en los ochenta. Sumándose a este trabajo importantes figuras de la escena musical de la época: Mick Jagger, Bobby Beausoleil (músico norteamericano, más tarde encarcelado por matar bajo órdenes de Charles Manson) y años más tarde Brian Butler, músico experimental con quien participó en Technicolor Skull, una performance donde el director tocaba el theremin al mismo tiempo que una calavera de multicolor era proyectada; nos hablan de un especial interés de él por ampliar el campo fílmico hacia otras áreas de la cultura, tanto popular como underground, de los Estados Unidos. Interés que culminó con la publicación de Hollywood Babilonia, libro en el cual narra el “lado B” de la industria cinematográfica: los romances, rompimientos, adicciones, asesinatos, entre otros, del star system hollwoodense.
La obra de Kenneth Anger corresponde a lo que podríamos considerar una poética de la contraposición, donde las ambigüedades de la cultural mainstream norteamericana se articulan a partir de la diferencia y el quiebre con aquello que se encuentra al margen de ella y que no obstante, surge desde allí. La militancia por la diversidad sexual, el ocultismo y por aquello que circundaba a las industrias de la época, fueran estas musicales, cinematográficas o en algún caso, religiosas, nos refieren a la naturaleza de las sociedades cultural y lo que se construye como “lo permitido” y “lo popular”, y de qué manera, tanto la institución como el margen surgen en oposición y coexistencia.
Lathrop, A. (2011). Poética de la contraposición, laFuga, 12. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/poetica-de-la-contraposicion/445