La ausencia de mujeres en los libros de historia de las artes, la política o la ciencia no parece ser simplemente un olvido involuntario multiplicado espontáneamente en distintos tiempos y geografías: cada vez hay más evidencia historiográfica de un patrón de invisibilización que se reproduce al son del sistema de relaciones sociales, culturales e históricas de dominación de los hombres sobre las mujeres, que es el persistente patriarcado.
En el cine, muchas mujeres realizadoras han sido silenciadas y excluidas de los registros históricos, incluso siendo restadas de la autoría de sus propias películas. Un caso emblemático a nivel mundial y que ha quedado de manifiesto recientemente con el documental Be Natural. The untold story of Alice Guy Blache (2018) de Pamela B. Green es el de Alice Guy, primera persona en el mundo en ser realizadora de ficción narrativa (nunca reconocida como pionera) con más de 1000 películas, muchas de las cuales fueron atribuidas a su marido o asistentes.
En el caso chileno, la investigación histórica cinematográfica emprendida por el Doctor en Educación Antonio Machuca Ahumada en su libro Realizadoras chilenas. Cine bajo desigualdad de género (Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2022) aporta valiosa información que sustenta que las mujeres han sido sistemáticamente omitidas, olvidadas e incluso denostadas bajo el modelo heteropatriarcal y constituye un aporte a superar la hegemonía de las expresiones masculinas dominantes.
La formación pedagógica de quien fuera el Coordinador Académico del programa Escuela al Cine de la Cineteca Nacional, el autor e investigador Antonio Machuca, quien se ha especializado en la elaboración de materiales educativos para estudiantes a partir de su doctorado en educación artística en la Universidad Complutense de Madrid, aporta al texto una lectura dinámica y ágil a modo de manual de consulta si se quiere conocer en detalle la historia de las mujeres realizadoras chilenas muchas veces invisibilizadas.
La mirada pedagógica e historiográfica se complementa de manera valiosa en esta publicación con la aplicación de la perspectiva de género como enfoque analítico, que permite leer con ojos revisionistas las resistencias y reivindicaciones de las mujeres realizadoras considerando rasgos feministas en sus gestos y arrojo, aunque ellas no se definieran como tales en su tiempo. Ello, sin dejar de situarlas en sus respectivos contextos históricos y en las posibilidades en su marco de acción de las tendencias de sus épocas, por ejemplo en su relación con el melodrama como género dirigido al gran público, dentro del cual muchas realizadoras innovaron en temáticas y enfoques, situándose contraculturalmente desde el lugar crítico de enunciación de una mujer.
No son pocas las mujeres que a lo largo de la historia del cine chileno se atrevieron a desafiar los mandatos y estereotipos de género que las reducían al ámbito privado de sostenibilidad de la vida, crianza y cuidado de otros; mientras reservaban para los hombres el lugar de lo público, el del trabajo remunerado, el mundo de la creación, la inventiva y la política.
A inicios del siglo XX -cuando las mujeres no podían firmar contratos ni trabajar sin el permiso de su marido-, surgen las primeras realizadoras del cine silente chileno, constituyéndose en precursoras y activistas culturales que enfrentaron la hegemonía masculina, que además de directoras se desarrollaron como guionistas, productoras y empresarias culturales, como es el caso de Gabriela Bussenius, Rosario Rodríguez y Alicia Amstrong.
Bussenius fue la primera mujer en dirigir una película, La agonía de Arauco (1917), obra de la que también escribió el guión en su calidad de autora literaria, en que por primera vez se habla del pueblo mapuche, en la línea de los melodramas de la época. En línea con otras realizadoras a las que se les ha negado su lugar en la historia siendo ignoradas y olvidadas, a Gabriela Bussenius se le cuestionó la autoría de su obra y no se conserva el material fílmico en celuloide, al ser confiscado en la revuelta social de la década de treinta.
La publicación de Antonio Machuca agrega un importante valor al incorporar el contexto político, social y cultural en el que les tocó vivir a las realizadoras, identificando las restricciones y limitaciones que debieron enfrentar como mujeres y creadoras, como así también los avances de los movimientos de mujeres y feministas en la conquista de derechos civiles y políticos. Ello habla del adecuado y valioso enfoque del autor desde el género como construcción social y cultural de las diferencias sexuales, perspectiva que permite visibilizar la realidad que viven las mujeres y los procesos de socialización que internalizan y refuerzan los mecanismos de subordinación.
Es así como recorre las primeras demandas sindicales y derechos laborales para las mujeres al alero del movimiento obrero a fines del siglo XIX y principios del XX, hasta el surgimiento del Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH) en 1935, en su lucha por la igualdad jurídica y política, que logró la promulgación de la ley de sufragio femenino en 1949 y que las mujeres pudieran votar por primera vez en Chile en 1952.
Ya en los años 50 y en el marco del “documental de autor”, surge la figura de Nieves Yankovic como una documentalista que encarna las nuevas propuestas narrativas y estéticas desde una mirada crítica y personal que plantea una aprehensión sensible del universo humano en una búsqueda por comunicar creativamente, como señala Machuca.
Andacollo (1958) de Nieves Yankovic, en co-autoría con su marido Jorge Di Lauro, participó del Primer Festival del Nuevo Cine Latinoamericano realizado en 1967 en Viña del Mar (el que daría origen al Festival Internacional de Cine de Viña del Mar), en que también fueron parte de la programación las obras de la Escuela Documental de Santa Fe del argentino Fernando Birri, el Grupo Ukamau del boliviano Jorge Sanjinés, el Cinema Novo de Brasil o el grupo ICAIC de Cuba. A pesar de su trabajo e influencia, su nombre era permanentemente omitido como autora en las crónicas y ensayos de la época.
Mujeres cineastas en resistencia
Durante la Unidad Popular y poco antes del golpe de Estado civil militar, las directoras Valeria Sarmiento, Angelina Vásquez (ambas habían estudiado en la Escuela de Cine de Viña del Mar, perteneciente a la Universidad de Chile) y Marilú Mallet -todas habían logrado filmar por separado durante la UP-, se acercaron a la productora Chile Films para conseguir financiamiento para un proyecto conjunto, encontrando una negativa por no cumplir con la exigencia de “cuoteo político”, siendo desplazadas como mujeres cineastas.
Con el golpe de Estado de 1973 -del cual se están conmemorando cincuenta años, en un clima de desmemoria y de peligroso surgimiento de sectores negacionistas-, se produce la desarticulación y desaparición virtual de la producción fílmica (argumental y documental), con el desmantelamiento de la infraestructura, el cierre de las escuelas de cine, la derogación de las normas de protección del cine nacional y la salida de Chile de las y los realizadores producto de la persecución y la censura, que se dispersaron en más de 16 países, constituyéndose en una “corriente paralela de cine chileno en el exterior”. La imposición a sangre y fuego de un modelo dictatorial y autoritario produce un apagón cultural y severas restricciones, persecuciones, represión y censura, que son enfrentados por diversas expresiones de resistencia, como el Colectivo de Acciones de Arte (CADA).
Según consigna el autor, el movimiento feminista chileno durante la dictadura evolucionó desde un primer momento entre 1973 y 1977 en que surgen agrupaciones que hacen frente a la represión; luego a partir de 1977 hasta 1981 se desarrollan nuevas formas colectivas para construir identidad desde lo popular; hasta 1987 constituye talleres laborales y de formación para contrarrestar los efectos de la crisis económica; en el fin de la dictadura y la vuelta a la democracia, las mujeres formularon propuestas sociales y políticas al régimen político democrático.
El movimiento transversal de mujeres de distintas sensibilidades partidarias “Mujeres por la Vida” -cuyas acciones relámpago, marchas e intervenciones en los espacios públicos están documentados en Hoy y no mañana (2018) de Josefina Morandé-, surge en 1983 a partir de la brutal inmolación en Concepción de Sebastián Acevedo pidiendo la liberación de sus hijos, para defender la vida, protestar y denunciar la desaparición y ejecución de los presos políticos.
Para referirse a las obras de directoras en el período dictatorial, Machuca trae a colación y le da un lugar destacado a la cita de las editoras Elízabeth Ramírez y Catalina Donoso en Nomadías. El cine de Marilú Mallet, Valeria Sarmiento y Angelina Vázquez (Ediciones Metales Pesados, 2016): “Si la filmografía del exilio sufre la invisibilidad en general, la invisibilidad de las mujeres realizadoras es el doble”. Exiliadas en Francia, Finlandia y Canadá, respectivamente, Sarmiento, Vásquez y Mallet constituyen una valiosa generación de mujeres cineastas de las que poco se conoce en Chile, con obras desaparecidas y otras que recién en los últimos años se están estrenando en Chile, constituyendo un fundamental aporte a la filmografía en resistencia durante la dictadura. (En el caso de Mallet la invisibilización es doble: como realizadora y como escritora).
Como señala Iván Pinto -citado por el autor del libro-, Sarmiento, Vásquez y Mallet desarrollan en el periodo del exilio un trabajo más personal con líneas creativas propias, en vinculación con temáticas relativas a la dictadura; presencia de la mujer como tema, personaje o testimonio; y obras cinematográficas referias al machismo latinoamericano. Las tres directoras le dan una voz y una participación a los personajes femeninos, tan escasos en el cine chileno y latinoamericano. Sin embargo, corrieron la misma suerte de las mujeres realizadoras que las antecedieron, siendo invisibilizados sus nombres y obras en las investigaciones del período.
Por su parte, para la directora Carmen Castillo, exiliada en Francia, la memoria surge desde el presente, en su lucha contra su propia desmemoria necesaria para sobrevivir. Sobre la filmografía de la realizadora declarada feminista, Machuca señala que desafía la representación tradicional enfatizando en sus relatos la condición de mujer frente a la violencia de Estado y el dominio patriarcal. Alimentando una “sabiduría de la derrota” para aprender a perder y soltar lo perdido, Castillo enfrenta el trauma de la dictadura desafiando los discursos hegemónicos desde su anhelo de emancipación permanente y la capacidad transformadora de las memorias de mujeres exiliadas que no idealizan su país, sino que sienten la nostalgia de un recuerdo no sumiso.
En su libro Realizadoras chilenas. Cine bajo desigualdad de género, Antonio Machuca Ahumada se da a la noble, reivindicativa y justa tarea de devolverle a las directoras chilenas silenciadas y ausentes de los textos e investigaciones historiográficas, el lugar que les corresponde en la historia del cine chileno: por su audacia, arrojo y mirada vanguardista en la forma de narrar desde la perspectiva de quienes constituyen la mitad de la población y que tienen un urgente reclamo en ser representadas como sujetas sociales y políticas diversas en su forma de percibir el mundo como mujeres creadoras.
Aguila, M. (2023). Realizadoras chilenas, laFuga, 27. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/realizadoras-chilenas/1158