Tierra sola

Por Martín Baus

Director: Tiziana Panizza Año: 2018 País: Chile

 
 

“Dicen que en ese lugar la distancia te libera.

Pero no sé cual es la relación entre estar lejos

y ser libre.”

Como las anteriores películas de Tiziana Panizza, Tierra sola (2017) se posiciona entre la carta filmada, el diario y el ensayo audiovisual; moviéndose dentro del amplio espectro del cine documental, con un pulso libre, poético y experimental.

Si intentáramos dilucidar las inquietudes que movían a la cineasta en su trilogía de cartas (Dear nona: a film letter (2005)Remitente: una carta visual (2008), Al final: la última carta (2013)) podríamos arrojar un puñado de palabras como: migración, viaje, memoria, cotidianeidad, olvido, lo trascendente y lo pasajero… el olor a eucalipto en invierno… palabras e ideas que podrían seguir siendo códigos de lectura para su última película y coordenadas desde las cuales se posiciona como artista. 

Mientras que en sus cartas los viajes oscilan entre Chile, Inglaterra y la Italia de su abuela y en Tierra en movimiento (2014) se arraiga en la ciudad de Concepción -epicentro del terremoto de 2010-; en Tierra sola el territorio a abarcar es la Isla de Pascua, un territorio cruzado por historias de colonización moderna y flujos migratorios marcados por el “misterio”. El espacio y el tiempo -como elementos nucleares del cinematógrafo- cobran un sentido esencial dentro de la poética de Panizza que se articula cómo una cartografía de distintos tiempos.

A partir de la búsqueda y revisión de diversos archivos fílmicos de la isla, acompañados de filmaciones –tanto en súper 8mm como en digital-  de la propia autora, se construye una narrativa bifurcada, un diálogo entre tiempos e historias que se aleja a cualquier narrativa clásica lineal, y que se nos presenta más bien desde la sensorialidad y la poética del yo en primera persona. Nos sentamos frente a un diario de viaje y bitácora de investigación en torno a una imagen que se ha intentado plasmar sobre la superficie de la isla y su gente. Una imagen atravesada por el prisma científico de filmes etnográficos y expediciones arqueológicas en búsqueda de respuestas al misterio.

La película se podría dividir a grandes rasgos en dos bloques que dialogan. Uno relacionado con el imaginario de Isla de Pascua propagado por los distintos registros y documentales que se realizaron a lo largo de los años, y otro que a partir de esa mirada al pasado nos intenta situar en el presente a través de una visita al centro penitenciario de la isla y conversaciones con los isleños. Ambas corrientes de la narración están cruzadas por oleajes de archivo, cartas, sonidos, voces, sensaciones y documentación actual de este territorio. 

Si bien el film problematiza las formas audiovisuales y de aproximación del llamado “cine etnográfico”; un cine donde se nos presenta –citando la voz de la autora- “la película como una bandera que se clava en la cumbre” y que intenta fijar la realidad en la imagen, pretendiendo ser “un registro no mediado del mundo real”, Panizza se re-apropia de este registro etnográfico para desplazarlo y abrirlo. Encontrar en él el desgaste de las olas y la corrosión del viento.

Como declama el poeta Pablo Neruda en un archivo utilizado en el film: “Hoy 16 de enero de 1971, doy por descifrado el misterio de la Isla de Pascua. Antes que Hotu Matu’a, aquí se estableció el viento. El viento polinesio levantó su herencia, plataformas, obeliscos, estatuas, agujas, rostros, que recibieron el impacto de su grandeza oceánica”; antes del humano hubo naturaleza. Antes de la colonización chilena, hubo rapanui. Antes de los filmes etnográficos, hubo una Historia. El viento.

“Coleccionar lo que el mar devuelve” se transforma en uno de los gestos motores del film. No es por nada que uno de los únicos archivos que escapan en cierta medida de la mirada antropológica y se acerca más al “home movie” o película doméstica, sea uno no buscado, sino encontrado, en un mercado. Y es este rollo de celuloide bajo el rotulado “viajes”, el que abandonado y perdido, encuentra su territorio de vuelta –divisando tierra desde la lejanía- dentro del film de Panizza. Una vuelta a casa, una resistencia a la des-territorialización, al paso del tiempo y al olvido. 

Si volvemos al concepto de misterio –el cual como nos muestra el film, es uno de los adjetivos más repetidos en los documentales encontrados-, podemos dar cuenta de su importancia también dentro de la política formal del film; como si del misterio no se pudiera huir al hablar de Isla de Pascua. Este “misterio” o “enigma” es justamente una roca a la cual aferrarse cuando todo registro ha sido esculpido bajo manos científicas.

Existe en la ausencia de sonido de muchos de estos archivos utilizados por Panizza, un espacio para el misterio, para la gente de la isla.

A diferencia de los documentales científicos que buscaban explicaciones en las medidas de las manos y cabezas de los rapanui o en los moais ciegos y mudos, Tiziana Panizza dialoga con la gente de su presente. Muchos de estos testimonios están solo en audio, en palabras, en voces que reafirman una tradición oral, y que en contraste con la imagen y el archivo visual, no fijan. Lejos de la analogía con la bandera en la cumbre, que se clava desde una posición de poder y soberanía, el sonido está en movimiento -y si queremos pausarlo, como podemos hacer con la imagen para examinarla, este se difumina-. Es por eso que en ciertos pasajes de la película, el sonido desprendido de la imagen del pasado se nos aproxima como presente puro; una lengua y un relato que están vivos y en movimiento. 

En su película “Al final: la última carta”, la cineasta le obsequia a su hijo una lista de “cosas que realmente te quiero enseñar”, donde una de ellas es “que el misterio es movimiento”. En Tierra sola hay una apuesta por encontrarse con los habitantes de la isla y dejarles a ellos contar su historia y sus misterios, sin nunca por supuesto, dejar de lado su propia presencia y experiencia como cineasta. Su cámara como un testigo y como un poema, inmersos en el movimiento de la isla.

En este sentido, la película se inscribe desde un “yo” hacia un “tú”. Un “tú” que además de apelar al espectador, hablándole directamente a través de textos, apunta a los propios personajes que habitan el film. Un obsequio y una ofrenda a Isla de Pascua.

“En las películas antiguas filmadas aquí, hay más moais que personas.

Como si la gente hubiese desaparecido.

Como si la fuga fuese posible.

Estar lejos se parece a la libertad,

pero no es lo mismo.”

 

Estas frases clausuran el film, y de alguna manera dejan en manifiesto la potestad de Tierra sola. La relación entre libertad y lejanía permanece en el misterio. Probablemente un misterio movido por el viento de Isla de Pascua, oído solo por sus habitantes.  Detrás de este film hay más que una cámara filmando y registrando, hay una persona, un viaje y un encuentro… con otras personas, con otros viajes.

 

 
Como citar:
Baus, M. (2019). Tierra sola, laFuga, 22. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/tierra-sola/933