Los personajes de Mike Leigh habitan los suburbios de las ciudades inglesas, departamentos pequeños perdidos en grandes bloques de cemento interrumpidos por ventanas que dejan entrar mezquinamente la luz. “Todo o nada”, “Secretos y mentiras” y “Simplemente amigas”, alguna de las películas anteriores de Leigh, mantienen constantemente una carga social fuerte: a través de ellas entramos minuciosamente a explorar territorios difíciles, donde el apremio económico pareciera teñir todos los aspectos de las vidas de quienes lo sufren. Una suerte de estudio de la clase trabajadora inglesa, donde Leigh se sumerge en estos personajes afligidos, de rostros áridos, agresivos, apagados, para constatar, a través de pequeños quiebres -generalmente acontecimientos fortuitos- que hay afectos que aún pueden ser recuperados y vidas que no están del todo perdidas. Su cine es de denuncia social, desvergonzadamente Leigh entra a las familias y saca a la luz sus problemas más íntimos; la (des) estabilidad de la familia es siempre el eje central de todos los conflictos.
En “Vera Drake” es distinto. Si bien el contexto socio cultural en que nos sumerge Leigh es el mismo de sus otras películas, acá hay un cambio en el inicio que llama la atención. Los personajes de esta historia son felices. Se sienten con suerte y lo repiten una y otra vez. La ventana, que en las otras películas de Leigh estaba cerrada al comienzo, está ahora abierta y tememos, por la experiencia que nos ha otorgado su cine, que pueda cerrarse en cualquier momento.
Vera trabaja limpiando casas, vive con su esposo y sus hijos ya grandes, y en su tiempo libre, cuida de su madre anciana y hace abortos. Sin otorgarle a este acto ninguna carga ética a priori, Leigh nos presenta a esta señora de semblante dulce, trabajadora y amable, haciendo abortos de la misma manera en que limpia las casas de la clase alta. A través de episodios breves, nos internamos en esta rutina ambigua, que no nos calza del todo: aunque torcida, la lógica es coherente dentro el universo de la película. No se juzga a los personajes ni sus acciones, no se incita al espectador a mantener una postura determinada, el director simplemente se limita, en base a episodios, a mostrarnos la vida de Vera y de quienes lo rodean.
Filmada completamente en espacios mínimos, claustrofóbicos - habitaciones pequeñas, muy oscuras, donde apenas parece caber un personaje (aunque vemos de pronto celebraciones dentro del mismo espacio con 6 ó 7 personas dentro); y donde incluso el exterior, en este caso, Londres, parece agobiante, apretado, angosto- la atmósfera es coherente con el argumento. Esta opción de la puesta en escena nos dice mucho de la historia y de los temas que unen esta cinta con las anteriores de Leigh: la maternidad, el embarazo no deseado y, en este caso, el aborto.
Leigh, en general, decide no tomar partido, pero si plantear reflexiones, debates. Dice: “Los dilemas morales que mi film trata de plantear no son fáciles de resolver, y se trata de que cada uno de nosotros los pondere con una mentalidad abierta, y sin perder un firme contacto con la realidad”.
La inocencia de la protagonista, sustentada en la espectacular actuación de Imelda Staunton, hace difícil no ponerse de su lado, aunque al mismo tiempo, el límite entre la inocencia y la estupidez es leve. A pesar de que Vera siente que está haciendo el bien, es totalmente conciente de que sus acciones son ilegales y reprobables (sólo eso explica que su familia no sepa que ella realiza un par de abortos por semanas desde hace años). En el Londres de 1950, donde está ambientada la cinta, el aborto era una práctica ilegal, y eso la protagonista lo sabe: tiene claro por qué llega la policía a buscarla a su casa, y antes, mientras ayudaba a estas jóvenes, también lo sabía. Por qué lo hace, es un misterio, hay algo en su pasado que no termina de descubrirse.
En forma paralela, como un pequeño hilo que se desprende en la historia y que luego queda interrumpido, el director nos muestra a la hija de la patrona de Vera, una mujer de 18 ó 20 años, que queda embarazada y va a una clínica hacerse una aborto. Hecho que queda suspendido, pero que cumple la función de subrayar la diferencia del mismo procedimientos a ambos lados de la escala social.
“Vera Drake” es una cinta bella, donde lo notable, más allá de cuan controversial pueda ser el tema, son las actuaciones sólidas, de encuadres obsesivos que persisten hasta obtener el gesto, a través de planos continuos, silenciosos, que esperan hasta captar cómo reaccionan los personajes, no sólo la reacción evidente, sino también qué piensan en ese momento, qué sienten. De este mundo interior completamente coherente con el exterior, con la puesta en escena y el cuadro, resulta una película de una fuerza impresionante y agobiante. “Vera Drake” prueba, una vez más, que Mike Leigh es un autor potente, de ideas y estéticas reconocibles a través de toda su filmografía. Un director que tiene algo que decirnos y que lo hace de la mejor manera posible.
Título original: Vera Drake
Dirección: Mike Leigh
País: Inglaterra / Francia / Nueva Zelanda
Año: 2004
Urrutia, C. (2005). Vera Drake , laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-12-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/vera-drake/191