En 2023, se conmemoraron dieciocho años de la captura de Paul Schäfer, líder de Colonia Dignidad, así como de los cincuenta años del golpe de estado en Chile que mantuvieron al país en una dictadura cívico militar hasta el inicio de los noventa. El lazo macabro que une ambos acontecimientos volvió a llamar la atención de la mano de Aullido de invierno, una película dirigida por Matías Rojas Valencia y que es protagonizada por Ingrid Szurgelies, Franz Bäar, Paulina García, Amalia Kassai, Patricia Cuyul, Clara Larraín.
En ese mismo año se cumplieron diez años de Raíz (2013) y dos años del estreno de Un lugar llamado dignidad (2021), ambos trabajos realizados por Matías Rojas Valencia. La primera habla sobre la búsqueda del pasado y la identidad en medio de una desbordante naturaleza en el sur de Chile; mientras que la segunda se enfoca en lo que ocurría al interior de Colonia Dignidad y el trato que tenía Paul Schäfer con los niños que consideraba como sus favoritos.
A raíz de las conmemoraciones que se hacen en 2023, tanto de acontecimientos históricos del país como del trabajo del director, podemos considerar que Aullido de invierno ha sido forjada en una doble mixtura que trabaja sobre el proceso de construcción de memoria y la lucha en contra del olvido. Una primera parte de su mixtura se basa en el ensamblaje que reconoce entre sus dos trabajos anteriores, como si la unión de estas películas tuviera como fruto la cinta que nos convoca en esta ocasión. Una segunda parte radica en la mezcla que se hace entre lo documental y la ficción de una manera que no busca hacer una comparación entre un recurso y otro, sino mostrar cómo pueden obrar por un mismo objetivo.
La cinta aborda dos historias que se relacionan y que dicho vínculo se hace evidente con el pasar de los minutos. En la primera historia, la que tiene como soporte el formato documental, seguimos a una pareja de adultos mayores que se conocieron en Colonia Dignidad y que una vez que salieron de ahí han vivido en medio de la naturaleza. La segunda historia, amparada en la ficción, narra la búsqueda que hace una mujer en medio de las montañas, los ríos y los bosques del sur de Chile.
La cinta se separa entre tres partes. La primera se aboca a contar la historia de Ingrid y Franz, quienes son acompañados en las acciones cotidianas de su diario vivir, como alimentar animales, cortar leña, almorzar, abrazar árboles, etc. Esto se complementa con fotografías de la pareja mientras cosechaban y construían su casa, así como de planos que encuadran la naturaleza a su alrededor, mostrando las copas de altos arboles envueltos en nieve o animales pastando entre pequeñas colinas. Entre medio de la apacible imagen que se nos muestra sobre el sur de Chile, aparece un video de archivo en el que Franz reclama a la clase política y a los medios de comunicación de que nadie se ha acercado a saber cómo está él, y que ellos no habrían aguantado treinta años de tortura en Colonia Dignidad.
En la segunda parte vemos a Mónica, una mujer que observa con suspicacia su entorno rodeado de piedras, un pequeño río y árboles. Ella está repitiendo constantemente el nombre de “Pedro Miño Chacón” y su Rut, como si se tratara de un mantra que intenta conectar su búsqueda con lo que está experimentando en su interior. Entendemos que Mónica ya había estado en la zona hace algún tiempo, pero desconocemos la razón y como espectadores lo vamos desenredando poco a poco hasta toparnos cara a cara con el vínculo que une esta historia ficcional con los relatos documentales de Ingrid y Franz. Por medio del recurso de la voz en off, Mónica nos relata que durante la dictadura de Pinochet fue trasladada a Colonia Dignidad para esconder los cuerpos de los opositores al régimen que habían sido detenidos y torturados en las dependencias del enclave alemán.
En la última parte, volvemos a encontrarnos con Franz e Ingrid. Ahora están acostados y recordando cuando se enamoraron. Ambos se abrazan, se toman de las manos, se acarician y todo sigue en silencio. Hay un plano detalle de las manos de los protagonistas antes de que todo se vaya a negro y aparezca una frase con letras blancas: “En la actualidad, algunos políticos y civiles que defendieron Colonia Dignidad todavía forman parte de importantes esferas públicas y privadas. Ingrid y Franz aún no reciben ningún tipo de indemnización por parte del Estado de Chile”.
La doble mixtura que mencionamos antes es lo que hace que Aullido de invierno sea un trabajo interesante desde distintos ángulos, tales como el montaje, el fuera de campo y la voz en off, pues cada uno de estos recursos formales está trabajando para reforzar la idea principal del film que se puede resumir en la pregunta que Ingrid hace al inicio y al final de la cinta: “¿Cuantas veces se tiene que contar una historia para que nunca sea olvidada?” Con respecto al montaje, la cinta une, como si de un collage de memoria se tratase, dos hechos que marcaron la historia de nuestro país, y donde cada una de las tres partes podría pensarse como una gran escena en sí misma, por lo que el ejercicio que propone la película es encontrar el sentido que dicha unión provoca en la audiencia, tal como lo pretendía Eisenstein con su montaje dialectico. Con relación al fuera de campo, en esta película no vemos el lugar de la barbarie para ninguna de las dos historias, simplemente observamos los resabios de aquello que ocurrió en algún momento del tiempo pasado. Tal como lo dice la protagonista, esta cinta habla de Colonia Dignidad sin mostrarla directamente. Lo que vemos no son más que las huellas de la violencia. La voz en off es la que se encarga de unir el pasado y el presente. Por ejemplo, mientras vemos a Franz caminando entre la nieve, la voz nos cuenta el sufrimiento del pasado y la podredumbre que él mismo refiere a su estado durante su estadía en el hospital de Colonia Dignidad. Así, el recurso de la voz en off funciona tanto para la ficción como para el documental, ya que, en ambos casos, la voz que se escucha de las protagonistas viene a entregarnos un contexto, una respuesta a lo que hemos podido intuir con el paso de las escenas.
Será muy relevante la relación simbólica entre la naturaleza, lo social y la memoria. Además de los planos de la naturaleza y de los animales que hemos mencionado, hay un tratamiento simbólico de los árboles que destaca de sobremanera. Vemos a Franz abrazando un árbol, vemos a Mónica descansando en uno también, y vemos a la mujer del bosque explicar que no hay que molestar la tierra porque ahí viven y descansan los espíritus, agregando que las piedras y los árboles guardan memoria y se acuerdan de todo.
Esto nos retrotrae al trabajo de Georges Didi-Huberman, quien escribió Cortezas (2014) a propósito de su experiencia al visitar el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. El libro destaca la importancia que tienen las cortezas de los árboles en el proceso de reconstrucción de memoria a raíz de lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial. La sutileza del pensamiento de Didi-Huberman propone entender a las cortezas como “una superficie de aparición dotada de vida, que reacciona al dolor y está prometida a la muerte” (p. 68). Para el caso del trabajo de Matías Rojas Valencia, las cortezas se convierten en un lugar de visibilización del sufrimiento y de encuentro con el dolor.
Así, el abrazo de Franz al árbol que mencionamos antes es una caricia de agradecimiento por mantener vivo el recuerdo de lo que padecieron. Es un contacto con el pasado, con la experiencia, pues lo que Franz e Ingrid quieren no es el olvido de lo que vivieron, sino el reconocimiento del sufrimiento. Esperan de las autoridades políticas y civiles hablen del tema, que no se esconda, que no quede debajo de una alfombra, sino que se discuta, se reconozca y se camine hacia la justicia y la reparación.
Aullido de invierno, entonces, es una obra construida a partir de cortezas. Dicho de otro modo, Aullido de invierno es corteza y en su interior habitan otros tipos de cortezas que se van ensamblando hasta construir la obra del director. Tal como ocurre en el vasto bosque del sur de Chile donde el paraje nos muestra distintos árboles y reconocemos que cada especie tiene sus propias características, pero que la unión de sus singularidades hace que se identifique a la distancia aquello que denominamos bosque. Así, las cortezas de cada uno de estos árboles no son sólo superficie, sino que también son profundidad. Con relación a la película, no es solo lo que muestra, sino también lo que oculta. En ellas está el campo y el fuera de campo, la música y el silencio, el color y los negros y grises, el reconocimiento y el olvido que atraviesa cada una de las tres partes que conforman la cinta.
Finalmente, de la misma forma en que la antigüedad del árbol se conoce por medio de los anillos que conforman el interior de su tronco, acá el director nos ha brindado acceso a los recuerdos de las experiencias de los protagonistas. Cada historia es un anillo, cada recuerdo es una marca en la madera, y cada experiencia ha dejado un rastro reconocible en el presente. Pues de eso se trata la cinta y para eso sirven las cortezas, para reconocer el ayer en el ahora, el pasado en el presente, y reconocer el paso del tiempo en aquello que no sido capaz de curar.
(2024). Aullido de invierno, laFuga, 28. [Fecha de consulta: 2025-02-03] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/aullido-de-invierno/1214