El dossier que presentamos en este número viene planificándose hace bastante tiempo. Lo que lo incentiva es el deseo de abrir perspectivas y preguntas al cine en el contexto contemporáneo. Pero no se trataría de hacerlo desde una Teoría del cine, sana y salva, resguardada en la academia; lo que llamamos teoría aquí, es un momento de repliegue y cuestionamiento, una forma de preguntar, discutir, re-visitar, un lugar de apertura de perspectivas, un momento de riesgo e impropiedad en la puesta en discurso….
Es en ese espíritu de contaminación tan necesario para pensar el cine hoy, donde encontramos un lugar común para este dossier: En el deseo de poder hacer dialogar textos y perspectivas de distintas procedencias, disciplinas y ámbitos; sin que por ello tengan deudas, pertenencias, disciplinamientos, resguardos; o que, al menos, no sean ellas (las especializaciones, en tal caso) excusas para dejar de presentar un diálogo abierto, cruzado y transversal.
Las escrituras que encontrarán aquí tienen diversas y diferentes preocupaciones, sin embargo, hay algo de la que ninguna de las propuestas se escapa: pensar las imágenes en su contexto contemporáneo.
Ya sea para pensar los aportes de Gilles Deleuze al estudio del cine (un viraje hacia la ética, que nos propone Esteban Dipaola), retomar a Christian Metz en perspectiva de la práctica analítica (Facundo Diéguez) o incluso a André Bazin en perspectiva del realismo (Luis Mora). O para dar cuenta de una “estética del desastre” propuesta por Daniel Reyes a partir del cine de Jia Zhang Ke; pensar en el camino de una ontología de la imagen técnica (José Pablo Concha), o verificar en la vocación detallista de un plano de Godard un movimiento radical en la práctica cinematográfica (Felipe Aburto); las preguntas surgidas a partir de sus “Historias del cine” (Pablo Corro), releer los textos de Walter Benjamin para extender desde ahí una pregunta por las imágenes insertas en la cultura (Iván Pinto); los textos de este dossier apuran, retardan, intervienen en el entorno de las imágenes.
El gesto, entonces, prevalece sobre la escritura (Comolli, también en este número, quizás podría decir otro tanto). El gesto de envío, en primera instancia; quienes escriben, envían, confían en que serán leídos, son señales (de alerta, distancia o repliegue) enviadas en sobres sin remitentes y a la espera de un destinatario. Acaso habría una metáfora más fiel a lo que significaría mantener vivo el trabajo de la crítica y la teoría hoy. Queremos agradecer a todos los que participaron, a quienes nos dieron sus palabras, tiempos, y conversaciones.