Una historia real y criminal
— “This is a true story”.
—¿Y?
“This is a true story”, dice el enunciado que se repite en el inicio de cada capítulo de las dos temporadas de Fargo (2014, Adam Bernstein, Randall Einhorn, Colin Bucksey, Scott Winant, Matt Shakman; 2015, Randall Einhorn, Michael Uppendahl, Noah Hawley, Keith Gordon, Jeffrey Reiner, Adam Arkin). “This is a true story”, y de ahí que, en tanto constante reiteración, esa historia verdadera, acaba por desajustar y desgastar la misma realidad. “This is a true story”.
—¿Y es real?
Da igual, solo sabemos que lo verdadero, o lo real, se difumina en su propio exceso repetitivo y en la estela de sangre que arrastra el crimen. Este, como bien sabemos, nunca habla solo del crimen, siempre deja marcas que conducen a otra habitación, a un callejón oscuro, o a un pueblo perdido en medio de la nieve. Pienso, por un lado, en Benjamin (2003), cuando dice que el origen social de los relatos detectivescos es la difuminación de las huellas en la multitud de la gran ciudad; y por otro, en Baudrillard (1996), quien sostiene que, si el crimen quiere ser perfecto, no debe dejar huellas. Lo básico, entonces, es que todo crimen deja huellas, por lo que cada representación del mismo también las deja, o como decimos con el viejo Iván de los Ríos, cuando hablamos de crímenes hablamos de otras cosas, de las huellas que quedan. Esto último Fargo lo cumple a la perfección, deja marcas en cada movimiento de sus personajes que matan, desde el asesinato fortuito y torpe hasta el crimen planificado para que luego terminemos hablando de esas otras cosas.
—“This is a true story”.
—Entonces, se quiere desarmar eso verdadero.
En las dos temporadas hay dos tipos de asesinos, los inteligentes, como Lorne Malvo y Mike Milligan; los torpes, como Lester Nygaard, Peggy y Ed Blomquist. Los primeros, son fríos y manejan las acciones marcando las pautas, dirigiendo las escenas. Malvo a ratos predica, quiere que sus receptores piensen, le agrada dejarlos en evidencia; Milligan, en tanto, se muestra simpático, calmo y seductor. En ambos casos se trata de sujetos implacables.
Los relatos criminales, sean novelas o películas policiales, en general, se mueven con asesinos o detectives astutos, cuya sagacidad e inteligencia reluce en donde la sangre corre por litros. Desde Sherlock Holmes, pasando por La soga (Rope, Alfred Hitchcock, 1948), hasta los lúcidos perfiles de los protagonistas de las series de TV contemporáneas. Porque, sean criminales, mafiosos, detectives alcohólicos, profesores de química, sicólogos o ambiciosos políticos, todos se lucen a la hora de abordar la difusa realidad del crimen o las fronteras entre el bien y el mal, todos nadan arrogantes en los mares de la astucia, sagacidad e inteligencia, que a veces, lastra.
—Veamos… la excesiva y estereotipada lucidez de Dexter Morgan para ser parte de la policía de Miami y ser un monstruo criminal.
—La inteligencia desbordada de Michael de Prison Break, para salvar a su hermano en la propia cárcel.
—La ebria lucidez de Ryan Hardy y la excesiva genialidad de Joe Carroll en The Following.
—La valentía y agilidad mental de Jack Bauer en 24.
—Sarah Linden en The Killing, Sonya North en The Bridge, Stella Gibson en The Fall, incluso Frank y Clarie Underwood en The House of Cards… bla, bla, bla.
—En todas, sean sujetos arrogantes o de bajo perfil, sus relatos se erigen desde la capacidad de enfrentar o generar violencia, muerte, delito, crimen.
—Fargo matiza.
—Pero no es lo central.
—“This is a true story”.
Repito, todo crimen, para ser perfecto, no debe dejar huellas. Pero no seamos ingenuos, el crimen nunca quiere dar cuenta del crimen, el crimen desvía nuestra atención, quiere hablar de otra cosa.
—¿O no, Raskolnikof…?
El crimen, como la literatura, siempre quiere decir algo que no entendemos a la primera. Recordemos a Bataille, la “literatura no es inocente y, como culpable, tenía que acabar al final por confesarlo” (1977, pp. 19-20), y las series, por lo tanto, también lo son, porque son relatos que buscan erigir, desde el crimen, una cadena de culpas y complicidades de las que el espectador se siente parte. La literatura, el cine, la series, son culpables, nosotros los cómplices, a veces cobardes, a veces morbosos, a veces perversos, a veces con el deseo de observar la crueldad. Tema para otra ocasión.
El crimen, antes que todo, arrastra la desobediencia civil y/o moral, en sí, la ruptura de normas. El relato que construye Fargo se funda, primero, como todo relato criminal o policial, en la aceptación, reivindicación o ruptura de la norma; y segundo, en un margen de subjetividad de los personajes criminales, que oscila entre carácter profesional, sicópata y certero, de unos, y la estupidez, la idiotez, la ingenuidad y la torpeza de otros. El personaje lúcido de la primera temporada es Lorne Malvo. Lester, en cambio, es un tipo no respetado por su entorno: su esposa, su rival de secundaria y su hermano. A la primera la asesina de impotencia; al segundo lo manda a matar sin haberlo pensado; al tercero, lo inculpa mediante una lúcida y sólida trampa. Este último momento es cuando Lester empieza a actuar inteligente y premeditadamente. En tanto, los criminales de la segunda temporada se centran en la familia Gerhardt y su guerra contra Kansas City. Entremedio, Ed y Peggy se convierten en asesinos.
—¿Y qué quieren decir estos crímenes?
—No sé… “This is a true story”.
Relatos de familia
Cuando pienso en escribir este texto imagino un texto sobre la maldad humana, el crimen, la violencia y la sangre; pero, termino escribiendo sobre la familia, y la recurrente oposición entre el bien y el mal. Fargo, en primera instancia, es una serie sobre crímenes, con asesinos, unos profesionales y otros torpes, que dejan una estela de sangre en su camino; sin embargo, la serie es, sobre todo, una historia familiar, tradicional, repito, sobre el bien y el mal, y si me apuran, sobre los valores de un ideal conservador de familia. Es decir, el gran neopolicial, que elige una espacialidad gélida y en exceso blanca, en una atmósfera fría —Andrea Kottow pensará en la atmósfera lluviosa en The Killing—, que disputa el lugar de mejor serie de los últimos tiempos a True Detective, es un relato sobre la familia. También lo son Los soprano y Breaking Bad. Fargo es una serie sobre las fisuras del modelo de familia.
—Hay familias farsescas como la de Los soprano.
—O en apariencia perfecta, como la The Fall, con la doble vida del sicólogo y asesino en serie; o con cuentas pendientes por saldar, como Bloodline. La familia en ruinas.
—Los valores de la familia de Walter White están en juego. La ambición de este, fundada en su intención de asegurar el futuro de su hijo y su esposa, hace tambalear los cimientos familiares. Si hasta Marty, en True Detective, erige un modelo en ruinas de familia.
Partamos de una base sencilla, la familia es la unidad política básica. En parte, se la configura como una estructura, ideal, farsesca o en ruinas, pero sobre todo falible. En la primera temporada de Fargo las familias se esfuerzan por autodestruirse o por perpetuar sus modelos derrumbados. La mujer de Lester rebaja la hombría de este, cuando intenta arreglar la lavadora y la echa a perder. Lester reacciona y la mata con un martillo. Simple. Las vidas que rodean a Lester no encajan con su perfil, su hermano es exitoso y no lo valora: “¿Por qué lo arruinas todo?”, le recrimina a Lester. Sin embargo, luego viene la venganza de Lester con su hermano. Sin duda, hasta ahí, el plan es perfecto.
“Tú pasaste toda una vida creyendo que había reglas. No las hay”, dice Lorne Malvo a Lester. Pasado un año, Lester este asume que esas reglas rotas pueden ser manejadas, pasa a cumplir un lugar activo y protagónico que revierte el rol pasivo que su mujer y su hermano le habían otorgado: se convierte en un hombre exitoso. Su personalidad cambia, pero nuevamente se cruza con Lorne Malvo y el plan falla.
—Otra vez, Lester.
Malvo sabe que la familia es un flanco fácil de atacar. Mata a la nueva mujer de Lester. Enemista a los hijos de Sam. La familia de Stavros Milos también es un objetivo fácil, por cierto, aparece en escena de manera disfuncional, aunque también se muestra el momento en que, por designio de Dios, entregados al frío de la carretera, encuentran una maleta con el dinero que los hace millonarios.
—¿Y el afiche: “What if you’re right and they’re wrong?”?
—Es el mensaje que induce a error a Lester. De algún modo es el mensaje que encaja mejor en los Solverson que con él.
—Ellos son lo que están en lo correcto.
—Exacto.
La segunda temporada gira en torno a tres familias y una mafia, la cual en sí, es otra forma de familia. La primera, Ed y Peggy matan, acuerdan encubrir el crimen y desaparición del cuerpo y escapan, con la excusa de mantener la estabilidad del proyecto familiar. Urden un relato, que creen es coherente, pero que resulta falible. La segunda es la familia Gerhardt, la que controla el transporte de todo el medio-oeste del norte, ante la inminente muerte del patriarca, surge una lucha entre la esposa, Floyd, apoyada por su hijo Bear, frente a su hijo mayor, Dodd. Por su parte, Rye, el tercer hijo, muere en el primer capítulo, atropellado por Peggy. Ohanzee Dent, el indio, es el cuarto, no considerado como hermano por Dood, sí por Beer. Los Gerhardt entablan una guerra con la mafia de Kansas City. La tercera familia, son los Solverson, los protagonistas de ambas temporadas, los que cargan con la misión de buscar la justicia, de cargar con la roca de Sísifo.
Cargar la roca o “What if you’re right and they’re wrong?”
“Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso” (Camus, 1991, p.133).
Albert Camus decía, en su texto sobre moral y política, que la tarea del siglo XX consistía en erigir una idea de justicia en un mundo injusto. Sea el matiz que fuera, las palabras no fueron escuchadas, aunque, en ocasiones, tal edificación es asumida, en parte, por pesonajes como los que componen la familia Solverson, que cargan una y otra vez la roca que el mismo Sísifo debe levantar repetidas veces hasta la cima.
El bien y la familia que perdura: Los Solverson. Estos, el padre y su suegro, en la segunda temporada, la hija, en la primera, son sujetos buenos e inteligentes. Claro, sin el aura desgarbada y heroica de otros detectives o policías televisivos, tienen cierta lucidez, la dosis precisa para entender lo que los rodea. Molly le relata a Lester, hacia el final de la primera temporada, una especie de fábula que este no entiende. El padre Solverson, le dice a Peggy y Ed, en la segunda, que han tenido suerte. Tampoco entienden demasiado. Los Solverson leen la escena de manera acertada, sin ser escuchados. Mientras tanto, los criminales aficionados, construyen relatos inverosímiles, que ellos y su entorno asumen como perfectos, no así la familia Solverson, de naturaleza suspicaz.
Cargar la roca es ir contra la corriente, como versa el cartel que Lester mira una y otra vez en el sótano de su casa después de haber matado a su esposa. Es el padre Solverson quien reflexiona sobre el tema del mal y el bien: “Solo estamos desbalanceados (…) Todo el mundo. Solíamos distinguir el bien del mal. Un centro moral. Ahora…”. Ese desbalanceo puede ser leído desde el desequilibrio que arrastra el Mal. Pienso en Baudrillard, para quien: “Todo lo que expurga su parte maldita firma su propia muerte, así reza el teorema de la parte maldita. La energía de la parte maldita, la violencia de la parte maldita, es el principio del Mal. Este principio no es moral; es de desequilibrio y vértigo, de complejidad, extrañeza, seducción, incompatibilidad, antagonismo e irreductibilidad (2001, p.117). Los Solverson, padre, hija y abuelo de esta, quieren expurgar la parte maldita, y firman su muerte, que es cargar con la roca, intentando balancear y equilibrar el mundo. Van contra la corriente en un mundo en el que perdura el crimen y la sangre.
El bien, ingenuidad mediante, se encuentra casi ausente en Fargo, aparece cuando la esposa de Solverson le dice a su padre (el personaje interpretado por Ted Dadson) que es un hombre bueno, a lo que este comenta que no lo sabe: “Me gusta pensar que tengo buenas intenciones”. Todo lo demás en la serie es violencia y crimen, sea en la guerra desatada entre el cartel de Kansas City y la familia Gerhardt, o en esa presencia monstruosa de Malvo que se deja venir sin que se pueda reaccionar, pero sobre todo en cómo Lester, Peggy y Ed pasan de ser ‘buenos tipos’ a ser asesinos y jugar con las reglas de los profesionales, a pesar de sus limitaciones. El mal carga con el mal. El mal anula el bien. En cada carga, hay fricciones.
—Si no me equivoco, dice Rust a Marty en True Detective, deben existir sujetos malos para hacerse cargo de otros sujetos malos.
En Fargo, los buenos cumplen esa función, deben enfrentar la crisis del bien, el desbalanceo hacia el mal y la fisura de la familia. Molly busca apoyo constante en la Fuente de Soda de su padre. Los Solverson, son literalmente ‘hijos de solucionadores’, resuelven o quieren intentar resolver los problemas que arroja la realidad criminal y el mal.
—Molly es tímida, no tiene la personalidad de las protagonistas de The Fall y The Killing.
Los Solverson asumen el rol de velar por la justicia, reflejado en el acto de velar por la familia. Proteger a la familia, dice el padre de Molly, es “la roca que todos empujamos…”, es “nuestro privilegio”. ¿Pero qué tiene que ver todo esto con el mal? Frente a un mundo en el que sobresale el Mal, proteger a la familia, en el sentido Solverson y no Gerhardt, es similar al gesto de Sísifo. Es Noreen, un personaje menos que secundario, la niña de la carnicería, quien lee El mito de Sísifo, de Camus. En una escena, lo cita, se lo lee a la madre enferma de Molly, que “sepamos que vamos a morir, hace que la vida sea absurda”. La crisis de mundo, desde su violencia intrínseca, versus los valores que proyectan los Solverson, son leídos desde la perspectiva existencialista del absurdo.
Los buenos y los malos.
Algo tienen los criminales, los malos, que nos atraen más que los buenos. Iván de los Ríos (2013) acierta al decir que Walter White nos aburre, aunque lo respetamos, mientras que el Dr. Heisenberg nos fascina, pero lo despreciamos. Nos gusta Malvo y Milligan, admiramos la certeza y prestancia de Ohanzee Dent; nos gusta la arrogancia de la familia Gerhardt; sentimos cierta complicidad con los sujetos de carne y hueso que terminan matando: Lester, Ed, Peggy; pero sentimos que los Solverson arruinan la fiesta con sus vidas ejemplares.
¿Cómo terminan los malos en la serie? ¿Cómo termina el Malvo, al que vemos todopoderoso sobre el supermercado de Stavros Milos? ¿cómo termina trabajando Milligan? ¿cómo acaba la familia Gerhardt? ¿y Ohanzee Dent? ¿acaso Peggy no acaba conciente de que será encarcelada? ¿acaso Ed y Lester no terminan congelados?
El Mal es castigado, y la familia, verdadera protagonista, como me decía un profesor de guión que tuve, ya que los protagonistas son los que aparecen cerrando los relatos, termina celebrando la Navidad toda junta en casa (es una metáfora). Cargar la roca es asumir lo absurdo de la realidad.
—¿Y es una historia verdadera?
—Es lo que menos quiere ser.
Bibliografía
Bataille, Georges. (1977) La literatura y el mal. Madrid: Taurus.
Baudrillard, Jean. (1996) El crimen perfecto. Barcelona: Anagrama.
Baudrillard, Jean. (2001) La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. Barcelona: Anagrama.
Benjamin, Walter. (2003) “Detective y régimen de la sospecha”. Literatura policial: de Edgar A. Poe a P.D. James. Daniel Link (comp.).Buenos Aires: La Marca.
Camus, Albert. (1984) Moral y política. Madrid: Alianza.
Camus, Albert. (1991) El mito de Sísifo. Buenos Aires: Losada.
De los Ríos, Iván. (2013) “Adversus White. Tres objeciones de amor y una ovación desesperada”. Breaking Bad. 530 gramos (de papel) para seriadictos no rehabilitados. Sergio Cobo y Víctor Hernández (eds.). Madrid: Errata Naturae.
Valenzuela, L. (2016). Fargo y la roca que cargamos, laFuga, 18. [Fecha de consulta: 2024-12-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/fargo-y-la-roca-que-cargamos/795