Las cruces

Por Wolfgang Bongers

Biografía +
Jefe del Programa de Magíster en Letras, mención Literatura Doctor en Literatura, mención Intermedialidad, Universidad de Siegen, Alemania Especialidad: Literatura, cine, artes visuales; teoría de los medios; archivos y memoria. email: wbongers@uc.cl
 
 

Sabemos que en Chile se cometieron atrocidades entre 1973 y 1989, durante la larga dictadura militar. Muchas de ellas quedaron en el olvido para siempre, algunas de ellas salieron a la luz y están documentadas, otras salen de a poco, en circunstancias políticas y culturales que lo permiten, por el trabajo que realizan investigadores, artistas y activistas de DDHH, y por un cambio de actitud de los que saben de ellas, y que deciden hablar. El cine, desde su peculiar manera de poner en pantalla hechos, relatos, sonidos e imágenes, y especialmente en el subgénero del cine de memoria, se hace cargo de visibilizar, documentar y cuestionar lo ocurrido en esos tiempos oscuros. Las cruces se inscribe en esta tarea, hace memoria y justicia, y ofrece a la vez una llamativa propuesta estética.

Laja, San Rosendo, Provincia de Bío-Bío, 500 km al sur de Santiago. Pocos días después del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, 19 trabajadores de la Corporación Maderera de Papeles y Cartones (CMPC) desaparecen. Existe una lista negra de activistas de izquierda y sindicalistas en la empresa, confeccionada con la ayuda de Patria y libertad. Se la entrega, junto a unos vehículos para facilitar el transporte, a Carabineros que prosiguen a detenerlos, llevarlos a un bosque del fundo San Ignacio, propiedad de un terrateniente alemán cómplice, ejecutarlos clandestinamente y tirarlos a una fosa común. Noche y niebla. Reina la impunidad absoluta, y cínicamente, en octubre de 1973, la empresa manda cartas de despido por incumplimiento de funciones a las casas de los desaparecidos. Un tiempo después de la matanza, lugareños y sus perros descubren los cadáveres e informan a Carabineros; ellos deciden, junto a militares artilleros en la región, trasladar los restos al cementerio de la cercana localidad de Yumbel para realizar una sepultación clandestina en otra fosa común.

En 1979, bajo la insistencia de los familiares que durante 6 años no recibían noticia alguna sobre el paradero de sus hombres, se inicia una investigación del caso. La versión oficial y falsa de los testimonios policiales de ese año, habla de un traslado de los detenidos al regimiento de Los Ángeles, donde se habría perdido todo rastro de los detenidos. Durante 44 años, el teniente y los carabineros involucrados mantienen su pacto de silencio.

En 2017, cambian la versión y dicen la verdad. Los nuevos testimonios de carabineros, entre ellos el del Teniente responsable Alberto Fernández Mitchel, hablan de las represalias en caso del no cumplimiento de órdenes, de la ingerencia de alcohol para anestesiar lo horrible de los actos, de las circunstancias de la ejecución de los 19 trabajadores en el bosque y de la fosa común de los muertos. Se realiza una exhumación de los restos de los detenidos desaparecidos en el cementerio de Yumbel para identificar las víctimas y darles un entierro digno. No hay ningún condenado en el caso de la matanza de Laja y San Rosendo hasta hoy día. Sí hay lugares de memoria, en el bosque, la carretera, el cementerio y el pueblo. 

El documental abre el archivo del caso y lo exhibe, mostrando fichas, fragmentos de la carpeta judicial, dibujos, reconstrucciones, fotos y mapas territoriales. Los testimonios de los carabineros y algunos testigos son leídos por voces en off que pertenecen a otras personas, lugareños de Laja. Es una estrategia que introduce un efecto perturbador: son voces de personas inocentes que nos hablan, en primera persona, de acontecimientos horribles, documentados en un archivo de terror, reemplazando las voces de los perpetradores. Junto al material de archivo, los planos generales y en gran medida contemplativos y estáticos, componen un registro completo, entre lo documental y lo poético, de la zona y de los hechos: el pueblo y sus alrededores, los bosques y ríos, el cielo y la lluvia, los caminos de tierra; las máquinas que cortan y transportan los árboles, las vías y los trenes -en una larga secuencia con la cámara instalada en el vagón delantero- que pasan por la estación de San Rosendo y recuerdan inevitablemente los trenes de las deportaciones nazis; el cementerio y los actos de memoria que realizan los familiares al erigir cruces en el bosque y al juntarse al lado de los memoriales.

Hay un punctum fantasmático en estas imágenes que vuelve varias veces y desde diferentes ángulos a lo largo de la película, un objeto que se ve a lo lejos y, de repente, de muy cerca y gigante: la fábrica de la Corporación Maderera de Papeles y Cartones, pintada de un color beige con bordes rojos, que sobresale en el conjunto de las edifciaciones del pueblo al lado del río Laja. Esta fábrica sigue funcionando como si nada hubiera pasado, simboliza una rutina silenciosa donde nace el terror y la complicidad entre la dictadura, el empresariado, las fuerzas públicas y militares. Se convierte en una alerta imprecisa, pero clara y evidente en su superficie de imagen, que dialoga y contrasta con el glitch experimental hacia el final de la película: una intervención de rayados blancos que los directores deciden aplicar a las imágenes de las cruces de madera instaladas en la naturaleza como lugares de memoria, acompañada por unos sonidos amenazantes. La materialidad de la película, en esta secuencia, se convierte en una especie de bloc mágico, una superposición de imágenes de memoria que, aunque desaparezcan bajo una superficie, nunca se borran.

 

 
Como citar:
Bongers, W. (2020). Las cruces, laFuga, 23. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/las-cruces/977