El trabajo es el resultado de una investigación que nace de una estrecha cooperación entre la Cineteca Nacional de Chile y el Goethe Institut de Santiago, lo cual se refleja en la doble autoría del libro: Isabel Mardones de la Cinemateca del Goethe y Mónica Villarroel de la Cineteca Nacional. Es un libro que continúa, de cierta manera, un trabajo investigativo sobre la memoria del cine chileno, como Imágenes de Chile en el mundo, un catastro del acervo audiovisual chileno en el exterior en el que, junto a Ignacio Aliaga y Mónica Villarroel, participaron varios cineastas e investigadores, o el libro de Mónica Villarroel con los testimonios de los directores chilenos de postdictadura, La voz de los cineastas. Cine e identidad chilena en el umbral del milenio, publicado también en Cuarto Propio. Señales contra el olvido, sin embargo, abarca otros aspectos, señala otras rutas de investigación, sobre todo respecto de los archivos cinematográficos recobrados, un inmenso archivo de memorias, entendido aquí no como almacenaje de datos e imágenes, sino como un lugar de redescubrimientos, transmisiones y tránsitos de memorias y olvidos. En la “Introducción” y en “Diario de viaje”, el último capítulo del libro, las dos autoras hablan de su motivación de llevar a cabo su proyecto, la hipótesis y los objetivos de este trabajo; dicen que apuntan a una reconstrucción de un capítulo del cine chileno aún en ejercicio de escritura, “que precisaba ser articulado“, quieren “indagar en la salida, salvaguarda y retorno de materiales chilenos y sobre Chile conservados en Alemania entre 1970 y 2001”.
Hay algunos protagonistas insoslayables de las historias contadas en este libro, sin los cuales el reencuentro con las películas chilenas –recobradas en dos envíos desde Alemania, en 1999 y 2001– no habría sido posible. Pedro Chaskel, por ejemplo, figura clave del Cine experimental de la Universidad de Chile. Después de haber hecho varios documentales políticos a principios de los setenta, montó La Batalla de Chile en Cuba durante los setenta y viajó varias veces a Alemania. En este libro se convierte en actor y testigo de las gestiones que se realizaron entre Chile y Alemania para mandar películas chilenas a los grandes festivales de cine en las dos Alemanias, Oberhausen, Berlín y Leipzig, que dedicaron ediciones especiales a Chile y su situación política en los años setenta y ochenta. Chaskel alentó al cine chileno de exilio, participó en las iniciativas de armar una Cinemateca de la Resistencia en Alemania, en juntar a los cineastas que tuvieron que dejar su país y cuyos nombres están presentes en las páginas del libro. Entre otros figuran Orlando Lübbert y Guillermo Cahn, que fueron a vivir a Alemania en los años setenta y entablaron contactos imprescindibles para hacer cine y hacer visible el trabajo de los cineastas chilenos que vivieron un exilio interior en Chile o su duro exilio en Europa. Son figuras del cine chileno cuyas voces están muy presentes en el libro. Éste funciona en varios registros discursivos, y entre ellos está el testimonio directo, la entrevista a los personajes que tenían un papel activo en esa hazaña de salvaguardar, conservar y recobrar trabajos importantísimos del cine chileno. Se escuchan voces que se contradicen a veces, que cuentan anécdotas graciosas, que hacen del libro una memoria activa y vivida. En este sentido, estos personajes no solo son cineastas sino agentes culturales, podríamos decir, que contribuyeron al intercambio de películas y al interés por el cine chileno en Europa. Junto a ellos actuaron sus pares en Alemania occidental de ese momento: Heiner Ross de los Amigos de la Cinemateca Alemana, o Peter Schumann del Filmforum Berlin, un aficionado del cine y amigo de varios cineastas chilenos; o Wolfgang Klaue, director del Festival de cine de Leipzig en la Alemania oriental.
Todos ellos relatan sus experiencias y, con esto, hacen memoria en el libro. Sus testimonios son parte de un relato y un archivo distinto del archivo cinematográfico y del archivo de catastro que también ofrecen las autoras. Aquí se abren varios archivos, el mismo libro puede considerarse un archivo abierto y dinámico. Habla de la historia, pero opera en varias capas historiográficas entre texto e imagen: el testimonio, las cartas, los documentos encontrados, recortes de prensa, facturas, encargos, afiches y fotogramas de películas. Hay un archivo oral, una pluralidad de voces que trata de dar cuenta de una época lejana y difícil de imaginar hoy día: la Guerra Fría, dos Alemanias divididas por un muro; las ideologías políticas en bloques que dividían no solo a Berlín sino a todo el mundo; la euforia socialista de la Unidad Popular y la dictadura que acabó con ella en Chile; el exilio doloroso de tantas personas, tantos artistas e intelectuales durante los años setenta y ochenta. El año 1989 marca un destino común de los dos países, y es una rara coincidencia: el referéndum del 88 inaugura en Chile la transición democrática post-Pinochet, mientras que en Alemania oriental tiene lugar la primera revolución pacífica y exitosa del pueblo alemán en toda la historia del país en contra del régimen comunista de la RDA. Desde 1989, la configuración política, económica y cultural del mundo ha cambiado, y esos dos acontecimientos tuvieron lugar en los inicios de los cambios que se han producido desde entonces.
El libro da cuenta de esta atmósfera de aquellos años. Y la pregunta persiste: ¿Qué pasa con esos archivos cinematográficos chilenos en la difícil contingencia política? Es aquí donde el libro ofrece un recorrido por las experiencias cinematográficas en Chile pre y postgolpe, con sus diversos centros de formación en Santiago y Valparaíso, los laboratorios de Chile Films y la fuerte presencia del documental político en esos años. Cuenta, a través de numerosos testimonios, las situaciones que vivieron los cineastas fuera del país, y sobre todo cuenta la historia de la recepción de cineastas chilenos y sus películas en las dos Alemanias, en la que los festivales de Oberhausen, Leipzig y Berlín adquieren el mayor protagonismo. Quizás es el capítulo siete que más me fascinó y deslumbró. Aquí se cuenta la historia de la llegada a Chile en 1973 de los dos documentalistas- estrellas de la RDA, Heynowski y Scheumann, que viajaban por todo el mundo para filmar las revoluciones socialistas y hacer propaganda con el cine. Con el archivo de sus películas se abre una monstruosidad: los dos cineastas estaban muy cercanos al régimen de la SED, su Secretario general Erich Honecker y la Stasi, entraron en Chile y otros países con pasaportes falsificados, tenían sus contactos con la derecha y con la izquierda. En Santiago, se instalaron en el Hotel Carrera para filmar el golpe a La Moneda, sabiendo lo que iba a pasar, y con el material filmado en Chile montaron películas como La guerra de los momios (1974) y El signo de la araña (1985) –ganadoras en varios festivales en Alemania–. Son películas de propaganda ideológica que trataron de reescribir la historia y la memoria en el cine; actuaron a favor del socialismo democrático de Allende y fueron financiadas por un régimen anti-democrático que llegó a su fin en 1989. El archivo de Heynowski y Scheumann está en Berlín y espera ser catalogado y estudiado. Valdría la pena, por ejemplo, la comparación con el material de los cineastas chilenos filmados en los mismos años desde otras perspectivas y visiones. El catastro de las películas recobradas al final del libro es el primer paso en contra de borrar los archivos y abrirlos a la investigación.
Bongers, W. (2012). Señales contra el olvido, laFuga, 14. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/senales-contra-el-olvido/542