Sergio Salinas Roco (1942-2007)
Junto con José Román, es uno de los más lúcidos, inteligentes y sensibles críticos de cine que ha existido en Chile.
Nació el 7 de septiembre de 1942 y fue alumno del Instituto Nacional. En su infancia tomó lecciones de violín, formación que se muestra a través de la peculiar sensibilidad musical plasmada en sus textos y que, al igual que el cine, también es un arte del tiempo y el movimiento. Estudió Derecho hasta cuarto año en la Universidad de Chile, formación que también se muestra en sus textos, a través de la pulcritud y sobriedad de una escritura carente de adornos y efectismos, de la búsqueda de precisión y claridad en sus afirmaciones y conceptos, y de su disposición a la discusión argumentativa, sin elusiones.
Entre 1969 y 1971, fue socio y directivo del Cine Club Nexo. Entre 1971 y 1973, integró el comité de redacción de Primer Plano, la más importante revista de cine que ha existido en Chile hasta la fecha. Entre diciembre de 1973 y hasta 1975 fue programador de cine en Canal 4 UCV Televisión. Entre 1974 y 1976, fue profesor de Historia y Estética del Cine en el Instituto de Arte de la Universidad Católica de Valparaíso. Entre 1974 y 1983, redactó críticas de cine para el diario La Tercera de la Hora. Entre 1977 y 1981 estuvo a cargo de la programación y redacción de textos en el Cine Arte Toesca en Santiago.
Entre 1982 y 2006 fue socio y directivo de Filmoarte Ltda., empresa responsable de la administración del Cine Arte Normandie y el Cine Arte Viña del Mar. Allí Salinas estuvo a cargo de la programación, redacción y edición de textos que complementaban sus exhibiciones, además de programador. Esta sala fue considerada por él como el más importante proyecto en su trayectoria dedicada al cine.
También publicó críticas en el diario La Estrella, de Valparaíso, y en revistas chilenas y extranjeras. Participó como jurado en festivales de cine, tanto en Chile como en otros países de Latinoamérica y manifestó siempre una activa preocupación por asuntos relativos a la exhibición, producción, distribución y también por los aspectos jurídicos relacionados con el cine en Chile.
Tras su retiro de la sociedad Filmoarte Ltda., trabajó como profesor de Cine Clásico en el Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI). Allí fue también parte de la investigación Historia Analítica del Cine Experimental 1957-1973, junto con Hans Stange Marcus y Claudio Salinas Muñoz, publicada por Uqbar, en 2008.
Murió el 12 de noviembre de 2007, a los 65 años de edad, debido a un colapso cardíaco fulminante.
Salinas y el destino de los vencidos
La presente selección de textos de Sergio Salinas Roco constituye una muestra breve, pero representativa, de las preocupaciones fundamentales de su autor. Éstas son, en primer lugar, de orden filosófico pero también éticas y antropológicas. Salinas observa cómo las reflexiones que desprende de los realizadores analizados se plasman y problematizan a través del trabajo fílmico. En segundo lugar, y en continuidad con lo anterior, tematiza asuntos como la producción, distribución y exhibición cinematográficas, aspectos jurídicos e institucionales involucrados en esta actividad, además de la crisis del cine y de la crítica de cine durante la llamada transición a la democracia en Chile. La selección de escritos muestra la impresionante coherencia y claridad respecto a su irrestricta posición frente al panorama cinematográfico de su tiempo, el momento histórico –la dictadura y la postdictadura–, y su contexto cultural y espiritual.
La selección de escritos se presenta en orden cronológico y se compone de tres críticas, dos textos acerca de la crisis de la crítica en Chile en los inicios de la postdictadura, un texto acerca del retiro de Kieslowski de la actividad cinematográfica y uno acerca de la quiebra del cine chileno bajo la primera administración de la Concertación de Partidos por la Democracia, antes de la promulgación de la Ley sobre Fomento Audiovisual, en noviembre de 2004. En las críticas se han agregado datos básicos de los filmes que no figuraban en su versión original.
En estas últimas, Salinas pone de relieve la reflexión ética y moral acerca de la condición humana y su problematización, que se desprende del trabajo fílmico y el tratamiento de los personajes. En Tess, de Roman Polanski, destaca el problema del mal, manifestado a través de distintas formas de destructividad en las relaciones humanas, bajo la máscara del amor, y cómo esta reflexión del realizador, para quien el mal es la realidad humana fundamental, es presentada a través de su puesta en escena.
En (Kagemusha) La sombra del guerrero, de Akira Kurosawa, Salinas destaca la opción del realizador por el tratamiento de los personajes y sus procesos interiores, antes que por la acción misma. Esta película se concentra en la figura del doble y su progresiva identificación con su modelo, lo cual deriva en una reflexión acerca de la relatividad de los condicionamientos sociales y morales, la precariedad, la finitud y la pequeñez humana que entraña la conquista del poder y la gloria. En el trabajo fílmico que la muestra, Salinas pone de relieve el montaje de las secuencias de batallas, y la opción de Kurosawa por el personaje marginal (el doble), cuya acción constituye un testimonio moral.
El análisis de El maestro de música, de Gérard Corbiau, constituye una pieza fundamental en el corpus de críticas de Salinas. Ésta se enlaza con los dos textos presentados a continuación, que abordan la crisis de la crítica de cine en Chile, durante los inicios de la llamada transición a la democracia. Este análisis se inserta en el marco de una polémica sostenida, por un lado, con Héctor Soto y, por otro, con Alberto Fuguet y otros críticos emergentes, pretendidamente innovadores, a los que impugna con dureza en los otros dos textos mencionados. Tanto Soto como Fuguet publicaron críticas de esta película en El Mercurio de Santiago, en 1990. El primero se refiere a El maestro de música en términos sarcásticos, superficiales y peyorativos, y sitúa el foco del conflicto en el segundo, al que exalta en dudosos términos, presentando esta película como: “centro de una curiosa polémica después que Alberto Fuguet escribiera a raíz del fenómeno, en las páginas de Espectáculos de El Mercurio, la mejor y más perversa crónica de esta temporada” (Soto, 2008, p. 170).
La impugnación de Salinas, antes mencionada, aparece ya en su tratamiento del filme de Corbiau y distingue dos concepciones acerca del arte. La primera lo entiende como una vocación de vida que implica esfuerzo, disciplina, rigor, ascetismo, pero, sobre todo, renunciamiento y abdicación del yo, en función de principios superiores, como el amor y entrega a la música, en este caso. Mientras que la segunda entiende el arte como dominio técnico sustentado en la competencia, en función del lucimiento personal, la ostentación de poder y dinero, y la búsqueda de reconocimiento social. Ésta aparece, además, asociada a un mundo peligroso, dominado por el cálculo, el engaño, las apariencias, las acechanzas, las estrategias de seducción y la falsa belleza. En este mundo indiferenciado y pervertido de raíz, que puede ser identificado con el de la apoteosis del neoliberalismo en Chile durante la postdictadura, incluso la propia identidad puede llegar a ser puesta en duda. El conflicto moral que se desprende de la confrontación entre estos dos entendimientos del arte es presentada, una vez más, a través del trabajo fílmico, analizado desde una concepción integradora de forma, contenido y lenguaje cinematográfico.
Ahora bien, esta distinción se refiere no sólo a El maestro de música. De ella se desprenden, además, dos modos de entender la crítica de cine, más o menos en los mismos términos a través de cuya exposición Salinas enfrenta el panorama cinematográfico de su época, en un momento epigonal e inaugural a la vez. Para él, la crítica de cine se funda en un entendimiento del cine como fenómeno cultural; fuente de conocimiento y reflexión filosófica abierta a la discusión, acerca de la condición humana en medio del conflicto moral, principalmente; observación y percepción concentradas e introspectivas, en busca de una ampliación de la conciencia. Y desde esa concepción, que constituye una visión de mundo, él se hace cargo no sólo del cine, sino también del peso de la realidad de su tiempo.
Su ponencia en el marco del III Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, realizado en octubre de 1990, y Despejando el camino, que es una prolongación de la anterior, tratan acerca de la crisis de la crítica de cine en Chile, en las postrimerías de la dictadura y los inicios de la llamada transición a la democracia. Salinas entiende la crítica de cine como un esfuerzo intelectual, analítico y argumentativo, abierto al debate. Ésta toma en consideración las condiciones reales de producción y el contexto institucional del cine chileno, en particular. Y su horizonte es la expansión de la cultura audiovisual, a través del rigor, la investigación y la difusión del conocimiento. La crítica de cine así entendida busca hacer inteligible el cine en profundidad y se basa, en último término, en el amor por su materia –que supone una abdicación del yo–, y no en el culto del crítico a sí mismo, al modo de un pequeño dios. Como correctamente afirman Claudio Salinas Muñoz y Hans Stange Marcus, aquél concibe la crítica desde la cultura cinematográfica. Es decir, desde: “la convergencia de una matriz cultural ilustrada, la teoría del cine de autor y la simpatía por los movimientos políticos transformadores, todo lo cual excede ciertamente el campo de acción de la crítica de cine y extiende sus alcances al circuito completo de la producción, recepción e interpretación del cine como fenómeno artístico y cultural” (Salinas y Stange, 2013, p. 96).
Sobre la base de esta concepción integral de la crítica de cine, Salinas impugna los falsos valores de la crítica emergente, representada por René Naranjo, Alberto Fuguet y Leonardo Gaggero. Según él, esta crítica exalta productos transnacionales y de una marginalidad decadente. Omite el contexto cultural, social y político en que el cine se desarrolla. Y es ejercida desde una carencia de fundamentación irresponsable e inaceptable. Salinas la considera como manifestación de una profunda alienación cultural y social, y como una extensión de la dictadura, debido a su opción por el individualismo, su descrédito de todo valor, su búsqueda de poder, dinero y reconocimiento social, su elusión persistente del debate y su impronta antidemocrática.
Salinas observa este fenómeno en un momento histórico pleno de expectativas relativas a la superación de la dictadura, pero cuyo destino era incierto. No obstante, supo ver lúcidamente el fondo disolvente, indiferenciador e irracional de esa crítica con rasgos fascistoides –como antes lo viera, al distinguir las dos concepciones del arte en El maestro de música–, advirtiendo el peligro que entrañaba su subvaloración, por parte de quienes percibían esta pugna como manifestación de un conflicto generacional, sin advertir que se trataba de una extensión más de la dictadura por otras vías, perfiles, y estrategias de seducción destructoras del pensamiento. Salinas fue testigo de ese proceso de disolución, como si se tratase del huevo de la serpiente, décadas antes de la destrucción del sistema educacional y la ruina de las facultades cognitivas en amplios sectores de la población en Chile, conforme maduraba la consolidación transversal del sistema neoliberal y el hedonismo de la sociedad de consumo.
El silencio de Kieslowski, escrito con ocasión del retiro del realizador, muestra otra faceta de la sensibilidad de Salinas: su capacidad para reconocer y valorar la opción de Kieslowski por el silencio y la renuncia, frente al éxito, la fama y el dinero. Ésta es una dimensión ética de los actos humanos trascendental, como las tratadas por el realizador, según Salinas, que amplía el entendimiento mismo del cine a consideraciones, tal vez, impensadas.
Finalmente, Un cine al borde de la extinción se concentra en la quiebra del cine chileno durante la llamada transición a la democracia, años antes de la promulgación de la Ley sobre Fomento Audiovisual, publicada el 10 de noviembre de 2004. Actualmente, el cine chileno se desarrolla bajo mejores condiciones que en la década de 1990. Pero es necesario no olvidar la violencia subyacente a su publicitada expansión en años recientes. Salinas registra uno de esos episodios violentos: el desafortunado destino de Cine Chile S. A., institución surgida en 1992, estimulada por el gobierno de Patricio Aylwin, cuya finalidad era la canalización de créditos del Banco del Estado. Sin embargo, las políticas oficiales mantuvieron su apoyo a la libre competencia, en función del crecimiento económico, y los proyectos de los realizadores fueron considerados inviables. Esto derivó en una situación generalizada de endeudamiento, embargos y quiebra del cine chileno. Fue una traición y una carnicería.
Aquí son pertinentes los términos de Walter Benjamin quien, en sus Tesis sobre la historia (1939-1940), reflexiona sobre el pasado, la memoria, el futuro, el progreso, la catástrofe, la derrota y la rendición. En la Tesis VII, se refiere a la empatía con el vencedor. Según ésta, los herederos de quienes alguna vez vencieron sobre los oprimidos, participan en el cortejo triunfal de los vencedores de hoy, donde también es conducido el botín de guerra llamado ‘bienes culturales’. De acuerdo con Benjamin, dichos bienes culturales “deben su existencia no sólo a la fatiga de los grandes genios que los crearon, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. No hay documento de cultura que no sea a su vez un documento de barbarie. Y así como éste no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de la transmisión a través del cual los unos lo heredan de los otros” (Benjamin, p. 23). Los jóvenes realizadores y críticos debieran tener presente que en su trabajo subyace, de algún modo, una memoria de sangre y sacrificios, en distintos niveles, desrealizada a través de esa empatía con el vencedor. Ésta se manifiesta en la constante apelación a lo nuevo, el futuro, la velocidad de lo efímero, el inmediatismo y la competencia, normalizada y promovida desde la sociedad de consumo y la industria cultural, como trasuntos del capitalismo y su acción depredadora y aniquiladora per se.
Salinas no participa de dicha empatía con el vencedor señalada por Benjamin. Ésta es una de las líneas que se observan en su corpus de críticas y otros textos, como opción política, intelectual y espiritual, frente a los prestigios de la lucha por el poder, la riqueza, la figuración social y la instalación expansiva en el mundo, cuya virulencia él supo observar y elaborar, antes de que terminaran de convertirse en formas de vida naturalizadas en el Chile del postfascismo, envilecedoras y destructoras de la conciencia y el alma.
Él admira, sobre todo, a los luchadores inclaudicables, aquellos que perseveran incluso sabiendo que su destino es la derrota y la muerte. Esto se muestra cabalmente en los textos seleccionados. En su análisis de (Kagemusha) La sombra del guerrero, afirma: “(…) como en Ford, el director privilegia en ese final al personaje marginal, al olvidado por todos, para extraer de su conducta el testimonio de una inolvidable lección moral” (Salinas, 1981). En esta misma línea, expresa su comprensión frente a la inocencia noble y acosada, encarnada por la protagonista de Tess: “La extraordinaria dignidad de ese personaje, su pureza, se manifiesta en una conducta sin claudicaciones que fatalmente engendra las fuerzas de reacción que habrán de destruirla” (Salinas, 1980).
Pero la ascética reciedumbre de Salinas, que constituye su visión de mundo filosófica, encarnada valorativamente en su vida y obra, queda resumida a través de sus términos acerca del retiro de Kieslowski: “Este gesto contiene la más rotunda descalificación de los falsos valores de una sociedad cada vez más deshumanizada, materialista y carente de orientación” (Salinas, 1990).
Salinas es uno de los últimos exponentes de una línea espiritual invisible extinta en Chile, capaz de elucidar el fondo de las cosas, de interpretar los signos para hacer inteligible la realidad en toda su extensión traumática desde dentro, y cuyo horizonte es una creciente ampliación del conocimiento y el autoconocimiento. Su inteligencia floreció durante la época más oscura y terrorífica de Chile. Así dejó registro de una memoria, una conciencia, una realidad y un espíritu de las profundidades olvidado, crepuscular, tardío, pero irradiante. Observó esa potencia imposible en el cine que, como la música, es un arte del tiempo y el movimiento. Pero también en la realidad de su época, ante la cual adoptó una posición clara y distinta, y cuya fenomenología es expuesta lúcidamente en sus obras. Su alma debió formarse desde dentro, en silencio y en el curso de toda su vida, frente a la nada que es Chile, y a pesar de ella. Y en medio de esa conciencia del vacío, sin retorno, su inteligencia creció, más allá, incluso, de su dimensión racional e ilustrada.
Murió a la intemperie, de noche, solo. Tras su muerte, el espíritu de las profundidades perpetúa su dolorosa extinción en Chile, la patria del vacío. Pero Salinas continúa allí, de algún modo, en ese trasfondo imposible, que habla desde otra memoria, otras dimensiones de la realidad, otras formas de pensamiento, y otras imágenes y sonidos en movimiento.
Invocando a aquellos luchadores inclaudicables tan admirados por Salinas, acerca de él cabría expresarse en los mismos términos que él aplicara a Kieslowski: “Qué lección para quienes convierten el cine en instrumento de la necedad, la vulgaridad y el lucro o en plataforma de la egolatría y el lucimiento personal” (Salinas, 1990).
Bibliografía
Libros
Benjamin, Walter. Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Edición y traducción de Bolívar Echeverría. Sitio web www.bolivare.unam.mx.
SALINAS MUÑOZ, Claudio y STANGE MARCUS, Hans. “Un arte que piensa. La cultura cinematográfica como imaginario estético-político en la obra de Sergio Salinas Roco”. En: Stange Marcus, Hans y Salinas Muñoz, Claudio (editores). La butaca de los comunes. La crítica de cine y los imaginarios de la modernización en Chile, Santiago de Chile, Cuarto Propio, 2013.
SOTO, Héctor. “La sociedad de los poetas muertos / El maestro de música / Flores de acero”. En: Una vida crítica. 40 años de cinefilia. Alberto Fuguet y Christian Ramírez (editores). Santiago de Chile, Aguilar, 2008
Diarios
SALINAS, Sergio: “Tess”. En: La Tercera de la Hora, página Cine-Visión. Santiago de Chile, domingo 12 de octubre de 1980. Programación Cine Arte Normandie y Cine Arte Viña del Mar.
SALINAS, Sergio: “Kagemusha”. En: La Tercera de la Hora, página Cine-Visión. Santiago de Chile, domingo 12 de julio, 1981.
SALINAS, Sergio: “A Propósito de la Comentada Película El Maestro de Música”. En: Diario La Época, Santiago de Chile, domingo 15 de abril, 1990.
SALINAS, Sergio. Ponencia presentada en el marco del III Festival Internacional de Cine de Viña del Mar, 12 al 20 de octubre, 1990.
SALINAS, Sergio: “Despejando el Camino”. Cine Nº 41. Revista de la Asociación Gremial de Productores de Cine y Televisión de Chile (APCT). Santiago de Chile, diciembre 1990. Aquí se transcribió la primera versión, algo más extensa.
Revistas
SALINAS, Sergio: “El silencio de Kieslowski. En: En: Suplemento Superestrella. Diario La Estrella. Valparaíso, viernes 9 de septiembre. 1994.
SALINAS, Sergio: “Un Cine Al Borde de la Extinción”. En: La gran ilusión Nº 7, Universidad de Lima, Perú, Fondo de Desarrollo Editorial, Facultad de Ciencias de la Comunicación, primer semestre 1997.
Oporto, L. (2013). Sergio Salinas y el destino de los vencidos, laFuga, 15. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/sergio-salinas-y-el-destino-de-los-vencidos/625