Han transcurrido dos años desde que comenzamos a enhebrar esta constelación de textos llamados a interrogar amorosamente la figura de Pier Paolo Pasolini. Una figura escurridiza que provoca a la vez que se resiste a la fijeza producida por quien pronuncia su nombre. Hoy asistimos a un espectáculo en el que plazas, alamedas y parques son cubiertos con su anguloso rostro como si de un candidato oficialista se tratara. Un opulento homenaje por el centenario de su natalicio al que esta constelación de textos opone un indiscreto baile menor, negándose a romper la igualdad disonante con la que nuestros cuerpos entonan una música popular ya olvidada.
Reunidos en esta decena de textos que se suceden con la porfía característica de la pandemia, testimoniamos de la impotencia implicada en pasar del estado de ebullición propio de la escritura de urgencia, al poco acostumbrado tiempo del barbecho. Así, nos presentamos afectados por la avasalladora conmemoración de los 700 años de la muerte de Dante que, por si fuera poco, coincide con los 100 años de vida del Partido Comunista Italiano (PCI) fundado, entre otros, por Antonio Gramsci. Y es que, coincidencia o no, la obra dantesca y el pensamiento gramsciano acompañaron notoriamente la vida –siempre pública– de un Pasolini que, cautivado por la realidad a la que éstos dieron forma, no trepidó en declarar su caducidad.
De ahí en más, Pasolini se supo heredero de la misma disposición crítica de sus temerarios antecesores. Pero la expresó en una obra que corría el riesgo de ir registrando las marcas de su fracaso al mostrar, en su propio hacerse, los límites existentes para decir lo que no alcanza a ser pesquisado por esa palabra anestesiada por las promesas de progreso. Para Pasolini esas promesas son formuladas en el lenguaje del consumo que termina por producir una única forma de vida que borra la distancia que separaba al joven proletario de la periferia romana del joven burgués de la ciudad milanesa, ahora igualmente encerrados en el círculo del neocapitalismo que los obliga a hablar la misma lengua. Contrario a lo que se podría pensar, Pasolini asume dignamente el fracaso que considera constitutivo de toda obra que pretenda sintetizar completamente ésta y cualquier otra realidad. Y lo hace con el júbilo de quien sabe que es la única razón incontestable que fundamenta un ejercicio constante de experimentación. Porque si no es posible sintetizar todas las dimensiones de una realidad que varía a cada instante –por más homogénea que parezca–, la inteligibilidad del presente se juega en la forma que adopta cada obra.
Como se decía, estos textos danzantes tardaron dos años en ver la luz, aguardando en silencio para hacer de esta publicación la ocasión justa para pensar en el bienio que condensa una breve historia del escándalo. Dante, Gramsci, Pasolini, cada uno en su estilo se opuso a la forma de vida característica de su época que, en tanto objeto de escándalo, fue el modo en el que se hicieron parte de una historia. En el caso de Pasolini, es aquella historia que se va urdiendo en asociaciones improbables, en las que un rostro campesino puede cargar con toda la gloria de Bach; en las que un joven pícaro de la periferia puede adoptar la posición de Jesús en la cruz; en las que un padre milano-burgués lector de Tolstoi puede perderse en el eterno desierto de sus lamentos; en las que las promesas de futuro se convierten en las pérdidas de un pasado arcaico. De este modo, la experimentación de Pasolini va dando cuenta de la posibilidad de anteponerse a dicho presente configurado por el lenguaje del progreso, creando nuevas formas que dan lugar a otra realidad. Lo que muestra que la realidad (que él decía amar sin condicionantes, pero con desesperación) no es más que una instancia de la constante disputa por el lenguaje que, sólo entonces, se resiste a su petrificación.
Haciéndose eco de aquella disposición crítica, este dossier se estructura a partir de la relación entre la vida y la muerte que definió la obra completa de Pasolini quien sin empacho decía que “sólo gracias a la muerte, nuestra vida sirve para explicarnos” (Pasolini, 1967, p. 68). Y cuán violentas fueron las escenas del asesinato que dictaron su paso de la vida a la muerte, casi como si fueran escritas con el mismo puño y letra de su Divina Mimesis (1975) o su Salò y los 120 días de Sodoma (1975). Con este cruento final, inmortalizado en las imágenes amarillentas de su cuerpo masacrado, Pasolini nos convierte en cómplices del silencio perpetuo que el demócrata, con disimulada hipocresía, impone a quienes intentan desnudar la contingencia del orden, de las jerarquías, de las convenciones. Esa complicidad es la que intenta ser resistida por los textos formalmente disímiles que aquí presentamos, al tomar una porción de la obra pasoliniana para hacer algo con su misma fascinación por la singularidad de los rostros pobres, la heterogeneidad de las lenguas vernáculas, la espontaneidad de los bailes juveniles fuera de las tabernas. Hacer algo que, en definitiva, nos permita leer nuestro presente cruzado tanto por las promesas de progreso invariadas desde los tiempos de Pasolini como por el deseo de romper con la ilusión de progresividad del mundo post pandemia.
El peculiar modo en el que estos textos se oponen a la celebración autorizada es habitando en su forma de escritura la palabra “intelectual”. Como bien nos recuerda uno de los artífices de esta constelación, dicha palabra tiene su origen en intus-legere: “el que sabe leer” (Grüner, 2021, p. 49). Justamente Pasolini es alguien que supo leer no porque se haya desempeñado con maestría en el dominio de la palabra o porque hiciera cosas nuevas con ella. Pasolini supo leer porque se arriesgó mirando con especial agudeza aquello que nos negamos a ver. Y lo hace en obras que son fruto de esas ansias por volver pública su mirada; por develar la ficción que hay detrás del “curso natural de las cosas” que adormece el mundo; por aportar con una cuota de inteligibilidad en el caos que subyace a lo que aparenta ser tal como aparece; por “imaginar todo lo que no se sabe o todo lo que se calla” (Pasolini, 1974), poniendo en relación hechos que están alejados. La invitación es, entonces, a leer con aquella disposición crítica los textos que componen este dossier animado por el placer de formular nuevas preguntas a viejos problemas, pero ocupando los lentes de marcos gruesos y negros de un Pasolini que pervive en el escándalo que aún provoca su obra.
Bibliografía
Grüner, E. (2021) Lo sólido en el aire. El eterno retorno de la crítica marxista Ciudad autónoma de Buenos Aires, Argentina: Clacso.
Pier Paolo Pasolini, (1967) “Discurso sobre el plano-secuencia o el cine como semiología de la realidad”, en Problemas del nuevo cine. Madrid, España: Alianza Editorial, 1971).
Pier Paolo Pasolini, (1974) “Yo acuso”, publicado en el Corriere della Sera.
Índice
Presentación de Ivana Peric M.
Muerte. Encuadres de la resistencia
Restos de un futuro que se torna pasado: ¿cómo resistir?, Vinícius Nicastro Honesko (traducción de Rebeca Errázuriz)
El Dios de los vivos. El escándalo de la autoridad en Pier Paolo Pasolini, Rodrigo Karmy
La revuelta del perro, la fiesta de la primavera y las luciérnagas, Gonzalo Díaz Letelier
Vida. Escenas del presente
Pier Paolo Pasolini: Cinco lecciones para el presente, Emanuela Patti
Pasolini, el neorrealismo y la ambigüedad de lo real, Fernando Svetko
Pasolini, potencias del pasado, Federico Galende
Entre la vida y la muerte
Diálogos re-consagradores. Correspondencia entre Jonny Costantino e Ivana Peric (traducción de Serena Ambrosio)
“Los perfiles de redes sociales son una performance de autoría, el problema es que son todos autores sin obra”. Entrevista a Gian Maria Annovi a propósito de su libro Pier Paolo Pasolini: Performing Authorship.
¿Cómo vas a hacer esta vez para salvarte, Pasolini? Conversación entre Eduardo Grüner, Laura Lattanzi e Ivana Peric