Navegando, me encuentro con el blog de Alberto Fuguet, algo criticado por quien escribe (aunque, cabría recalcar que jamás, personalmente, o al menos no se ha pretendido eso). Fuguet plantea algo sobre la crítica y me gustaría destacar algunos párrafos de interés, que denotan una actitud poco vista en los realizadores locales por su actitud hacia la crítica. Destaco:
Dos cosas antes de seguir: todo crítico tiene el derecho de decir lo que quiere. Aquel que es criticado no puede llorar y reclamar. Al menos en público. Es mejor ser críticado a favor, sin duda, pero si los críticos no están a tu favor, ¿qué puedes hacer? Sí creo que la crítica debería tener su propia crítica. Un crítico de un medio poderoso, de un medio, por así decirlo, formal, tiene una responsabilidad porque, aunque no lo quiere -aunque la mayoría sí quiere-, posee una cuota no menor de poder. Por eso, sorprende, y decepciona, cuando un crítico opta por no criticar un filme. Ley pareja, me parece, no es dura. También me obsesionan los “errores críticos”. Opinar desde el hoy. Todo crítico puede ufanarse con lo bueno que le parece “El padrino 2” o La traición de Rita Hayworth. Pero, en su momento, ¿fueron capaces de ver lo que tenían frente a sus ojos?
Me sorprenden mucho algunas frases especialmente esa que habla de “crítica y responsabilidad”. Pero sigamos con el artículo, que me ha generado un par de discusiones internas.
Creo que es un paso a intentar discutir lugares y parámetros de la crítica, aunque, como veremos, lo que se discute aquí es un problema de lugares. Hablé y seguiré hablando de “escenarios”, puestas en escena de las escrituras, desde las cuales se pueden vislumbrar procedencias y, en lo posible, grietas que nos puedan hacer ver algunas salidas.
Lo que más me llama la atención del artículo citado son algunos supuestos de los lugares de la crítica, interesantes de discutir.
Sólo un par de botones:
Es ahí, uno capta, donde casi todas las cintas y todos los libros se caen: al tener que estructurar un discurso, el lado fan se te viene al suelo. No puedes llenar un texto sólo con adjetivos positivos. Te das cuenta de que tienes que buscar lo malo. Y, sin querer, un filme o un libro que te gustó, termina salpicado de hoyos y cicatrices.
Por lo que interpreto: el crítico, en sus funciones, debería buscar “las partes buenas” y “las partes malas” de las películas, al lado de calificaciones negativas o positivas. Lo que estaría en juego es un tema del gusto, no entendido como idea, si no como algo que está en un grado de aceptación o negación de un consumo. Sobre esto, y para rebatir esta función crítica en el mercado actual, escribí aquí.
Sigo.
Pero, ¿qué es un crítico? ¿Sirve para algo? ¿Es, como dicen, un cineasta o un escritor frustrado? ¿Existe el crítico objetivo, o simplemente es un representante de una camarilla, con una clara agenda propia? Otro tema no menor: ¿por qué los críticos son tan distintos, diversos? ¿Por qué un crítico de un país, o de una generación, piensa tan radicalmente distinto al que viene de una cultura ajena o de un segmento etario menor?
Se me aparece algo: ¿no se trata justamente de tal tipo de preguntas las que hacen sobrevivir a la crítica hoy en día? ¿Sobre los valores en juego? ¿Qué sería aquello que hace “tan” distintas unas críticas de otras? Y, por cierto, ¿cuál sería el subtexto de una construcción como “segmento etario menor”?
En su análisis sobre la figura del crítico, Fuguet señala algo, con lo cual, sí coincido:
He llegado a la conclusión de que la figura del crítico ha perdido fuerza (mal que mal, ahora todos somos críticos, y desde que existen los blogs, pareciera que existen más opiniones que textos dignos de una opinión), pero eso no implica que no deberían existir.
Coincidencia: la figura del crítico ha perdido fuerza. Pero porque la discusión ha perdido fuerza y con ello la posibilidad de crear espacios “públicos” -que cuestionen esa “institucionalidad” violenta que son lo estatal y lo mediático-, “escenarios” dónde poder a discutir. Un ejemplo: la división “yoística” del blog ha impedido salir de la discusión impresionista y de opinión subjetiva. Hasta lo que yo sabía, aún con su modelo en crisis, a la Universidad se iba a aprender a argumentar. Eso requiere, como sabemos, una “arena” conversacional que la construyen las categorías. Si las categorías no han querido salir de la impresión (“me gusta o no”) se hace imposible discutir. Tal “arena” valida un espacio dónde la obra de arte no tiene por qué ser “pensada”, ni analizada, ni discutida.
¿Es eso problema del escritor? ¿O del crítico? ¿O del artista? No necesariamente. La despolitización es problema de una sociedad completa: de los actores concretos y sus prácticas, ¡pero estoy haciendo sociología!
El corte lo hacemos transversal. ¿Cuánto tiene que ver una crítica material con una de las producciones de saber? ¿En que incide que una nota como la mencionada salga en El Mercurio? ¿Es eso solamente un tema de gusto? ¿O del gusto como sistema de validación? ¿Por qué creo que es necesario discutir el problema de los criterios estéticos (en este caso) y su validación en los medios actuales? ¿Dónde, creo, se ejerce el poder en el escenario mediático actual? En la validación de una modalidad de aproximación a lo cultural. No creo que se pueda hablar, ni si quiera, de “periodismo cultural” si no existe un mínimo espíritu indagatorio en aquello que, justamente, constituye lo cultural: lo social, lo antropológico, lo histórico, lo estético; por intentar reunir piezas.
Pero volvamos: El crítico, como figura del espectáculo ha muerto. Si figura ha sido cortada en dos: pura visibilidad (opinología, televisión) o puro margen. Margen positivo y visible: la intelectualidad vista desde Revista Libros. Margen negativo e invisible: lo que es eminentemente radical, desde lo más crí(p)tico de la academia. A su vez, esto posee un correlato discursivo-ideológico con respecto a qué obras y dentro de que sistemas validarlas.
- El relato neoliberal, en su faceta más vulgar, criticará a las nociones de alto/bajo en la cultura y dará por sentada una obra que, incluso en sus aspectos más “culturalistas” (llámese documental o ficción) defenderá el populismo. Creerá que detrás de tal defensa habrán ciertas representaciones identitarias o que en este populismo hay una defensa de lo democrático. Jamás intentará complejizar el carácter representacional de lo identitario o profundizar en la idea de lo democrático mediante la recepción de la obra.
- El relato culto, defenderá una obra cuya autonomía es su principio constitutivo y cuyo eje de discusión será sí misma. Aquí confluyen diferentes niveles y aspectos, así como tensiones intrínsecas. Sin embargo, a modo de flujo y visibilidad, esencialmente, nos encontramos en un espacio de análisis de obra con un grado alto de jerga y categorización, y cuyo status debe dar cuenta del libro asimilado. El crítico acá, valida una obra que dará cuenta de tal libro y que será interesante en algún nivel de tal lectura. Lo que interesa destacar en este relato es que, esencialmente, la cultura está “a salvo”; pretendida y pensadamente “intelectual”, como lugar aparte de “lo bajo”. La cultura está a salvo, incluso, en las discusiones pretendidamente intelectuales que se darán. Todo esto configura el mercado propio de circulación. Es curioso constatar que, en el relato mediático, pueden convivir estas dos primeras sin interrumpirse. Y que, en lo grueso, se permite la circulación de un ámbito a otro.
- El relato crítico, ocupará un lugar de autoimpuesta no visibilidad. Defenderá una obra politizada, crítica y de coyuntura social. También validará un mercado que, en su peor parte, ha tendido a confundirse con lo anterior. Actualmente, por sobre la acción, se ha ido validando una obra
1) autónoma en su lenguaje
2) que desde adentro de tal obra interpela al cuerpo social
3) que necesita de una otra jerga para entrar al campo de su validación.
La crítica que validará tal micro-institución del margen hablará en la otra jerga e impedirá, esencialmente mediante ella, un diálogo abierto con el cuerpo social y, junto con ello, sectorizará la representación de su saber. Aún a su pesar, tal lugar colabora a establecer con fuerza un mercado expansivo y en expansión.
El grado de escepticismo que, quizás, sea posible de leer en tal escenario, da cuenta de algunas (varias) muertes si entendemos tal muerte en un sentido más amplio. Lo que muere ¿es el crítico solamente? ¿O la ilusión de un sistema de representación colectivo? El crítico, en estos tres niveles y relatos, ha ido, para bien o para mal, tecnologizando su especificidad; creando un espacio de privatización del saber que no quiere salir a lo público. Pero por otro lado, la figura empática, didáctica y “moral” del crítico pareciera darse a pérdida. Y cualquier indicio de su reaparición es eso que es: espectáculo cultural.
Si discutimos fuertemente con ciertas nociones de lo que es ser crítico es por una profunda convicción: porque creemos que hay un espacio (limitado, mínimo, no “emancipatorio”) para jugar en el límite de lo cultural. Me resuenan nombres: Barthes, Benjamin, Sontag e, incluso más cerca, Beatriz Sarlo o Nelly Richard.
Existiendo, en este texto de Fuguet, un lugar para discutir (por que partimos, al menos, de la base de la existencia de la crítica, cosa que desde muchos lugares se ha negado en las “escenitas” locales), abrimos la pregunta por la constitución y la modalidad de tal espacio. La crítica que hacemos desde acá, es a la naturalización de las aproximaciones al objeto estético-obra que reproduce un sentido específico de lo que sería ser crítico. Esencialmente, alguien que no cuestiona la base productiva de tal relación, si no que la da por hecha.
Muy a propósito de esto, me escribe una querida compañera de ruta de siempre, Fernanda Carvajal, que algún día, esperemos, pueda publicar algo por estos lados. Cito, a modo de conclusión:
Si bien es casi imposible escapar absolutamente a las convenciones retóricas, para mí un crítico es conservador en tanto no pueda torcer, jugar, replantear las propias categorías con que se afronta a aquello que una (“buena”) cinta presenta como propio o nuevo u original. Eso está para mí en estrecha relación con que un crítico se vuelva un simple árbitro, o bien, alguien que tensione y “luche” por un sentido o significado, buscando nuevas formas de nombrar y designar que se libren del discurso trivializado de los medios o de la industria. La manera de tratar la novedad no es inocente, porque si ésta no designa una mera estrategia mediática o de mercado, sino innovaciones, o para cambiar la palabra, rupturas formales, semánticas o de discurso a nivel de la propia obra, entonces, hay un desencaje que el crítico debe rescatar.
Pinto Veas, I. (2005). Recepciones de Fuguet, laFuga, 1. [Fecha de consulta: 2024-11-21] Disponible en: http://2016.lafuga.cl/recepciones-de-fuguet/762