Cine, Arte de Masas
Con ese apellido, pareciéramos identificar y radiografiar gran parte de lo que ha sido la historia del cine durante más de un siglo.
"Arte para las masas", Arte de convocatoria masiva, arte industrial, arte popular.
Lo cierto, es que huellas de sujetos anónimos, pertenecientes a la vida urbana e industrial del siglo, han sido registradas desde su nacimiento, con Obreros saliendo de una fábrica (1895) de los hermanos Lumiére o en muchas de las primeras vistas tan en boga en sus primeros años. Y aunque pasó algo de tiempo antes de que como arte adquiriera la forma que hoy le conocemos tempranamente directores como Chaplin, Griffith o Eisenstein- dentro de una primera época- supieron entender el "nacimiento" de una imagen nueva, hasta ese entonces inaudita en la experiencia histórica, y que poseía relación con los relatos colectivos y la representación de los sujetos anónimos. "Fábrica de sueños", fantasía y cadena de montaje supieron encontrarse en una realidad nueva procedente de las imágenes técnicas y que ya Walter Benjamin anunciaba en un texto clave como la era de un arte "sin aura" cuyo deber, en el marco de la "estetización de la política" propia del fascismo, era politizarse como arte.
Y fueron antes que nadie los cineastas soviéticos los primeros que comprendieron eso, encontrando en el montaje y la yuxtaposición un arte que lograba producir efectos ideológicos en el espectador, y por ende, inventaron el cine como discurso cuya función era establecer una "lucha ideológica".
Hasta mediados de los cuarenta y con distintos vaivenes, el cine político parece enmarcarse bajo estas líneas, pero ya en el Neorrealismo las imágenes "empiezan a temblar", cual anuncia Chris Marker en su El rojo está en el aire (1977). En su doble capacidad de ser un "arte del registro" - documento- así como un "artificio estético"-un lenguaje- la intervención y sus relaciones con el "presente" creabaan una estética "directa" que marcaba el paso hacia la década del sesenta.
Ya entrados en esa década, en América Latina, Europa y gran parte del mundo- las preguntas empiezan a surgir. ¿Pudo el cine detener la catástrofe? ¿Puede el cine producir un cambio histórico? ¿Le basta ser un mero registro?. Las sospechas surgen y una gran cantidad considerable de imágenes dan testimonio tanto de las derrotas como de los momentos de duda. Shoah (1985) de Claude Lanzmann pero La batalla de Chile (1979) de Patricio Guzmán, más cerca y más lejos, parecen presenciar la sombra de un siglo pero aún interrogar la escena histórica, la historia de los pueblos y sobre todo el lugar del cine como arte.
Hoy en día, la bruma parece acechar ese lugar y así como los grandes relatos parecen haber hecho crisis el cine como lenguaje parece encontrar sentido solo en las persistencias (de la historia, los movimientos y los cuerpos). Y es esa pregunta- en definitiva, por lo político- la que hemos querido formular en este dossier que a continuación les presentamos.